Día 14 (19/06/2008) Gran Cañón del Colorado


Antes   


   Tenemos pagada con Scenic airlines una excursión al South Rim del Gran Cañón del Colorado para todo el día, localizado en el vecino estado de Arizona, así que el plan para hoy es sencillo: sólo hay que estar a la hora (las 8:00) listos para que nos recojan en el hotel y, a partir de ahí seguir las indicaciones que nos den.

Visita al Gran Cañón del Colorado

   Cuando volvamos, y nos dejen en el hotel, tendremos la última noche en Las Vegas para acabar de ver lo que nos hayamos dejado durante los días anteriores.

Después


   Hoy nos toca madrugar para no perdernos la excursión al Cañón del Colorado. Desayunamos y a las 8:00 estamos plantados en la recepción de nuestro hotel. Mientras esperamos hay algo que me mosquea: eso de que te pasen a buscar al hotel es algo habitual y fácil, pero no estamos en un hotel habitual y fácil. Estos hoteles parecen más una ciudad en sí. Así que me comienzo a preguntar sobre el sistema de recogida, ¿hacen cola en la recepción y preguntan por nosotros?. Pero en ese caso sólo podrían contactarnos llamándonos a la habitación porque no van a ir por lo que normalmente entendemos por vestíbulo del hotel preguntando en voz alta nuestros nombres, ya que ese "vestíbulo" es aquí un inmenso y concurrido casino, con tiendas y restaurantes.

Mapa del Hotel Excalibur    Me empiezo a poner nervioso con esas reflexiones y les digo a Eva y Trini que se queden allí mientras voy a mirar en la entrada. Pero allí no encuentro nada, más que el ir y venir de coches y aparcacoches de cada momento de cada día. Cuando vuelvo a reunirme con ellas ya pasan más de 15 minutos de la hora de recogida y no tenemos noticias de ningún tipo, así que decido hacer cola en recepción para preguntar cómo suelen funcionar este tipo de excursiones. Me comentan que lo normal es que pasen por un lugar exterior llamado "Rotunda" y me indican cómo ir. Salimos hacia una zona abierta, como una especie de puerta trasera, en la que domina - cómo no - una rotonda. Hay un minibús cargando a gente, pero no es el nuestro. Ya han pasado 20 minutos de la hora y nos quedamos esperando como única cosa a hacer, pero ya estoy convencido de que han pasado. Me confiaba en que, como ellos tenían mi número de teléfono, me llamarían, pero pienso que no se deben molestar mucho teniendo en cuenta que ya está pagado, vayamos o no. Así que decido llamar al teléfono del recibo que me enviaron por email y me confirman que el autocar pasó y dio aviso de que faltaban tres personas. Yo les digo que pienso ir directamente al aeropuerto y me dicen que si llego a tiempo para subirme a la avioneta no hay problema. Así que salimos aprisa hacia la puerta principal, la de los aparcacoches, donde también hay una parada de taxis. Hacemos una pequeña espera en la cola, que se me hace eterna, y, una vez en el taxi, le indico al conductor que nos lleve al aeropuerto. Afortunadamente, sale en el mapa que tengo del Strip y está realmente cerca, así que me relajo un poco porque creo que ya está solucionado todo. Le explico nuestra aventura de buena mañana al taxista para justificar el estado de agitación y sudor que nos envolvía, pero él me comenta que me asegure bien porque esas excursiones no suelen salir del aeropuerto internacional de la ciudad al que nos dirigimos: McCarran. Vuelvo a llamar para confirmar este punto y, efectivamente, me comentan que el aeropuerto es otro y me intentan decir donde está, pero como yo no conozco el desierto no puedo localizar nada con los puntos de referencia que me dan. El taxista me alarga la mano desde el asiento de delante con clara intención de que le preste el teléfono y yo así lo hago. Me quedo contemplando como se aclaran entre ellos y decido que eso sólo puede llegar a buen término. Cuando acaba, el taxista me devuelve el teléfono y me comenta que el aeropuerto en el que trabajan está bastante lejos y que la carrera me costará unos 50$. Yo le digo que sigamos para adelante y es que 50$ no es nada: si no hiciéramos la excursión habríamos tirado a la basura 1050$ (350$ por persona).

Aeropuertos en Las Vegas

   El taxista es buen tipo, se aplica y hace un esfuerzo para llegar a tiempo. Además ya ha negociado con ellos que nos esperen porque vamos para allá y me comenta que jamás ha ido a ese lugar, pero que ya lo tiene marcado en su GPS. Ahora sí, todo está arreglado. Nos relajamos pensando en que hemos podido solucionar el tener que pasar todo el día en la piscina a un precio extremadamente caro.

   Cuando llegamos vemos tres módulos blancos, como contenedores de barco con un par de ventanas y una puerta, en medio del desierto y... y ya está. ¡No hay nada más! Ni una persona, ni un perro, nada. Viendo el panorama nuestro conductor, que nos había cobrado menos de esos 50$ por la carrera pero al que yo le di el billete entero por habérselo ganado con creces, nos dice que miremos y que no se irá hasta que le digamos que todo está bien. Un detalle que nos da la seguridad de no quedarnos en el desierto tirados. Probamos la puerta del primer módulo y está cerrada, la del segundo también y la del tercero abre ¡Esto parece un macabro concurso, ostias! Dentro hay una minúscula sala de espera: aquí es. Preguntamos por nuestra excursión y estamos a tiempo, así que salgo a indicarle al amable taxista que se puede ir.

Aeropuerto Scenic airlines    La sala de espera es la terminal del aeropuerto en sí. A la derecha está lo que sería la cafetería y restaurante, que aquí se traduce por una máquina de café y una de chocolatinas y patatas fritas. Justo al lado de la tienda de regalos: un mostrador con llaveros, postales y otros pequeños souvenirs. Los mostradores de facturación se traducen en una chica joven tras una mesa y la puerta de embarque, justo al lado de esa chica, es también la puerta de salida al exterior, donde está aparcada la avioneta. Me dirijo a esa chica con la intención de mostrar mi disconformidad por no haber entrado al hotel o llamado al no encontrarnos en la dichosa "rotonda" o por no haberme comentado algo sobre donde estaban cuando en la primera llamada le indiqué que nos dirigiríamos hacia el aeropuerto directamente. ¿De verdad entendió que cuando decía "aeropuerto" me refería a esa yerma parcela en el culo del desierto que no conocen ni los taxistas de Las Vegas?. Sin embargo, antes de atacar, cuando nos estoy identificando como los que hemos tenido la primera aventura del día antes de comenzar la excursión, decide atacar ella. Me dice que sabe quiénes somos que le demos los pasaportes y que tendríamos que haber estado a la hora. Yo le respondo que hemos estado esperando en el hotel desde mucho antes de la hora, pero que no sabíamos que la recogida era en un punto concreto. El ataque de la chica llega a su punto culminante cuando me dice, textualmente, que no era tan difícil cuando habiendo recogido a decenas de personas al día durante años somos los primeros que se pierden la recogida por no saber dónde es. Esto se traduce claramente por la expresión "idiotas perdidos". Yo le intento rebatir con que a los demás sí les dirán donde esperar, pero me siento derrotado y recojo los tickets y pegatinas que me da y me los llevo pensando "¡encima de que no se han interesado lo más mínimo por traernos se ponen bordes!". Pero ya está hecho, ya me he ido agachando las orejas y, como suele pasar en estos casos, acabo criticándola a la espalda y diciéndole lo que no le he dicho cuando se lo explicaba a mi mujer y hermana. ¡Vaya mierda de reclamación!. Dejémoslo, disfrutemos de la excursión gracias a que nos han esperado. Aunque algo me indica que no nos han estado esperando cuando llevamos media hora en la sala de espera sin movimiento aparente.

Avioneta de Scenic airlines  Por fin nos dicen que embarquemos y los de ese grupo nos levantamos de nuestras sillas, con nuestra pegatina rosa fuerte en el pecho y salimos por esa puerta hacia la avioneta. En los tickets que nos habían dado, rosa fuerte también, ponía el asiento en el que sentarnos. Pero si el avión es pequeño por fuera, por dentro es de Pin y Pon y yo no consigo encajar mis piernas de metro y pico en el hueco que hay entre asientos. Viendo mis dificultades, alguien de la compañía, que deduzco por el uniforme, me ofrece sentarme en el último asiento, que es único y que, aunque tiene las mismas medidas con respecto al de delante que los demás, me permite colocarme cómodamente de lado.

   Ya una vez asentados una azafata se coloca en el pasillo para explicar las medidas de seguridad. Es una experiencia vivida en cada vuelo que hemos hecho en nuestra vida, pero aquí es algo diferente dado que sólo hay seis filas de asientos y la mujer no cabe de pie, con lo que lo tiene que explicar agachada y, además, de viva voz. Comienza el vuelo y, nada más despegar, ya vemos que vamos a poder disfrutar de unas maravillosas vistas desde las amplias ventanas. Todos sacamos las cámaras y comenzamos a disfrutar del paisaje, comenzando por las vistas del minúsculo aeropuerto que acabamos de abandonar en el desierto y cuya foto he puesto al principio. Nos reparten unos auriculares con los que seguir las explicaciones de lo que vamos viendo, comenzando por el lago Mead, que aparece de forma espectacular en medio del desierto. Destaca la presa Hoover, culpable del lago y de que a Superman se le muriera Louis Lane, antes de decidir salvarla por el poco ortodoxo método de viajar atrás en el tiempo haciendo cambiar el sentido de la rotación de la Tierra. Una idea muy kryptoniana, pero muy poco científica. ¿Nadie ha pensado que, dado que la fuerza de la gravedad está generada por esta rotación, lo que en realidad estaría consiguiendo el superhéroe es que todos los habitantes del planeta comenzaran a flotar hacia el cielo para luego, al volver a hacer girar la Tierra, cayeran de golpe, matando a millones de personas? ¡Vaya cagada la de Superman!,¿no?. En fin, en la película sale bien, aunque obvien la respuesta a la pregunta: ¿quién está salvando ahora la presa y el tren mientras te paras a charlar con la resucitada señorita Lane?

Presa HooverVistas de la presa Hoover

















   Nada de esto se explicaba en la audio-guía, evidentemente, la gente que las hace no es tan friky como yo, y poco después pasaríamos a los impresionantes y espectaculares paisajes del Cañón del Colorado. El río Colorado se ve como una mierdecilla (concepto poco utilizado en geografía) y resulta increíble pensar que haya podido abrir esta brecha en su curso a través del desierto. El avión está en silencio, y es que cada uno está absorto con las enormes cicatrices hechas en la tierra por la naturaleza. En las fotos se puede apreciar cómo, lo que sería un vasto terreno llano y estéril, se ha transformado en una de las maravillas naturales del mundo y únicamente se ha necesitado el tránsito continuado de un "pequeño" caudal de agua y muchísima paciencia.

Vistas Gran Cañón del ColoradoVista del Lago Mead
















   El vuelo se hace muy corto cuando estás entretenido contemplando algo tan maravilloso. Bajamos ansiosos del avión pensando que lo que toca ahora es ver aquello de cerca. Sin embargo, nos suben a un autocar y nos reparten unas estradas que nos explican que deberemos entregar en el cine. Según se ve vamos a ver una película antes, lo que supone una pequeña decepción, ya que tardaremos un poco más en estar frente al Gran Cañón.Vistas Gran Cañón del Colorado

Vistas Gran Cañón del Colorado
















   Nos apeamos de nuestro nuevo vehículo en lo que parece ser el Visitor's Center de Grand Canyon National Park y nos dirigen a hacer una cola en ese cine donde nos comprueban las entradas. La corta espera nos toca cerca de la máquina de palomitas, cuya vendedora está usando su olor como reclamo infalible. Infalible también para nosotros, que nos pillamos un gran recipiente de cartón y una gran vaso de coca cola. Nos preguntan con qué queremos las palomitas y, como ya tengo las bebidas, busco la respuesta por otro sitio. Resulta que les pueden echar una diversidad de condimentos cuya lista le hago recitar y parar en cuanto menciona el queso. ¡Palomitas con queso!

   A los 10 segundos de película ya habíamos acabado con nuestro suculento pica pica. La película en sí resulta ser un documental sobre el Gran Cañón del Colorado con ciertos tintes comerciales que no entiendo, puesto que los que estamos allí ya hemos sido convencidos de las ventajas que tiene visitar esa maravilla, puesto que lo estamos haciendo.

   Al salir del cine y volvernos a subir al autocar le pregunto a un guía por nuestra primera parada: vamos a ir a un mirador del cañón. ¡Ahora nos entendemos!.

   El cañón del Colorado es enorme, tanto que comprende varios estados. Involuntariamente ejerce de frontera natural, ya que el transporte por tierra se ve truncado ante tremendos desfiladeros. Así las cosas, la forma de visitarlo está acercándose a algún borde y si se quiere recorrer, también ha de ser bordeándolo. Por lo tanto se han definido cuatro puntos en los que visitarlo, fáciles de entender si encuadramos su localización. Si tenemos en cuenta que el vocablo inglés "rim" define precisamente "borde", tenemos que cuando hablamos de esos cuatro puntos: West Rim, South Rim, North Rim y East Rim, en realidad estamos indicando en qué lado de ese imaginario cuadrado nos colocamos. El lado Oeste es el más cercano a Las Vegas y hay multitud de excursiones por carretera y, por lo tanto, más baratas. Sin embargo está reconocido como mejor lado el Sur, que es en el que estamos, y que ya requiere transporte aéreo para visitarlo en un día. Es más caro, pero yo no privaría a nadie de esas vistas desde el aire.

Vistas del Gran Cañón del Colorado desde el aire

   Así que cuando bajamos del autocar en un mirador de este lado Sur, que se promete como el más espectacular, estamos ansiosos por contemplar el paisaje. Sin embargo, éste sólo nos devuelve piedras y coníferas. Hemos de caminar un poco para esparcirnos por la zona y acceder a las terrazas, donde se han colocado barandillas, en los límites de ese borde. Hay que hacerse hueco entre multitud de visitantes para tener tu momento de estar abocado a tan magnífico balcón. La visión de tan magno escenario es abrumadora, ya no es que la cámara no te sirva más que para pequeños detalles entre tan vasto paisaje, sino que los ojos tampoco son suficiente para abarcarlo todo.

Vistas desde el mirador del Gran Cañón del ColoradoGran Cañón del Colorado entre pinos
















   Una particularidad de estas grandes "heridas" en la tierra es que se crea una gama de colores, como si quisieran indicar la profundidad gráficamente y, en algunos puntos, la tierra se muestra roja, como en carne viva.

El Gran Cañón del Colorado

   El paisaje es grandioso, pero el sol y el aire caliente castigan al turista. Te quedarías horas contemplando ese quieto y mudo espectáculo, pero a la sombra y sentado. Nos han dado tiempo de sobras para disfrutar de él e incluso intentar encontrar rutas a puntos menos concurridos donde observar la amplísima abertura en la tierra. Luego llega la hora, nos dirigimos hacia el aparcamiento donde está nuestro autocar, junto con muchos otros, y entramos en la caseta de piedra que está junto a ellos para aliviarnos en el lavabo y refrescarnos un poco. Me hago con algo de documentación sobre la zona que, al parecer, se llama Tusayan. La siguiente etapa ha de ser para ir a comer.

Mirador del Gran Cañón del ColoradoVistas desde el mirador del Gran Cañón del Colorado
 















   Paramos en un hotel grande. Su tamaño no viene dado por un enorme edificio, sino por una gran extensión con pequeños bloques de dos pisos. Supongo que es un diseño más práctico para un lugar donde sobra el espacio. Entramos en uno de esos bloques decorado por dentro con motivos de caza. En el piso de arriba está el buffet. Me alegro de que sea buffet porque tengo hambre, aunque ya a simple vista se ve que no es comparable a ninguno de Las Vegas. Hay poca variedad y sin lujos, pero a mí, habiendo pasta, me sirve para saciarme. La comida entraba en el precio de la excursión.

   Con tiempo para comer y fumarme un cigarro en el exterior, nos llaman a filas para volver al autocar. Esta vez vamos a otro mirador. Repaso la documentación que me he agenciado y que resulta suficiente para localizarnos. El mirador en el que estuvimos antes de comer se llama "Mather point", y es al que pertenecen las fotos de arriba. Ahora vamos al "Yavapai point", y se corresponde con las fotos de abajo.

Yavapai point en el Gran Cañón  En esa especie de cabaña de piedra que se ve al filo del precipicio hay una gran tienda de souvenirs, la mayoría con motivos indios, en la que nos hacemos con algunas cosas, incluyendo unas semillas de Joshua Tree que pienso plantar. El paisaje no difiere mucho del anterior, lo que no signifique que desengaña, porque cualquier salida a estas vistas es suficiente para dejarte un rato ensimismado. Las imágenes son preciosas, pero es el tamaño lo que impone. Te ridiculiza hasta el extremo de rendirte ante algo así.

   Antes de esparcirnos por el mirador, el guía nos indicó que esta zona es una reserva de los pocos cóndores de California que quedan. Podemos verlos volar a lo lejos. No es que estén juntos, debe haber decenas de kilómetros entre los dos ejemplares que planean por el cañón, pero es este paisaje, abierto hasta donde alcanza la vista, lo que hace que se pueda detectar fácilmente cualquier objeto en el aire.

Cóndor de California en el Cañón del Colorado

   Sin embargo, cuando nos íbamos a ir, uno de ellos comienza a acercarse. Yo no me quiero marchar sin una foto de un cóndor y espero con paciencia hasta que, entre muchas que hago, consigo una decente. La pongo aquí abajo.

cóndor de California en Gran Cañón   Todavía nos da tiempo a ver alguna ardilla y contemplar un lagarto antes de volver al autocar en lo que ya sabemos que será nuestro último trayecto en Arizona: la vuelta al aeropuerto.

   No creo que se pueda añadir más a lo que ya se ha dicho de este monumento de la naturaleza. Te dan ganas de ir a todos los miradores que existen y volver para visitar el resto de lados de ese cuadrado que comentaba.

   Las vistas desde el avión, a la vuelta, aparecen transformadas por la nostalgia. En esta ocasión nos estamos despidiendo de esta maravilla. Al menos, me vuelven a ceder un asiento sólo para poder ladear las piernas y caber.

   Todo es más rápido ahora en el aeropuerto, nos preguntan a todos por el hotel donde estamos y nos agrupan según destino en unos minibuses. Nosotros vamos con unos ocho japoneses que se apean en el Montecarlo. Después nos toca a nosotros en el Excalibur. Nos damos un tiempo de asueto y descanso en la habitación, conscientes de que todavía nos quedan cosas por hacer: hemos de ir a Fremont Street y visitar el Luxor, que lo tenemos al lado e incluso está comunicado por dentro con nuestro hotel. También tenemos que cenar.

Hotel Excalibur por la noche    Sobre las ocho de la noche salimos a recoger el coche para desplazarnos al Downtown de Las Vegas, fuera del Strip. Una vez pasado el Stratosphere, y siguiendo esa misma calle, comienzan a aparecer los iconos de Las Vegas, tan manidos en cine y televisión: capillas para bodas express, la clásica señal romboide con el "Welcome to Las Vegas" - sólo que ésta añade "downtown" debajo -, ... Y al llegar encuentro un gran parking. Aparco en el primer piso y pongo algunas monedas en el parquímetro que brota del suelo de cada plaza de aparcamiento. Ya a pie, salvamos los veinte metros que nos separan de la luz de Fremont Street por un callejón oscuro donde algunas figuras parecen advertirnos de la diferencia de ambiente con respecto al Strip: un hombre gritando a una prostituta, otro caminando, más cercano a un zombi que a una persona...

   Bajo las luces de Fremont Street uno se encuentra más seguro entre tanto turista, pero éstos se están marchando, pues hemos llegado habiendo acabado el show y nos encontramos la pantalla apagada. Es larguísima y nos quedamos con las ganas de saber cómo será de Freemon streetespectacular con video. Los casinos de los flancos iluminan sobradamente la calle. Muchas de estas luces son familiares para nosotros: la rosa del Golden Nuggets o el "Lucky Luke", hacia el que nos queremos acercar y que en la foto de la izquierda aparece a la derecha, pequeño, como una mancha multicolor. Pero cuanto menos turista queda más enrarecido se hace el ambiente y menos nos queremos alejar del coche. Así que hacemos alguna foto hacia la zona del fondo, sin llegar a ella, y vamos regresando poco a poco hacia el parking.

Fremont Street en Las Vegas
















    Supongo que mientras las imágenes se suceden por el techo, la calle estará a rebosar y el porcentaje de turistas será sobre el 90%. Cuando hemos llegado ese porcentaje estaría sobre el 50%, pero ahora ya ha disminuido y somos menos turistas que locales y, dado que no hay ningún policía en toda la calle, no queremos ser de los últimos en marcharnos.

   Iniciamos la vuelta al hotel, volviendo a pasar por las capillas. Decidimos parar en el Paris para cenar al haber descartado la opción de hacerlo en Fremont Street. Queríamos despedirnos con un buffet, pero nos dicen que está cerrado, así que acabamos, prácticamente solos en un japonés, junto a una cristalera que da a las fuentes del Bellagio y donde podemos comprobar la variedad de performances que tienen, dado que contemplamos cinco distintas durante la cena y no se repetía ninguna, y tampoco coincidían con las que habíamos visto previamente.

   Una vez de regreso en nuestro hotel y ya sin coche, recorremos los largos pasillos subterráneos que llevan al hotel Luxor. Una vez allí, los motivos egipcios se suceden. Salimos al exterior, tras atravesar enteramente su casino -cómo no -, para admirar la esfinge, las grandes estatuas y un templo. Detrás se encuentra la pirámide, que al ser negra se funde con la noche y se hace notar por los mágicos reflejos de las luces de esta ciudad en sus paredes acristaladas. Bueno, y por algo más: un potente haz de luz se emite desde su punta hasta el cielo. Nosotros nos encontramos ante la fuente emisora, pero esta luz proyectada hacia arriba es visible desde el desierto, ya fuera de la ciudad.

Hotel Luxor en Las VegasPirámide del Luxor
















Interior del LuxorInterior del Luxor

















   Doy una vuelta completa a la pirámide resistiéndome a marchar, puesto que es la última visita y, por lo tanto, la despedida a esta ciudad diseñada para pasarlo bien y, por qué no decirlo, para que los dueños ganen más dinero.

   Nos vamos a dormir conscientes de que a nuestra última noche en esta ciudad le sucede la primera noche en otro lugar. Mañana nos toca ruta por el desierto.