Día
20
(25/06/2008) Llegada a Buffalo y Cataratas del Niágara
Antes
Aterrizamos en el aeropuerto de Nueva York temprano para un
rápido enlace al avión a Buffalo. Una vez allí, un taxi debería
llevarnos, a través de la frontera con Canadá hasta nuestro hotel.
El plan, una vez allí, sería pasear contemplando las dos
cataratas: la del velo de novia y la de herradura y subirnos al Maid of
the mist, un barco que nos hará verlas desde el pie, lo más cerca
posible.
Existen más opciones, como la atracción
"Behind the falls", que permite caminar tras una catarata o la Sky
tower, una torre con buenas vistas.
Por la noche podemos renovar las vistas del
paisaje con la iluminación que les ponen a las dos caídas de agua.
Sobre las 6:15h de la mañana, hora de la costa
Este,
aterrizamos en el JFK de Nueva York. Estamos medio adormilados. Se
demuestra que los aviones no son un buen lugar para dormir para
nosotros. Le he dedicado más horas al juego del Trivial de la pantalla
del avión que a dormir. El avión a Buffalo sale a las 9:05h, así que
nos quedan un par de horas que gastar en el aeropuerto. Sin prisa, nos
dirigimos a la puerta de embarque y tratamos de dormir algo en la
espera.
El avión a Buffalo es bastante más pequeño y nos ofrece unas
vistas preciosas de Manhattan cuando despega para este vuelo de algo
menos de dos horas.
A las 11h estamos en un taxi
que nos ofrece su tarjeta para cuando lo necesitemos, aun sabiendo que
estaremos en Canadá. El precio a un hotel del lado canadiense es
cerrado: 30$. Es alrededor de media hora de trayecto.
Cuando vemos las cataratas a lo lejos también es el momento
en
que cruzamos la frontera. Un puente tiene carriles con casetas,
parecido a un peaje, en un lado y lo mismo en el otro. En el primero
nos piden los pasaportes para sellar la salida de Estados Unidos, y en
el
segundo lo mismo para sellarnos la entrada a Canadá. No nos bajamos
del coche en ningún momento, sino que el taxista recoge nuestros
pasaportes y se encarga de los trámites. En Canadá, un oficial nos
pregunta por la ventanilla el motivo de nuestra visita y, con evidente
rutina, recoge nuestra respuesta de que estamos de vacaciones para ver
las cataratas del Niagara.
El hotel se ve
fantástico. Si en España usamos lo de primera y segunda línea de playa,
este hotel estaría en segunda línea de río. No olvidamos decir que
estamos de luna de miel durante el checkin para que nos hagan un
upgrade, pero no pueden, porque ya hemos pagado por las habitaciones de
las plantas de arriba con jacuzzi y vistas a las cataratas, y no se
puede mejorar. La respuesta después de explicarnos esto es en plan "¿Y
qué más queréis?".
Pues lo que queremos - y los
tres estamos de acuerdo en esto - es echarnos un rato y descansar de
verdad. Así que nos proponemos hacer una pequeña siesta. Entre el
jetlag, intentar dormir en un avión, y etcétera, no puedo decir si la
cama es blanda o no porque estoy dormido antes de que mi cuerpo
contacte con ella.
Han sido unas tres horas de
siesta que necesitábamos, pero que no han sido suficientes y, además,
nos han dejado sólo la tarde para visitar. Aunque lo primero es comer.
Miramos por los alrededores del hotel, aunque ya de camino a
las
cataratas, y nos quedamos en un local llamado "Four Brothers" de cocina
italiana. Es tarde y por eso todos los restaurantes que vemos están
cerrados o vacíos. Éste, claro, es de los segundos. Preguntamos si la
cocina está abierta y, tras una respuesta afirmativa, escogemos una de
las mesas junto a la ventana.
Nos moderamos porque
con el jet lag y las comidas del avión, el momento de comer no está muy
claro para nuestro estómago. También ayuda que estamos en la recta
final del viaje, donde más hay que mirar el presupuesto y los precios
de aquí no son una ganga. Así que Trini pide sólo un plato, y Eva y yo
compartimos un plato de pasta y una ensalada: 40$ los tres.
Ahora sí, por fin, nos dirigimos al monumento natural
alrededor
del cual se ha construido todo este pueblo turístico. El asfalto acaba
en una rotonda curiosa, sin isla en medio, ni salidas, Parece hecha
para que los coches simplemente den la vuelta. Está junto a la Skylon
Tower y, sólo los peatones, tienen la opción de llegar a las cataratas
por un camino de tierra que cruza un parque.
En el paseo nos espera la primera vista clara de las
cataratas
americanas. Hay dos cataratas: la llamada "Velo de Novia" o americanas
y las llamadas "Herradura" o canadienses. La parte del gentilicio la da
el país en el que están, el mote lo da su forma. Brideveil son una
cascadas planas que ofrecen una imagen blanca y horizontal. Horseshoe
son unas cascadas espectaculares en forma de "U".
Están bastante próximas entre ellas y se puede tener una
visión
de las dos en un vistazo. Elegimos el lado canadiense precisamente por
eso. En el lado estadounidense tienen el problema de que las cataratas
americanas están precisamente ahí, y no pueden verlas de frente. La
solución que han pensado es un mirador, como el principio de un puente,
que se queda suspendido en el aire. De esa forma pueden alejarse algo
de la orilla y poder mirar hacia atrás para tener la mejor vista
posible desde su lado.
Y luego, claro está, está el
Maid of the Mist, que actúa desde los dos lados. Al ver que salíamos
del restaurante pasadas las 17h pensé que esta actividad tendría que
quedar para mañana por la mañana, pero estamos frente a las cataratas y
a unos pocos metros está el acceso al Maid of the mist, así que ¿por qué
esperar?. No sabía si estaría abierto a las 19:00h, pero sí lo está.
Compramos lo tickets a 14.50$ cada uno y bajamos las escaleras, junto
al acantilado, hasta casi el nivel del agua. Nos entregan tres
chubasqueros azules. Ya nos habíamos fijado desde el mirador que toda
la gente que se veía en el barco era azul. Los chubasqueros te los
quedas de recuerdo, por eso son de un material muy cercano al de las
bolsas de basura, frágil por lo tanto, y tiene impreso el logo del Maid
of the mist.
Mientras esperamos con esta pinta,
tenemos una buena visión de la cascada americana y de los barcos. El
americano está yendo, y el nuestro volviendo.
Pues todos uniformados nos embarcamos. No sé si será
por
la temporada o por la hora, pero el barco está bastante vacío. Es
perfecto, porque nos podemos poner donde quedamos.
Primero pasamos cerca del velo de novia. A la derecha vemos
un
montón de personas con chubasqueros, esta vez amarillos, por unas
plataformas junto a las cataratas. Es el behind the falls, que
si lo hacemos, será mañana. Luego comienza el viaje hacia el centro de
la "herradura". Si miráis en la foto de la derecha (o cualquiera
de las tomas generales de esa catarata). Veréis que lo que hay en el
centro es una nube de agua
creada por las salpicaduras de todas las caídas de alrededor. De hecho
"Maid of the mist" significa algo así como "Dama de la neblina". Esto
es porque la atracción principal es meterse dentro de esa nube. Y para
allá vamos. Mientras podemos disfrutar del paisaje fuera de las
cataratas. La cantidad de aves es enorme. El número de gaviotas casi
llega a la categoría de plaga, pero también se pueden ver ánades y
cormoranes. Debe haber muchos peces aquí.
Lo de las
gaviotas es tan exagerado que el paisaje de los márgenes del ríos está
punteado de manchas blancas hasta tal punto que hay más blanco que
"agujeros" verdes. Supongo que la foto de arriba a la izquierda no hará
justicia de lo que digo, pero es un intento. También observamos el lado
canadiense, más construido. Con los hoteles rascacielos y la
torre.
Conforme llegamos, las vistas de la cascada semicircular se
hacen
espectaculares, claro que van acompañadas de su banda sonora. El rugir
del agua cayendo nos ha acompañado desde que hemos llegado, y se ha
hecho familiar, pero como rumor. Aquí es un estruendo que apenas deja
comunicarnos. Aunque comienza a haber otro problema para ello, y es que
¡hay agua por todas partes!. ¡Qué esperaba!. Si te metes en una nube de
agua, te llenas de agua. Es ahora cuando el chubasquero cobra sentido.
Pero a un nivel que no me imaginaba. Ni siquiera puedo sacar la cámara.
Cualquier cosa o parte del cuerpo que esté fuera de la protección del
chubasquero queda empapada en un segundo. Para colmo, si consigues
abrir los ojos, tampoco se ve nada. Todo es blanco.
Conforme el barco sale un poco del centro de la neblina,
volvemos
tener visión a pie de catarata. Como si de una atracción artificial se
tratase me acabo preguntando "hace falta mucha agua para mantener esto,
¿de dónde la sacarán?". Yo a mi bola.
Mientras nos
alejamos, cambiamos a la popa del barco para no perder de vista el
espectáculo y hacernos fotos posando con él. Aunque todas esas fotos
constan de una mancha azul ante una hermosa cascada.
A pesar de todos los cuidados estamos empapados,
aunque algunos más que otros. Yo el que más, ¡cómo no!.
Pues las cataratas están muy bien, pero no hay más que esto.
Así
que una vez que las has visto de lado, desde arriba y desde abajo, poco
más puedes hacer. Para alargar un rato el tema, nos dirigimos al final
del paseo, al nivel de la cascada canadiense para observar esas enormes
cantidades de agua al principio de su caída, arrastrando ramas e
incluso grandes troncos hacia su inevitable precipitación al nivel
inferior. Allí hay una gran tienda de recuerdos donde entramos para
avituallarnos de los típicos souvenirs.
No sé lo
que hará la gente que viene a pasar varios días, supongo que a
beneficiarse del ocio montado en el pueblo: casinos, cines, etc...,
pero lo que son las cataratas en sí, ya hemos terminado con ellas en
unas tres horas. Así que iniciamos el camino de regreso al hotel
pensando en dedicar la mañana de mañana al solaz descanso que nos
merecemos. Es ahora cuando nos vienen las imágenes del hotel, la cómoda
cama, las vista y el jacuzzi. Por la noche las iluminan, pero no creo
que vengamos. Trataremos de verlo desde la terraza de la habitación.
Mientras damos nuestros últimos pasos por el paseo podemos
notar
la como el sol también se recoge y nos deja esta hermosa imagen de sus
últimos rayos sobre el velo de novia.
Atravesamos
el parque por el que ya pasamos a la ida, pero esta vez nos fijamos en
los rosales y su decoración. La curiosa rotonda y poco después entramos
en el hotel.
Cenamos poco después en el mismo
hotel. Esta vez nos pegamos un homenaje con una copiosa cena, con
cangrejo de Alaska - que creo que es de los pocos que me faltan
por probar -. Como no nos estamos de nada, la cena sale por
121$
tras incluir la propina. Es nuestra última cena del viaje. Mañana ya
comemos en el aeropuerto de Nueva York mientras esperamos el vuelo de
vuelta a casa.
Antes de acostarnos, me puedo fumar
un cigarro en la terraza disfrutando de la vista nocturna de Niagara
Falls, el pueblo. Parece un sitio con vida por la noche, como cualquier
sitio turístico. Y llego a ver la colorida iluminación en las cataratas
americanas (es la mancha del centro de la foto, que progresa, de
izquierda a derecha, en rojo-verde-azul). Suficiente para mí. Hoy toca
dormir sin despertador, aunque tampoco es que lo hayamos usado mucho en
este viaje, la verdad.