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Día
15
(20/06/2008) Death Valley
Antes
Salimos de Las Vegas por donde llegamos, la I15, y
pillamos la ruta 160 hasta el Death Valley para entrar por el Sur, en
Shoshone.
En el Parque Nacional del Death Valley hay
muchas cosas para ver, pero las que nos hemos marcado como
imprescindibles son:
1 - Badwater Basin: Un mar de sal que
se encuentra en el punto con latitud más baja del hemisferio Norte. Es
uno de los puntos más calurosos del planeta y fácilmente se superan los
50º en verano.
2- Zabriskie Point: Uno de los miradores más espectaculares
del Death Valley, junto con Dante's Peak
3-
Furnace Creek: Aquí está el Visitor's Center, donde nos entregarán
mapas e información sobre el parque. También es uno de los pocos
lugares habitados, por lo que todo apunta a que comeremos allí.
4-
Rhyolite: Es un pueblo fantasma. Durante la fiebre del oro vinieron
muchos buscadores y se creó este pueblo que comenzó a crecer, hasta
que, acabado el oro, la gente emigró rápidamente quedando el pueblo
abandonado en este inhóspito lugar.
Tengo otros
puntos de interés que no entran en esa lista por formar parte de una
ruta más larga y a los que iríamos si nos sobrara tiempo:
5-
Mesquite Flat Dunes: Son unas
dunas de arena, parecidas a las del Sahara. Aquí se rodaron las escenas
en el desierto de "El retorno del Jedi".
6-
Scotty's Castle: Un castillo que se construyó un millonario y que
resulta muy pintoresco en medio de este desolador paisaje.
7-
Racetrack: Me encantaría llegar hasta aquí, pero se encuentra en uno de
los puntos más remotos del parque. Es una explanada de barro donde hay
grandes rocas que dejan el rastro de su avance por el mismo. Durante
años, este movimiento de las rocas resultó un misterio. Al final, una
combinación de viento con momentos del año en el que este barro está en
su momento de mínima fricción hacen que las rocas avancen con una
lentitud de metros por años, pero dejando las marcas de su, hasta hace
poco, inexplicable avance.
Después, dependiendo de
hasta dónde nos haya dado tiempo de llegar, podríamos salir por
diferentes puntos. No tenemos reservado nada para esa noche porque la
idea es llegar lo más cerca posible de Yosemite. Pero los lugares más
probables para pasar la noche serían, por este orden: Lone Pine, Big
Pine y Bishop.
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Después
Lo de madrugar no es lo nuestro. No me cansaré de
repetirlo, y menos cuando nos ponemos en ruta, una vez desayunados y
con el checkout hecho, pasadas las 11:00h. Lo primero es llenar el
depósito porque la palabra "desierto", que es donde vamos a pasar el
día, no invita a pensar en una gran oferta de gasolineras. Al principio
el camino es
conocido, puesto que llegamos a Las Vegas por esta misma ruta, pero
andamos atentos a las salidas hasta encontrar la que indica "Death
Valley". A partir de ahí entramos en el holocausto.
No, no nos pasa nada, es simplemente que no hay rastro de
vida.
Se trata de conducir por rectas infinitas, bien asfaltadas, pero sin
encontrar ningún vehículo, ni ver persona ni animal alguno. Vida, lo
que llamamos vida, la componemos nosotros y los Joshua trees que nos
acompañan a los lados. Conducir por aquí es divertido ahora, la primera
vez, pero si tuviera que hacer esta ruta a menudo no sé hasta qué punto
podría vencerme esta monotonía. No, en serio, es como meterte en un
coche entre dos rollos de fotos de joshua trees y que alguien hiciera
girar los rollos dando sensación de movimiento, pero sin que el coche
se mueva. Por eso nos resulta increíblemente curioso que donde en
nuestras carreteras está el arcén, aquí hay un espacio algo más
estrecho y, cada tanto, una señal indica que es un carril bici. ¡Por el
amor de Dios! ¡El que corra en bici por aquí se está jugando la vida!.
Es lo de la foto: una recta infinita para ir en bicicleta.
Y así transcurre la mañana. Sólo hacemos dos paradas: una
para
posar con los Joshua trees y que Eva pruebe a conducir el coche y otra,
50 kilómetros después, para que Eva me devuelva el volante diciendo que
no puede ser más fácil: no ha tenido que frenar, ni que cambiar una
marcha, ni que mover un milímetro el volante... ¡en 50 Kms!. Ni
siquiera le encuentras sentido a usar los intermitentes al salir para
parar o al incorporarte.
Cuando cruzamos la
frontera del estado, con su "Welcome to California", sabemos que
estamos cerca del Parque Nacional. Sin embargo, esa extrema facilidad
en la conducción no ha sido óbice para equivocarme de camino. Cuando yo
tenía previsto entrar por el Sur, por Shoshone, me encuentro con la
Death Valley Junction (a la derecha en el mapa del principio). Puedo
seguir hasta
Shoshone unos cuantos kilómetros más, pero como vamos mal de tiempo
decido entrar ya al Death Valley.
Debo haber hecho esta ruta, o algo parecido:
O tal vez no, tal vez nos hayamos pasado Shoshone
sin darnos cuenta habiendo dado más vuelta por el Sur, porque hemos
tardado
demasiado. La
entrada del Parque es curiosa, pero congruente con un lugar desértico:
una pequeña caseta y una máquina para sacar las entradas, metida en una
gran carcasa grisácea. En la muy pequeña cabaña no hay nadie, ni se
pretende que lo haya: se trata de un lavabo, que usamos. En la máquina
introducimos una tarjeta y, tras descontarnos 20$, nos devuelve el
ticket, que también es la entrada. Éste indica que lo presentemos en el
Visitors Center para que nos entreguen el material. Van a ser las
14:00h y aún no hemos comenzado, así que me voy despidiendo de mis
aspiraciones por llegar hasta el Racetrack - si es que quedaba alguna -.
Seguimos esa carretera y, poco después, nos encontramos con
el
Zabrinski Point, bien señalizado y con su propio aparcamiento, donde
hay dos coches, ¡por fin señales de vida!. Una prueba de que el
holocausto sólo era aparente. Salir del aire acondicionado del coche al
exterior en el Death Valley es una de las experiencias a recordar de
este lugar: algo parecido a lo que se encontraría un esquimal que llega
al infierno.
Sopla una pequeña brisa. Aunque no sé
si es lícito usar la misma palabra, "brisa", para el viento agradable a
la orilla del mar y para este aire hirviendo azotándote en la cara y
los miembros. Así subimos una pequeña cuesta hasta un espacio redondo,
también asfaltado, que sería el mirador en sí. Hay dos parejas
confirmando las señales de vida que eran los coches. El paisaje es
espectacular: unas formaciones rocosas de color amarillo intenso nos
rodean y se abren en frente hacia la inmensa llanura con su mar de sal
que es el valle. Los colores de las rocas son curiosos: del amarillo al
marrón, pasando por todas las tonalidades de ocre que existen. La banda
sonora está compuesta únicamente por ese ligero movimiento de aire que
comentaba y nada más, rozando el silencio absoluto. Tras las fotos de
rigor, que he tratado de montar en la panorámica de abajo, nos volvemos
al coche. A diferencia de otros paisajes espectaculares, aquí no
sientes la invitación a quedarte horas contemplándolo: el paisaje no
tiene la culpa, el aire caliente sí.
A partir de este punto aparece la primera disyuntiva: hacia
atrás
tenemos el Dante's Peak, y delante hay dos caminos, el que nos lleva al
cercano Furnace creek, con el Visitor's Center y donde comer, y el que
nos lleva al imprescindible Badwater Basin. Eliminamos la primera opción
porque hay que retroceder y este mirador ya ha cubierto de sobras
nuestras expectativas. Decidimos finalmente ir al Visitor's Center a
entregar el ticket e incluso aprovechar para comer algo rápido y bajar
hasta Badwater después.
Así lo hacemos, y en el
Visitors Center, otro solitario lugar con un par de empleados en su
interior, nos dan mapas y documentación sobre el parque, que nos viene
muy bien, pero nos asusta un poco al leer el apartado sobre cómo actuar
en caso de picaduras de escorpiones o serpientes de cascabel. También
nos entregan una pegatina para poner en el parabrisas del coche e
identificarnos como "estos han pagado la entrada". Aprovechamos que
hemos pasado por Furnace Creek y que volvemos a pasar
de vuelta para parar a comer, Es un pueblo pequeñ... , bueno, tal vez
no sea ni pueblo, es una villa... no sé, es lo de las fotos:
Ojo, no he puesto un par de fotos de Furnace Creek - la
principal
localidad del Death Valley -, sino Furnace Creek en dos fotos. Ya está,
esto es todo.
Aprovechando que el restaurante es la
mitad del pueblo nos metemos a comer. Una gran barra ovalada en el
centro, música country, billares, hamburguesas o pizzas como únicas
opciones para comer... ¿hemos encontrado la América profunda?. Trini
come una de esas hamburguesas que vienen en un plato con todas sus
guarniciones y Eva y yo compartimos una pizza de salchicha y
champiñones. El local se llama "Forty
niner cafe", evocando a los "forty niners", que es como se acabaron
llamando a los buscadores de oro en referencia al boom que apareció en
1849. El equipo de fútbol americano de San Francisco también se llama
49ers. Con tasas y una propina del 15%, que ya incluyen ellos en la
cuenta, nos sale por 43,30$.
Ya con el estómago lleno nos toca ir para el
Badwater Basin, esta vez sí. Miro y remiro el mapa y no creo que nos dé
tiempo para añadir muchas más visitas a las que tengo marcadas como
imprescindibles, más bien tengo que agradecer que pueda hacer estas
últimas. La carretera que baja hasta ese punto del valle nos muestra
una vastísima explanada a la derecha y formaciones rocosas de
diferentes colores a la izquierda, hasta llegar a un área abierta para
aparcar. Aquí hay más coches y paramos frente al cartel que indica que
estamos a 855 metros bajo el nivel del mar. El coche indica 50º
en el exterior y Eva
no quiere salir de él. Yo y mi hermana queremos la foto en este
punto. Salimos corriendo y cuando hago la foto, diez metros más allá
del coche, la cámara ya está ardiendo. Poso junto al cartel de
madera con miedo, comprobando antes la temperatura del mismo, para
apoyarme o no. Afortunadamente la madera no recoge tanto el calor y se
puede tocar. Es lo único que lo permite. La foto de la izquierda
muestra el enorme lago de sal en el todavía mayor valle y, contra todo
pronóstico, tres descerebrados que se han adentrado en él. Si no fuera
por la temperatura yo también lo haría, pero es que ese "si no fuera"
es un impedimento gigante. Volvemos al aire acondicionado del coche. En
total, la visita ha durado un minuto aproximadamente, y las cámaras
echan humo, pero esta vez no es por el uso. Indescriptible,
extraordinario... pero vámonos de aquí.
Durante el
camino de vuelta veo el desvío a la derecha para recorrer la Artist's
Palette y, como nos pilla de camino, me adentro en él. La "paleta del
artista" es una ruta secundaria, como se deduce del estado de la
carretera, que recorre esas formas rocosas que hemos estado viendo,
mostrando
esa diversidad de colores que aquí tiene la tierra y las rocas. Resulta
sorprendente porque aquí nos salimos de las tonalidades de ocres que
vimos en el Zabrinkie point, que también están, pero se amplían con
azules, rojos, verdes, rosas, blancos, negros, ... Se entiende el
nombre de "paleta" para esta ruta. La foto de abajo a la derecha es un
buen ejemplo para ilustrar esto. La de la izquierda muestra la
"carretera" que hace que, en algunos puntos, agradezcamos haber
alquilado un 4x4. Sin embargo la ruta es un poco más larga de lo que
parecía en el mapa y, una vez dentro, no tienes más remedio que
continuar hasta que aparezca la salida que nos devuelva a la carretera
principal que hemos abandonado antes.
El tiempo se nos va echando encima y no me perdonaría llegar
al
pueblo fantasma habiendo oscurecido. Es la única visita imprescindible
que nos falta. Mis cálculos dan para alguna otra parada por el camino.
Desecho el Scotty's castle, así que, al llegar al cruce que está en el
centro del parque, giro a la izquierda para pasar por Stovepipe Wells,
para luego desandar ese camino y seguir por ese cruce como si hubiera
girado a la derecha para llegar a Rhyolite, a través de la Hell's Gate.
Dirección a Stovepipe Wells comienzan a divisarse las dunas de arena y
decido parar para las fotos de rigor. Es como un mini desierto africano
emplazado aquí en medio. Queda un poco lejos de la carretera, pero en
mi cabeza quiero la foto de mis huellas en la arena hacia un yo
simulando días de caminar perdido bajo el sol, pero en cuanto me
adentro un poco mi mujer me advierte, recordándome el tema de las
serpientes de cascabel y abortando el proyecto entero. He leído que
aquí se rodaron las escenas del desierto de "El retorno del Jedi", o sea,
que traspasando
un poco la ficción, me encuentro en el lugar donde Java fue
estrangulado por una princesa Leia en biquini. ¡Cómo para olvidar esa
escena!
Este sitio se llama Mesquite flat dunes y
está antes de llegar a Stovepipe Wells, lo suficientemente cerca como
para que se vean sus escasas casitas desde aquí. Así que decidimos que
tampoco hay razón para seguir hacia allí aunque tengamos curiosidad
por saber cómo es un pueblo más pequeño todavía que Furnace Creek, y
retomamos nuestra ruta, ya directos hacia el pueblo fantasma: Rhyolite.
Pasar
por Hell's Gate, pasamos: no hay otra opción; pero no nos enteramos.
Así que no puedo decir a qué corresponde el sugerente nombre de "Puerta
del infierno", porque aunque he estado, no me he enterado. Sin embargo,
ya avanzada la tarde, nos despedimos del Death Valley, aunque antes
volvimos a entrar al estado de Nevada. Ya fuera del Parque Nacional nos
encontramos con la señal que indica la corta carretera que nos
lleva hasta Rhyolite.
Al pensar en la visita a este pueblo fantasma me imaginaba
los
restos de una aldea de finales del siglo XIX, con sus construcciones de
madera, algo deterioradas y con absolutamente nadie en sus calles y
casas. Y no nos engañemos: son los restos de una aldea, con algunas
pocas construcciones de madera y con absolutamente nadie por aquí, al
menos nadie "real". La sorpresa que me llevo, que son diferencias con
mi idealización, vienen principalmente por las evidencias de que, desde
que se abandonó, han intervenido algunas otras personas.
En el pueblo nos recibe una muestra de arte moderno - y
macabro -
con una alta cruz formada por el torso de una mujer, sin cabeza, y con
los brazos extendidos y acabados en cuchillas. Pero alguien se ha
encargado de promocionar el tema de "pueblo fantasma" y, literalmente,
ha plantado fantasmas por los alrededores. El pueblo en sí no tiene
calles, sino casas y cosas aquí y allá. Destaca el edificio de un
banco, hecho en piedra, y un antiguo vagón de ferrocarril. Eso es lo
que destaca con respecto a los restos antiguos, pero con respecto al
sitio en general, destacan los fantasmas -en especial uno con una
bicicleta-, y una gran escultura, aparentemente en bronce, de las
siluetas de un minero y un pingüino (¿?¿?). Sí, ya, ¿qué queréis que os
diga?. Juzgad vosotros por las fotos:
El lugar ha pasado a ser un tanto surrealista, pero al menos
los
fantasmas son divertidos. Aunque ahora, a posteriori, lo habría
degradado de mi lista de imprescindibles a la otra.
Ya se ha acabado el día, ahora sólo queda buscar un lugar
para
pasar la noche. La consigna, en un principio, es alojarse lo más cerca
posible de la entrada a Yosemite, pero ahora que hemos salido por el
Este del Death Valley, en lugar de por el Oeste, eso queda difícil.
Nos ponemos enseguida en la localidad de Beatty y parece un
buen
sitio para pasar la noche, pero es demasiado temprano y decidimos hacer
algunos kilómetros hacia el Oeste para acercarnos un poco más a
Yosemite: los kilómetros que hagamos ahora nos los ahorraremos mañana.
Así que tiramos en dirección a Tonopah para luego girar a la izquierda,
por la 266,
y recorrer el desierto, por el exterior del Norte del Death Valley.
Como vemos que el sol comienza a
desaparecer y las distancias que parecen cortas en el mapa se cuentan
por horas de conducción, comenzamos a buscar un lugar donde parar a
buscar alojamiento. Por esta carretera el pueblo más cercano que
aparece en el gran mapa del Parque Nacional que nos dieron en el
Visitors Center se llama Lida y queda a mitad de camino hacia la
carretera que une los pueblos que había estudiado de Big Pane y Bishop.
Las mujeres comienzan a presionarme viendo la noche tan cerca y el
vasto paisaje sin presagio de vida humana por los alrededores - y de la
otra tampoco. "No hay más remedio", les digo, "tenemos que llegar a
Lida". Y así, con todas nuestras esperanzas puestas en ese desconocido
lugar, que ahora sólo es un punto en el mapa, consumimos kilómetros lo
más rápidamente posible para evitar que la noche nos pille deambulando
por tan inhóspito lugar. Lo más destacado son las montañas de
nuestra izquierda, que protegen el Parque Nacional en el que hemos
pasado el día.
Llegamos a Lida justo a tiempo...
justo a tiempo de ver que no cumple nuestras expectativas.
"¿¡Esto
es el pueblo!?", acierta a expresar Trini, porque los demás estamos
todavía con la boca abierta. El letrero que indica que estamos en Lida
y tres buzones de esos que son un cilindro pinchado en un palo, con una
banderita que se sube y se baja, es todo lo que vemos. Nos cuesta
comprender que ciertamente eso sea todo. Evidentemente, los tres
buzones
corresponden a tres casas, totalmente aisladas en el centro de sus
grandes terrenos, y que distinguimos a lo lejos, pero no hay nada más.
Hay que seguir y, ahora está claro, la noche nos pillará en
la
carretera. En fin, resignados, continuamos por esa única vía de asfalto
hasta no sabemos dónde. La idea es pararnos donde encontremos un motel,
ya sea aislado en la carretera o en cualquier aldea o villa,
pero cuanto antes mejor. Por el camino cambiamos al estado de
California y eso nos anima un poco.
Hora y media después, con más
oscuridad que luz, llegamos a un desvío con una señal que indica que
Big Pane está a unas 80 millas. Hora de decidir: ¿Vamos a lo seguro,
Big Pane, o seguimos por esta carretera en busca del primer lugar donde
pasar la noche?. Cuando les comento que tardaríamos una hora y media
aproximadamente en salvar la distancia a Big Pane la reacción es de
"¡¿Otra hora y pico en el coche?!", así que no, seguimos nuestro camino
hacia una solución más indeterminada - y es que ya nos hemos salido del
mapa que tenemos - y, esperemos, corta.
Sin
embargo, cuando paso la señal de "Welcome to Nevada", ya en noche
cerrada, comienzo a replanteármelo todo. Ya no sé dónde estoy ni a
donde nos dirigimos. Esto puede acabar en tragedia, así que decido
preguntar en cuanto vea a una persona o una casa o lo que sea. En
teoría debería ser más sencillo localizar una zona habitada durante una
noche tan oscura por las luces de sus calles, pero este pensamiento se
torna desolador cuando la oscuridad que te rodea es total. No hay nadie
en ningún sitio. Cuando ha pasado ya una hora y pico desde la señal
está claro que hemos optado por la peor opción, pero el mayor problema
es no saber ni cuándo ni cómo acabará esta jornada.
Por
fin, en medio de la nada, aparece una luz. No es una luz de esperanza,
es simplemente un bar de carretera. Curioso, pues nada indica que haya
un pueblo cerca. Eso puede explicar por qué, al parar en la zona de
tierra frente al austero local, sólo hay un coche.
La noche es tan cerrada, y el lugar tan solitario y poco
iluminado, que el miedo de Eva y Trini se traduce en advertencias en
plan, "Si tienes un problema grita", o "Según como lo veas sal
corriendo". En cuanto salgo del coche oigo como ponen los seguros y yo
entro en el local donde veo una mujer grande y mayor a un lado de la
barra y un hombre sentado en un taburete en el otro lado, algo acabado
ante su copa. Desde luego no es el paradigma de la diversión. No hay
apenas decoración, y un billar ajado ocupa la parte izquierda, ya sin
barra; por no haber no hay ni música. Este sitio puede llevar así 10
años o 100, no podría decirlo. La mujer se sorprende de verme y el
hombre hace un amago fallido de incorporarse: debo ser lo más novedosos
que ha ocurrido aquí en meses. Antes de llegar a la barra ya estoy
preguntando por un lugar donde pasar la noche. La mujer me dice que por
aquí no hay nada. Le digo que mi intención era ir a Bishop o Big Pane
pero que volver a entrar en el estado de Nevada me ha confundido del
todo. Me contesta que no me preocupe, que esta carretera entra un poco
en Nevada, pero luego vuelve a California. He de seguir recto hasta que
se acabe el camino en una T, allí una señal me indicará que por la
izquierda se llega a Bishop. Le doy las gracias y me dispongo a salir y
ella, como única despedida, me suelta un "Cuidado con los caballos". Yo
me giro extrañado y le comento que no hay problema, que voy en coche,
mientras sonrío para mis adentros pensando que no sólo el lugar, sino
también esos dos lleven aquí unos 100 años. Pero ella me
aclara:
"No, los caballos salvajes". "¿Cómo?", acierto a expresar, "Los
caballos salvajes cruzan la carretera por la noche, más de uno se ha
matado al chocar con ellos". La confusión primera se ha aclarado, pero
el tema me ha quitado la poca tranquilidad que me quedaba. "Muchas
gracias, así lo haré", le digo mientras salgo, y miro a mi alrededor
para comprobar que no estoy en una película de Buñuel.
Ya en el coche les explico toda la conversación y resulta
graciosa, pero es una gracia controlada, puesto que estamos viviendo el
problema y ahora nos percatamos de algunas señales amarillas
en la
carretera con un caballo dibujado.
Seguimos las
indicaciones durante una hora y pico más. Efectivamente volvimos a
entrar en California y, afortunadamente, no nos topamos con ningún
animal salvaje en la carretera. Pasamos por sitios como Mamooth Lakes,
que yo había consultado como candidatos a pasar la noche y que me
consta que es un lugar precioso, pero nosotros sólo vimos una carretera
iluminada entre el negro más absoluto. Tenemos la sensación de haber
pasado por paisajes maravillosos que la noche nos ha ocultado para
siempre. En realidad, todavía no hemos llegado a ningún sitio y nos
hemos planteado la posibilidad de pasar la noche en el coche, pero
hemos encontrado una gasolinera y hemos parado a repostar y a preguntar
por Bishop. Ahora ya se dónde estamos y eso añade una nota irónica a
este final del día. Resulta que hemos llegado a la entrada, en realidad
es la "junction" de la carretera que lleva a la entrada, de Yosemite.
Es aquí donde tenemos que venir mañana. La gasolinera está cerrando y
unas chicas se afanan en recogerlo todo. Me indican que Bishop está
siguiendo la carretera, una media hora más.
Esta
vez sí tengo más claro el trayecto que hemos hecho (no os engañéis, el
mapa está en una escala grande para que quepa):
Mirando el mapa a posteriori hay multitud de opciones mucho
más
cortas para hacer el camino entre Beatty y Bishop. La más lógica sería
haber pillado aquel desvío de hora y pico a Big Pine que descartamos
¡por largo!. La más corta, habernos cruzado el Death Valley por dentro,
saliendo a Lone Pine. Aunque las advertencias sobre la noche en el
Death Valley nos alejaran de esa última ruta, es la más corta con
diferencia y, además, los lugares que atraviesas fuera del Parque
Nacional son igual de solitarios, yermos y peligrosos con respecto a la
fauna - coyotes, principalmente -. Por cierto que el Death Valley es un
buen lugar para encontrarse con un correcaminos, aunque son difíciles
de ver. Lamentablemente, nosotros no nos topamos con ninguno.
Entramos
en Bishop "al filo de la medianoche". Han sido más de cinco horas de
carretera que, junto a las de antes, hacen un record de millas para
este largo día, vivido entero en el coche. Ahora toca encontrar hotel,
pero la calle por la que entramos está repleta de luces con franquicias
que conocemos. El Best Western y el Motel 6 están completos, pero queda
una habitación libre en el Comfort Inn. La pillamos, un joven con
melena me pide el pasaporte. Al ver que es español me comenta:
"¿Español, eh?", "Sí, de Barcelona", le contesto. "Yo he estado en
Perú, visitando el Machu Pichu", me dice. Unos segundos de silencio en
los que pienso "Vaya, con éste no ha servido ni lo de decir Barcelona",
pero digo "Um... Muy bien. Yo nunca he estado en Sudamérica, debe ser
bonito". Podría decirle lo de que soy europeo, pero tras tantas horas
de
coche por la oscuridad, algo aburridas, me apetece divertirme con
su confusión. Sin embargo, parece darse cuenta enseguida de su error,
más descomunal de lo que debe parecerle, sin duda.
El siguiente, y último, reto del día es cenar algo. Un corto
paseo
en coche nos hace ver que hay mucha oferta en Bishop, pero que a esta
hora está cerrada. Al final encontramos un restaurante de comida
rápida cerrado, pero que todavía sirven en el "drive through". Así que
pedimos al micrófono y, poco después, nos hacemos con las bolsas de
papel con nuestro pedido y que llevamos, cansados, directamente a la
habitación.
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