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Día
2 (7/06/2008) Washington y traslado a Filadelfia
Antes
Las visitas que
queremos hacer en Washington se concentrar en
una T invertida del mapa.
Si, además, el día anterior hemos visitado la Casa Blanca y
el
edificio Hoover, tenemos la mañana para dedicársela únicamente a la
parte horizontal.
Por lo que he leído sobre el jet lag, alrededor de las 5/6 de
la
mañana ya tendremos los ojos abiertos como platos. Yo puedo aprovechar
para dirigirme al obelisco (Washington memorial), donde hay un mirador
y hacer cola para recoger unas entradas para ese día. Las entradas se
reparten a partir de las 7:00 porque el número de visitantes por día
está limitado. Cuanto antes llegues antes tendrás la visita. Yo tengo
que llegar temprano porque sólo me valen los horarios de mañana, por la
tarde ya estaremos en otro estado.
Me
he hecho este mapa para planificar las visitas:
Los
números muestran
los puntos de interés:
0 - Hotel Hilton Garden Inn. Nuestro
punto de partida.
1- La Casa Blanca. Se debería haber visitado el día anterior
2- El Capitolio. No se permiten visitas al interior en fin de
semana. Como será sábado, lo veremos por fuera.
3- Lincoln memorial.
4- Washington memorial. Toca madrugar si queremos conseguir
una entrada para subir al mirador.
5- The Mall. En realidad es una calle llena de museos, con el
Capitolio en una punta y el obelisco en la otra.
6- Museo de aviación y el espacio. Después de repasarme todos
los
museos, éste ha sido elegido como el más interesante con diferencia.
Nos atraía mucho una exposición permanente del Museo de Historia
americana llamada "Tesoros de América" donde algunos de los objetos
son: los zapatos de Judy Garland en "El mago de Oz", C3PO y R2D2, la
rana Gustavo, una pipa de Einstein, un vestido de Marilyn, etc... Poco
después descubrí que durante las fechas que vamos a estar allí, ese
museo estará cerrado por reformas y la exposición se la llevan al Museo
de la aviación y del espacio precisamente. Un golpe de suerte.
Es posible que tengamos tiempo de cruzar el río y visitar el
cementerio de Arlington y, tal vez, pasarnos por el Pentágono.
Todas las visitas y entradas en Washington son gratuitas.
Después de comer nos encaminaremos hacia el condado de Lancaster, en
Pensilvania, para ver de pasada a los amish, y de allí a Filadelfia a
descansar. Si llegamos con tiempo miraría de pasar por el Museo de
arte. No queremos entrar, simplemente hacer el bobo en las escaleras
emulando a Rocky. Hay una estatua conmemorativa de esa escena en las
afueras del museo y he localizado vídeos de gente que va a allí a hacer
eso mismo.
En total son unos 138 Km, que deberíamos hacer en
2 h 20'.
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Después
Llegar tan tarde el día anterior nos había privado
de las
pocas
visitas que teníamos planeadas para antes de hoy y, además, como
estábamos tan cansados, eso de que a la 5:00 íbamos a estar totalmente
despiertos ha estado lejos de la realidad. Emprendemos la salida del
hotel algo pasadas las 9:00, eso sí, bien desayunados y con el checkout
hecho. El coche y las maletas se quedan en el hotel hasta que nos
vayamos a mediodía. Los bombones al final han caído por la mañana, pero
el champán se ha quedado entero.
Me ha sorprendido que el botones, cuando me ha preguntado de
dónde éramos y le he contestado que de Barcelona, me haya respondido
!Ronaldinho!. No creí que supieran de mi ciudad, y mucho menos de
fútbol. En fin, por fin vamos a empezar a visitar sitios. Pero al salir
por la puerta nos recibe un guantazo de calor que ya nos hace añorar el
aire acondicionado del hotel.
Nos encaminamos hacia la Casa Blanca que está cerquita,
mientras
pienso cómo me lo voy a montar para ver Washington en menos de 5 horas.
Empezamos a ver edificios chulos y, con ellos, toca poner las cámaras
de fotos a trabajar. La Casa del Tesoro por aquí, por allí asoma el
obelisco, para el que ya he desestimado el conseguir entradas, y
recogemos un folleto de esos autocares sin techo en el segundo piso,
para turistas, que repartía un tipo en una de sus paradas. Llegamos a
las vallas que circundan la Casa Blanca y sus enormes jardines. No nos
vamos a poder acercar más, así que intentamos sacar las mejores fotos
con el zoom.
Mientras ellas echan fotos yo le voy dando vueltas al
folleto.
Una de las cosas que no había ligado para ese día era el tema del
transporte. El coche se ha dejado en el hotel porque sabía de antemano
que no era una opción el poder aparcarlo en cada punto y, aunque en el
mapa se ve todo concentrado, las distancias son realmente enormes, y el
calor tan enorme como ellas o más. Así que volvemos a la parada. En el
folleto ya pone que cuesta 34$ cada uno, que vale para dos días, que
tiene aire acondicionado y que el recorrido completo tarda 2 horas, que
son muchas, pero que la mayoría las gasta yéndose a la otra punta para
ver la catedral. Si evito ese recorrido, me quito más de la mitad. El
tipo me entra de nuevo, yo le digo que me parece caro, que aunque el
ticket es válido para dos días nosotros sólo vamos a poder usar medio.
Me dice que entonces serían 26$ y yo le digo que vale. Unos 15€ y
resuelvo los desplazamientos e incluso es posible que gane algo de
tiempo. Además, cuando compruebo el ticket, dice claramente que es
válido para dos días. ¡Lástima que lo que le he dicho es verdad!.
¡Venga, a aprovechar el tiempo!
El aire acondicionado del autobús es una bendición, pero
somos
turistas, así que nos jodemos y nos vamos al piso de arriba, que está
casi vacío y ya se yo bien porqué. Con agua, y el airecito que te viene
con el bus en marcha no se está tan mal, aunque pronto descubro que el
tramo largo que me había propuesto evitar es precisamente el que
estamos haciendo. En fin, estoy sentado y a gusto, viendo cosas nuevas
¡ya haré algo bien algún otro día!
El trayecto es entretenido, vemos edificios clásicos
diferentes,
edificios modernos diferentes, un parque muy mono, y diferente, en este
caso porque en lugar de los típicos bancos para sentarse está plagado
de tableros de ajedrez a los que les ha crecido una pata de piedra,
que los une al suelo, y dos asientos. Un puente muy grande y alto, y
diferente, porque abajo, muy abajo, lo único que hay es un enorme
bosque, casi selvático. Un par de estatuas, y... normales. Las estatuas
son más o menos iguales en todos lados: un tío a caballo. Un par de
mezquitas y la catedral, que es una buena réplica de la de Notre Dame,
a la que le hacemos unas fotos sin bajarnos del autobús (de ahí viene
la
expresión).
Éste la rodea completamente y se marcha. En el camino de vuelta pasamos
por el barrio de las embajadas, una al lado de la otra, todas
diferentes (por supuesto). Cada una a su estilo, todas ocupando
edificios muy coquetos. Por fin localizamos la española, que ha cedido
la coquetería a las demás, por decirlo de alguna manera. Luego un
barrio de tiendas. Hasta ahora no habíamos visto ninguna, estaban todas
aquí. Recuerdo que Washington es una de esas pocas ciudades diseñadas,
esto es, se dibujaron, se construyeron y luego se llevó a la gente
allí. Por eso está todo muy organizado, aquí no se ha improvisado.
Tras casi una hora en el bus (y prácticamente no hemos
empezado)
llegamos a la primera de nuestras paradas: el Lincoln memorial. El
calor acelera nuestra llegada al monumento porque hace insoportable el
estar en la calle al descubierto. Nos preguntamos si habría aire
acondicionado dentro y la respuesta es que no, pero el diseño de
antiguo templo griego hace que se esté fresquito. El frescor es natural
y la luz también, que entra por el curioso techo. El enorme Lincoln
silente es impresionante, y las vistas desde la entrada también,
directas al obelisco y a la alargada piscina que lo refleja. ¡Sólo
falta Forrest Gump!
Aquí todo son memorials. Los árboles que se ven a ambos lados
del
lago artificial en la foto son parte de un parque salpicado de ese tipo
de monumentos conmemorativos. El memorial de la guerra de Corea son
tres soldados de bronce, el de la de Vietnam dos muros de mármol negro
cubiertos de nombres, los de los fallecidos. En la sombra ya hace
calor, pero si sales de ella te quieres morir, así que, decididos a
continuar nuestro camino nos metemos en una especie de kiosco circular
que es una tienda de souvenirs que se alimenta habitualmente de
turistas que buscan llevarse un recuerdo y, hoy particularmente, de
gente que busca su aire acondicionado. Compramos algunas cosas, pero en
el fondo no queremos salir. Hay que hacerlo: no es que nos sobre el
tiempo.
Sé que pasa un autobús por la parada cada media hora. Como
se me
antoja mucho decido que podríamos llegar a Arlington simplemente
cruzando un puente, el mapa es claro al respecto. Vamos a la parte de
atrás del Lincoln memorial, allí hay dos puentes que nos pueden servir.
Eva y Trini se espantan al ver que no hay ni una sola sombra en el
camino por el que las quiero llevar y que, además, no parece estar
cerca. Abro el mapa para decidirme por uno de los dos puentes y una
chica que estaba haciendo footing se para para ofrecernos su ayuda.
¡Qué amable!¡y qué valor correr voluntariamente con la que está
cayendo!. Cuando le comento mis intenciones me indica el puente
correcto, pero me dice que está realmente lejos. Cuando me asomo un
poco para pillar una buena vista del puente realmente no veo el final
¡otra vez me ha engañado el mapa!. Las chicas están alarmadas acerca
del camino que quiero que andemos y, evidentemente, comulgo en ir a la
parada.
Tras una corta espera volvemos a estar en el bus,
esta vez
nos quedamos abajo, necesitamos el aire. El puente es realmente largo y
las vistas al río Potomac son muy chulas. El río es muy ancho y una
frontera natural ya que, al otro lado del puente, habremos cambiado de
estado. Ahora estamos en Virginia.
Las primeras vistas del cementerio
nos ofrecen algunas construcciones de piedra entre mucho verde. El
autobús para enfrente del Hall de acceso al cementerio en sí con
exposiciones y unos lavabos muy limpios, decorados con murales, que
usamos indiscriminadamente. Toda esta parte es cerrada y con aire
acondicionado también. Pillo un mapa. Hay dos puntos a los que me
gustaría llegar: la tumba de Kennedy, que nos queda cerca, y el Iwo
Jima memorial, la típica escultura de varios soldados enderezando una
bandera, que nos queda a tomar por... lejos. Tomamos aire y al
exterior. Pasamos por prados verdes repletos de organizadas filas de
lápidas blancas. Entre fotos llegamos a la tumba de JFK, que resulta
ser la tumba de los Kennedy. No me esperaba que Jacquelyn estuviera a
su
lado. Son lápidas horizontales negras, dos grandes para los padres, dos
pequeñas para los hijos, vigiladas por una llama. Para fuego el que
llevamos encima, volvemos rápidamente al centro de visitantes a por su
aire acondicionado. ¡Madre mía, no se puede estar fuera!. Evidentemente
le han dado por saco a Iwo Jima.
Somos turistas, creo que eso debería explicar por qué posamos
sonrientes en un cementerio. Gracias por dar la vida por sacar a los
nazis de Europa, pero es que estoy de vacaciones.
Decidimos esperar al bus sentados en el aire acondicionado y
yo,
de tanto en tanto, me levanto y me asomo a ver si ha llegado. En una de
estas rondas lo veo ahí parado. ¡Que no se escape, por Dios!. Aviso a
Eva y Trini y salgo corriendo para hacer que espere si es necesario,
pero una típica americana, esto es, negrita, obesa y con ese sentido
del
humor que hemos visto en varias de sus series (concretamente el de ella
me recordaba al mayordomo de "El príncipe de Bel-Air"), vestida con el
uniforme de la compañía de autobuses, me para al grito de "No corras,
no corras". Yo le hago caso pensando que tal vez no estuviera bien
visto en un cementerio, pero enseguida me lo aclara: "¡No corras, por
Dios, que con este calor me estás haciendo sudar a mí de verte!". Yo
todavía con mi tema le pregunto si no se va ya, ella me contesta:
"Tranquilo, hombre, tranquilo. Descansa, refréscate y, sobre todo, no
corras, que te vas a quedar en el sitio". Esa expresión significa lo
mismo en todas partes, pero si además te la dicen en un cementerio...
Las 12:00 aproximadamente, ¿a que al final lo consigo?. La
siguiente parada es en el Museo de la aviación y el espacio, allí es
donde estaremos más rato, pero estaremos protegidos por un más que
seguro aire acondicionado. Después sólo nos quedará el Capitolio, y por
fuera. Aunque me guardo una visita más por si hay tiempo (siempre tengo
una visita más por si hay tiempo, que suelo meter aunque no haya
tiempo).
El trayecto, esta vez, de nuevo, en el piso descubierto del
autobús, es más bonito si cabe que los anteriores. Pasamos por al lado
del obelisco, a la izquierda, y del Jefferson memorial, a la derecha.
Este último es muy bonito, pero queda apartado, lo podemos ver en la
otra orilla de un gran lago. Hay más monumentos que fotografiamos,
todos en marcha. Hasta que llegamos a la zona de los museos. Nos
sorprende uno, con una pirámide de cristal en el centro, tipo Louvre,
pero en pequeño. Ya habíamos visto Notre Dame, sólo les faltaría la
torre Eiffel y el arco del triunfo para tener París aquí, pero no, eso
estaba en Las Vegas.
El museo es inmenso. Lleno de aviones y cohetes. No son
maquetas,
son los de verdad. Tienen el techo lleno de aviones colgando. Entre
ellos veo el "Spirit of Saint Louis", el avión con el que Lindberg
cruzó
el Atlántico por primera vez desde el aire. ¡Qué pequeño!, para ser un
avión, se entiende. Hay mucho por ver así que nos organizamos un
recorrido. Entre muchas cosas están el primer avión y los prototipos de
los hermanos Wright, de hecho hay una sala entera dedicada a ellos con
una resconstrucción de su casa ¡a tamaño natural!, el módulo lunar y
los
vehículos de la expedición del Apolo XI en lo que fue la llegada del
hombre a la luna, el avión del Barón Rojo,....
Hay
una piedra lunar, que yo había leído que en este museo se podía tocar,
pero que va a ser que no. En un momento dado, giro por una pared y me
encuentro una reconstrucción de la estación de metro de Londres
"Elephant & Castle", eso no entiendo que hace ahí. En el piso
de
arriba detecto algo que creo entender que se refiere a la exposición de
"Tesoros de América" que estaba esperando ver, pero cuando llego sólo
hay un cartel, la sala está como en obras, con el paso cortado, y
completamente vacía de contenido. Bajo a la entrada expresamente a
preguntar en Información por esa exposición y me dicen que la han
quitado, le pregunto si en ese momento no hay ningún sitio donde pueda
verla y me dicen que no. Ante eso poco puedo hacer.
Decidimos comer en el museo. Hay una sala enorme y muy
luminosa
porque prácticamente es de cristal, con dos restaurantes de comida
rápida. Nos decidimos por el Boston nosequé. Cada uno pide el bocadillo
y/o ensalada que se le antoja con sus patatas, pollo y lo que sea. Lo
anotan en la caja y nos hacen pagar por adelantado: unos 10$ por
persona ¡Tirao!. Nos dan el ticket y nos dicen "número 12". Miro y,
pasando la hilera de cajas hay un mostrador enorme separado en
departamentos con un gran número arriba, el 12 estaba ahí mismo. Vemos
que hay una bandeja llena de cosas. Miramos alrededor, "¿quién se ha
dejado esto?", pero, poco a poco, nos vamos dando cuenta de que
coincide con lo que hemos pedido. ¿Perdona?. ¿De la caja aquí ya
tenemos la comida puesta?¡Pero si apenas hay 2 metros!. Y ni siquiera
hemos visto un humano. Parece magia. Pillamos nuestra bandeja, nos
damos cuenta de que los vasos son grandes, pero están vacíos. Miramos
alrededor para ver qué hacen los demás. Acabamos de descubrir la "barra
libre" de cocacolas. ¿De verdad me lo puedo llenar tantas veces como
quiera?. Pues sí. Y además, de unos diez tipos de cocacola diferente:
cereza, caramelo, miel,... yo que sé ¡Me voy a hinchar!
Estaba todo buenísimo. Salimos del museo hacia la parada.
Buf, no
me acordaba del calor. Pillamos el bus y dejamos que nos de todo un
rodeo antes de llegar al Capitolio. Durante ese rodeo hace una parada
larga en un parking de la estación de tren Union Station. Un edificio
bonito cuya visita me permite hacerle una foto a la versión americana
de un kiosco de prensa. Es la de la izquierda. Aquí es el inicio y
final de recorrido y hacen cambio de turno. Nos despedimos de nuestra
negrita, que ha estado haciendo bromas con nosotros desde que me vio
corriendo en Arlington. Enseguida nos ponemos en el Capitolio, damos
una
vuelta haciendo fotos y cuando casi estamos por la parte de atrás
aprovecho para sacar mi visita sorpresa: entre los siguientes edificios
está la Biblioteca del Congreso y tienen una de las pocas biblias de
Gutenberg que han llegado a nuestros días. Eva se queda en un banco a
la sombra viendo que donde señalo diciendo "Justo ahí" todavía no se ve
nada, y yo y mi hermana vamos a hacer una visita rápida. Mientras me
alejo voy mirando a Eva, hasta que la pierdo de vista. Estamos en
Estados Unidos y acabo de dejar a mi mujer abandonada en un
parque
sola: debo ser una mala persona... ¡Qué edificio tan chulo!. El
edificio
es un monumento en sí, más por dentro que por fuera. Esculturas,
barandas y escaleras de mármol blanco; luz natural entrando por
cristaleras rodeadas de paredes muy decoradas y, claro, también hay
libros. He cogido un mapa para
localizar el incunable. Está abajo, junto a otro libro medieval, muy
antiguo, escrito a mano. Éste es coloreado, con esas filigranas que le
hacían a la primera letra mayúscula y el resto de letras "dibujadas" en
tinta negra. El de Gutenberg, sin embargo, parecía más sobrio. En
realidad, sus páginas eran idénticas al otro con la excepción de las
filigranas. Sin dibujos, ni para la primera mayúscula, pero
increíblemente, el resto de letras parecían haber salido del mismo
sitio. Ahora podía valorar con más criterio el mérito de Gutenberg.
Pues ya nos podemos ir. Pasamos a buscar a Eva, que se había
quedado observando una ardilla y un pájaro y volvemos al hotel. La idea
es salir disparados para Lancaster a ver a los amish. Recogemos las
maletas y el coche y paramos junto al edificio Hoover, ya que nos
pillaba de camino. 5 minutos y ya estamos en marcha, hacia el norte.
Según mi mapa no debería haber problema ya que cerca teníamos una
calle
que subía hasta la autopista y la entrada estaba muy cerca. A ver si es
verdad que no nos perdemos. Y, efectivamente, no nos perdemos, pero ha
habido un accidente y tienen un trecho de la carretera cortado,
exactamente el trecho que incluye la entrada a la autopista, así que
nos toca buscar otra entrada, ¿pero cómo se busca otra entrada en un
sitio
que no conoces de nada? Pues lo único que se me ocurre es seguir a los
coches que se encuentran con el corte como yo esperando que
sepan y
quieran ir en nuestra misma dirección. Pero no, el coche que seguimos
iba para otro lado y volvemos a estar en la ciudad, o en su periferia,
pero esta vez sí, ya nos hemos perdido. ¡Para una vez que sigo bien el
camino!.
Vueltas y más vueltas por una zona periférica de Washington
que
poco tiene que ver con el esplendor del centro. Como observo que el
primer depósito de gasolina, con el que habíamos salido de Hertz, ya
empieza a escasear debido a tanta vuelta por estos lares decido parar
en
una gasolinera que veo. No hay prepago, lleno el depósito y recojo la
manguera mientras entra un coche con rap a toda pastilla del que salen
tres adolescentes de raza negra que visten como en las películas salen
los típicos pandilleros. No hace mucha gracia, pero pienso que son
prejuicios y me encamino a la caseta a pagar. En realidad no sé en qué
barrio estoy, por lo que no tengo referencias de donde me he metido, y
tampoco ayuda llegar a lo que creía una caseta y ver que está mejor
llamarlo bunker, donde un tío está encerrado y apenas se puede ver tras
dos gruesos cristales antibalas. Mientras tengo a uno de los jóvenes
esperando a mi lado hago un esfuerzo para sacar sólo un billete del
bolsillo, no quiero que vea más. Lo entrego a través de un cajón de
metal que se lleva el billete a las profundidades de ese oscuro lugar.
Se vuelve a abrir con su ruido metálico y unas monedas. Yo necesito
algo más de ese sitio, así que aunque el joven sigue esperando y el rap
le da banda sonora a toda la situación, me decido a activar un
intercomunicador para preguntarle al de la gasolinera por la autopista.
Me da unas indicaciones rápidas y salgo de allí dedicando una sonrisa
forzada a todos. Eva y Trini me comentan el tema y yo me hago el
machote diciendo que son prejuicios traídos de las películas y series
americanas, pero salgo de allí pitando.
Las
indicaciones son buenas y llego exactamente al mismo sitio donde he
estado una hora y pico antes, la policía sigue allí, pero ya se puede
pasar. Vemos trozos de coche esparcidos por todos lados y unas
banderitas
indicando restos en el suelo que no quiero reconocer. ¡Qué piñazo,
Dios!.
Una vez en la autopista, directos a Filadelfia. A Trini le hacía
ilusión ver los amish, pero le contesto que ya se está haciendo de
noche y, dado que son famosos por no tener electricidad, no íbamos a
ver
nada
igualmente a la hora a la que hubiéramos llegado.
Llegamos a Filadelfia sin incidencias, sobre las 20:00 y de
noche
ya. Nos reciben con fuegos artificiales que se pueden ver claramente
por el río Delaware que tenemos a la derecha. Parece que se han
enterado de
que llegamos. Otra vez hemos tenido que dejar las visitas de la tarde:
a los amish no los veremos en este viaje, y lo de hacer el Rocky - o
lo que es lo mismo: el idiota - en las escaleras del museo, tendrá que
ser mañana. El hotel está al lado del río y del puente, dos grandes
referencias que deberían evitar que me perdiera. Éste es uno de los
hoteles
que no tengo muy claro cómo va a salir. Aparcamos en su parking, el
botones nos lleva las maletas y la habitación es amplia y cómoda, con
unas vistas del puente Benjamin Franklin alucinantes. Todo un acierto.
De hecho esta foto está hecha desde la habitación, ya sin fuegos
artificiales:
Preguntamos por las opciones de salir a cenar: tenemos que
rodear
el hotel y seguir el nacimiento del puente por debajo hasta llegar a
una calle animada, llena de locales. Así lo hacemos y el trayecto hasta
llegar a esa calle es realmente oscuro y solitario, vamos, que si en
vez
de la realidad se nos ve en una pantalla con música de tensión
acojonaría a cualquiera. Parece el principio de un capítulo de "Caso
abierto" que, por cierto, transcurren todos en esta ciudad. Vemos pubs
y
locales llenos de gente, con alguna fuera fumando en cada puerta. Sí
que
es una calle animada, y con todos los edificios bajos y con ladrillo,
que le da un aire especial, pero nosotros buscamos el restaurante que
nos ha
recomendado el del hotel. El mejor sitio donde comer cangrejo de la
ciudad, lo ha etiquetado. Y llegamos. En un alarde de
coherencia está
justo debajo de un letrero
con un gran cangrejo. Dinardo's famous seafood, se llama (http://www.dinardos.com).
Nos ponemos ciegos de marisco, comemos de
grandes y buenas raciones y, dado que no nos estamos de nada, resulta
ser una cena cara: 157$ los tres, que hacen unos 52$ por persona. Aquí
aprendemos como va lo de la propina: con un boli escribes lo que dejas
de propina y el total que te da, en este caso 188$. Salimos pasada la
medianoche, pero
nos vamos a dormir con el estómago muy satisfecho.
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