El primer día entero en Bangkok sería para visitar
el palacio real y sus
alrededores, pero este día en concreto estamos
condicionados por los acontecimientos: a dos días del cumpleaños del
rey, día festivo en toda Tailandia, los festejos ya han comenzado, y
ese día se realiza "El desfile de los colores". Es un desfile militar
con soldados de uniforme muy similar al británico, pero con colores más
llamativos como el rosa, amarillo o verde pistacho. También aparecen
elefantes pintados de rosa. Este acontecimiento anual tiene el
inconveniente de que se realiza frente al Palacio Real y desconocemos
si será factible visitarlo antes o después. Podría estar cerrado para
la ocasión o, lo que es más probable, tan lleno de gente que
estropeara la visita.
Lo que tenemos previsto visitar es:
1- Wat Arun
2- Wat Pho
3- Palacio Real
4- Khao San Road
5- Monumento a la Democracia
Pillando un taxi desde el monumento para volver al
hotel.
Después
Ya me había enterado que el famoso
desfile no era
ese día, creo que fue el anterior: 2 de Diciembre. Así que podíamos
seguir el plan original de visitar los monumentos de Bangkok.
Lo primero es desayunar y cuando veo el buffet me llevo una
de
las ilusiones más grandes del viaje. El buffet del desayuno del
President Palace es memorable, tienen absolutamente de todo lo que se
pueda desayunar y también sería un buen buffet si se tratara del
almuerzo. Lo de aquí es una exageración - el hecho, no la narración -
pero intenté comer de todo, y eso incluye cereales, pad thai, sopa,
huevos, carne, zumos, pastas, fruta, ensaladas, ... . Cuando salimos
del hotel yo tengo un porcentaje más alto de comida que de
ser humano.
Como teníamos que cambiar el resto del dinero del
viaje, había mirado donde salía mejor el cambio y la respuesta es en
SuperRich. Así que, sabiendo que hay una oficina a dos paradas de
Skytrain de nuestro hotel, la primera visita es ahí.
Nos resulta complicado encontrarla a
pesar de
llevar el mapa de su web conmigo, pero Bangkok está repleta de
callejones que complican un poco el tema. Antes de llegar al Skytrain
para, esta vez sí, acercarnos hasta el río, pasamos por un templo
cercano: el de Erawan; donde sólo vemos gente rezando a un pequeño
altar y unas danzas regionales. Subimos en la estación de Ratchambutri,
desde donde, una vez elevados, podemos ver un hipódromo en cuyo centro
han montado un campo de golf. Por el camino hemos fotografiado varias
decoraciones navideñas. Nos resulta curioso ver ese tipo de motivos:
renos, bolas, árboles decorados... con este calor.
Cuando bajamos en
el río sólo hay que seguir al
grupo de turistas del que formamos parte para tomar el Chao Praya
Express que nos hace un recorrido por 30 Bahts. No se pagan antes de
subir, sino una vez navegando. Cuando nos bajamos, en
la parada que pertenece al Wat Pho que visitaremos después,
todavía hemos de pillar otro barco para cruzar a la otra orilla del
río, donde hace un rato que hemos detectado la silueta del Wat Arun.
Éste vale sólo 3 Bahts por persona. Este templo es el único que está en
la orilla occidental y el acercamiento en el ferri correspondería a la
foto de la cabecera de estas páginas.
Cuando te acercas a la entrada van apareciendo
colosales
guerreros y casitas con la arquitectura típica de aquí. Vemos unos
cartones como bailarinas, de esos que tienen un hueco donde iría la
cara para que pongas la tuya. Le pregunto a Eva si quiere una foto,
dice que vale y posa, pero cuando nos vamos, de no sé donde aparece una
mujer que nos pide 40 Baht. ¿La razón?, el cartón es suyo y has de
pagar 40 Bt por foto. ¡Mierda!, ¡si ni siquiera me hacía una gracia
especial la foto!. Ya nos han tomado el pelo.
Pagamos los 50 Baht por persona que vale la
entrada y pasamos. La visita al templo es tranquila, como todo en
este país. Las escaleras para subir son muy empinadas, pero las vistas
desde la cima con fantásticas. Y el templo en sí tiene esa originalidad
de no haber visto nada parecido anteriormente.
Otros 3 Bahts más tarde volvemos a la
orilla donde
está todo y, a sólo unos pasos, el Wat Pho. 30
Bahts de entrada y nos
descalzamos para ver el gigantesco buda reclinado, que tiene
un edificio para él sólo y unos pies de nácar espectaculares.
Recuperado el calzado deambulamos
por el recinto
entre templos, pequeñas estupas, e innumerables budas dorados.
A la salida está la escuela de masaje tailandés
por excelencia, que pertenece al templo, y no dejamos pasar la
oportunidad de probar cómo es uno de estos masajes auténticos. Nos dan
número y unos 10 minutos más tarde entramos para media hora de masaje,
previo pago de 220 Bahts por persona. Estoy al lado de Eva y he de
decir que, en algunos momentos, duele de verdad, pero cuando sales
estás nuevo.
Al salir por la puerta del Wat Pho un hombre nos pide la
entrada.
Ya me parecía extraño que no nos la hubieran pedido hasta ahora, pero
que lo hagan justo al salir tampoco es del todo normal. El hombre nos
dice que con esa entrada también podemos ver el buda gordo que tienen
en un templo en otra zona de Bangkok. Yo le digo que ya lo sé, pero que
nos vamos al Palacio Real. Él nos dice que está cerrado hasta las
15:00, con lo que nos sugiere pillar un tuk tuk por sólo 20 Baht,
hacer
esa visita y luego volver para ver el Palacio Real. Ya había leído
sobre el interés
de varia gente por hacernos creer que el palacio está
cerrado, así que supongo que ese hombre, en realidad, no es nadie para
pedirnos la entrada y sólo nos quiere meter en un tuk tuk barato que se
encargará de llevarnos a varias tiendas para cobrar la comisión. Así,
que con la nueva perspectiva de quién es ese tipo me lo tomo más a
cachondeo. Le digo que vamos a ir al Palacio Real igualmente y ya se
altera repitiéndonos "¡Pero si está cerrado!". Yo le contesto que ya lo
sé, pero que tengo influencias que me van a dejar pasar. Me mira como
si estuviera loco y yo le sonrío. Así que nos deja ir.
El Palacio
Real está muy cerca, pero hay que rodear sus murallas para llegar a la
entrada que está mirando al río. Todos los tailandeses que nos cruzamos
por el camino nos van diciendo que está cerrado hasta el punto de que
Eva empieza a dudar. "¡Es que lo dicen todos!". Yo le pido que confíe
en mí. En la misma entrada, aun viendo a la gente entrar, hay dos tipos
que nos insisten en que está cerrado. Hasta este punto llega su
desesperación por vendernos un viaje en tuk tuk. De hecho, es aquí
donde le quiero hacer una foto a uno que pasa por la carretera en el
sentido contrario porque son diferentes a los de Camboya, pero cuando
se da cuenta se cruza todos los carriles para venir a por nosotros. La
foto al final queda como la de arriba.
Ya con la entrada en la mano Eva no
puede
entender como tanta gente trata de engañarte con el tema de que no está
abierto. Esta entrada nos cuesta 350 Baht por persona y no es un ticket
al uso, es un largo rectángulo que en realidad está compuesto por
varias entradas a diferentes lugares.
El recinto es espectacular y tiene decenas de
cosas para ver: el palacio en sí, con sus guardias inmóviles, el templo
del buda esmeralda, el chedi dorado, una enorme reproducción de Ang
Kor, que nos hace sonreír, y multitud de templos diferentes, pero todos
muy brillantes.
Para comer tenía pensado ir a Khao San Road, que
pilla cerquita, aunque no a mi manera, ya que siguiendo el mapa, y tras
preguntar a multitud de personas, doy con ella dando una enorme vuelta.
Al menos pasamos por el monumento a la Democracia (cosa que me
desconcierta mirando el mapa, porque no entiendo cómo hemos llegado
hasta aquí) y vemos el Columpio Gigante de lejos. Necesitamos preguntar
varias veces, pero al final llegamos, aunque hambrientos. Bueno, eso
Eva, yo todavía aguanto con lo que me he metido en el buffet de esta
mañana.
La calle se detecta enseguida: mientras las de
alrededor son calles tranquilas con sólo orientales en ellas, en esta
hay un perenne mercado, lleno de gente y mucha de ella occidental.
Entramos en el primer restaurante que vemos, pone Tapas bar, pero aquí
no saben lo que son tapas. Eva se come un gran plato de ñoquis y yo
gambas a la plancha.
Por la terraza del restaurante hay un vendedor ambulante de
sombrillas de bambú y Eva quiere una. Está cerrando una venta que me
parece entender que es por 200 Baht. Lo llamamos y él tiene que pedir
permiso a los camareros porque se ve que no le está permitido vender
dentro. Cuando llega me pone un 2000 en la calculadora. "¿No te has
equivocado?", pues se ve que no. Esperaba un incremento por haberle
llamado. Si algo estoy aprendiendo del regateo es que puedes conseguir
gangas por cosas que no quieres, pero las que quieras las vas a pagar
con creces.
Le digo que al de fuera se lo ha
vendido por 200, pero lo niega. Al final se cierra por 500 y está tan
contento que nos quiere vender más, pero no necesitamos más. Cuando se
va se acerca el joven camarero y nos pregunta si 500 Baht nos ha
parecido buena compra por la sombrilla y nos recuerda que son como 10€.
Eva le explica que algo así, fabricada y pintada a mano, puede valer
mucho más en Barcelona. El chico nos explica que su madre las hace y
nos hace entender que hemos pagado de más, aunque no nos da una idea de
cuánto.
Después damos un paseo por el mercado haciendo
alguna compra. Tras trasladarnos a la calle paralela comienzo a buscar
un puesto de camisetas deportivas donde había leído que están las
réplicas perfectas. Cuando las encuentro he de decir que son realmente
perfectas y me llevo una camiseta de esta temporada del barça por 340
Bahts.
Cuando estamos mirando de salir del mercado para pillar un
taxi
nos volvemos a encontrar al de la sombrillas que nos reconoce de
inmediato y nos intenta vender otra. Como no la queremos, nos llega a
bajar hasta 300. ¡La misma sombrilla!.
Hora de llegar al hotel, esta vez en taxi, que son
superbaratos si te aseguras que usen el taxímetro y, dos batidos de
frutas más tarde, estamos descansando en nuestra habitación. Hemos de
separar nuestras cosas entre las dos maletas ya que una se quedará en
el hotel y otra viajará mañana, muy temprano, con nosotros. Pido taxi
para las 5:00 de la mañana para asegurarme de estar en el aeropuerto a
tiempo. El avión despega a las 7:00h.
Pero antes he de hacer una última compra: quiero unas
sandalias
de las que se abrochan con velcro para poderlas usar y se puedan mojar
cuando estemos con los elefantes, aparte de ser el calzado ideal con
este calor. He visto algo parecido en las tiendas de la calle que lleva
del sky train a nuestro hotel y voy a intentar comprarlas. Y digo
intentar, porque paso de regatear, dejo todo el dinero en el hotel
excepto 300 Baht porque así no habrá forma de que me convenzan de pagar
más que eso.
Atentos a esto porque a mí me abrió los ojos:
Miro las sandalias que quiero expuestas en la calle y veo que
no
son mi número, pero enseguida sale el vendedor y con toda la amabilidad
del mundo me hace entrar en la tienda. Allí tiene todos los números, yo
le pegunto el precio lo primero y él me dice que no me
preocupe por eso. Me las pruebo, me comienza a hablar del mundial
de fútbol y de Villa cuando le respondo que soy español. Cuando insisto
con el precio me repite que no me preocupe, pero yo le digo que no
llevo demasiado dinero encima. Me muestra la etiqueta con el precio:
"Sólo 2800 Baht". ¡Ostia!. Enseguida comprendo que he sido un iluso y
que no podré comprarlas con lo que llevo. Le digo que nunca pagaré
tanto por algo que en mi país vale mucho menos, y él me dice que es
calidad tailandesa ¿¿??. Yo ya estoy por irme convencido de que no va
haber trato y me baja el precio a 2500. "No puedo, lo siento". 2000 y
no va a bajar más, además las mete en una bolsa que trata de que coja.
Le digo entonces que sólo llevo 300, para que entienda que lo mejor es
que me vaya. Él pone la cara de "¡¿Pero qué me estás diciendo?!" y
entonces me dice que puedo pagar con tarjeta. Como veo que este proceso
estéril se alarga le vacío los bolsillos de mis bermudas contento de
haber dejado las tarjetas en el hotel también. Sólo hay 3 billetes de
100 Baht. Sólo entonces comprende. "Lo siento", y comienzo a salir.
Pero antes de que llegue a la puerta me dice "Dame los 300" y me
entrega la bolsa. Yo me quedo tan sorprendido que le doy las gracias
efusivamente, pero él está mosqueado y sólo me responde "ya, ya, ...".
Moraleja: Lo de regatear hasta conseguir la mitad del precio
de
salida o la tercera parte está desfasado, ya lo saben y pueden inflar
el precio mucho más. Sólo sabrás que has regateado bien cuando el
vendedor acabe cabreado, si acaba muy contento significa que podrías
haberlo hecho mucho mejor.
Me voy al hotel con esos
pensamientos y recordando a todos los vendedores felices que hemos
dejado atrás, pero con mis sandalias.