Día
2
(26/11/2010) Kanchanaburi: Erawan y puente sobre el río Kwai
Antes
El
aterrizaje está previsto a las 6:59. En el aeropuerto quedan los trámites de
superar el control de
inmigración, recoger las maletas, hacernos con una tarjeta prepago para
un móvil local y recoger el coche de alquiler, con el que saldremos lo
más pronto posible hacia Damnoen Sadouak, a una hora de camino
aproximadamente. La idea es llegar al mercado flotante antes de las
9:00h, hora en la que llegan las excursiones desde Bangkok y en la que
el mercado
se transforma desde algo auténtico, con venta de productos locales, a
un festival de turistas con venta de souvenirs. Tras una hora de
navegar por los khlongs, volveríamos al coche con algo de fruta y cosas
para picar por el camino, que debería ser directo hacia el parque
nacional de Erawan, a dos horas de carretera. Allí exploraremos los
siete niveles de cascadas y nos bañaremos en algunas de ellas. También
está previsto comer allí. Una vez hecho el recorrido, desandaríamos una
hora de carretera hasta Kanchanaburi, donde tenemos el hotel. Éste está
cerca del famoso cementerio de prisioneros de guerra, del puente sobre
el rio Kwai y del mercado nocturno, donde una de las prioridades es
comprar anti mosquitos. Hay que enterarse de los horarios del festival
que ese día tiene lugar en el puente, con luces, sonido y fuegos
artificiales, evidentemente, ya entrada la noche.
La ruta en el mapa está marcada por:
A.- Aeropuerto
B.- Mercado flotante de Damnoen Sadouak
C.- Parque nacional de Erawan
D.- Kanchanaburi
Después
El avión aterriza en Bangkok a las 6:55. Salimos,
aprovecho
la primera smooking room que veo y, tras un larguísimo pasillo,
llegamos a inmigración. Las colas son grandes, a pesar de que hay
muchos
mostradores para el control de pasaporte, pero son algo lentos. El
truco está en ponerse en la cola del mostrador en el que atiendan dos
funcionarios. No es nuestro caso, ya que lo aprendo durante la espera:
para la próxima vez. Rellenamos el formulario de entrada en el país en
la cola, pero no accedemos a las maletas hasta pasadas una hora y pico.
Las maletas están ahí y debemos cambiar dinero a un mal
cambio: 2 Baths menos de la cotización real. Aun así cambio 500€, que
es lo que
he calculado que necesito hasta que llegue a Bangkok de aquí a una
semana. Me dan 19080 Baht. Tengo que dar 12250 Baht al del coche y
pasar una semana con los 6800 restantes. Aunque tres de esos
días
los pasaremos con los 400$ que traemos para Camboya.
Por la puerta de salida hay
muchísima gente con carteles con nombres. Yo, por si acaso los miro,
pero
me dijeron que nos estarían esperando en la puerta 3, y estamos algo
más lejos. Mientras avanzamos hasta esa puerta voy fijándome en los
stands, buscando el de True para comprar una SIM para el teléfono.
Cuando
lo encuentro me dicen que tienen un plan de datos, pero no sirve para
mi Blackberry. Me hago con 500 Baht de voz y la confirmación
de
que no voy a tener internet en mi Blackberry, lo que la deja inútil
como GPS. Se avecinan problemas de orientación conduciendo el coche.
Hablando de coche, el cartel con mi nombre está en la puerta 3, según
lo indicado. Le comento que el retraso es por las colas en inmigración
y me dice el chico con turbante- que resulta ser el dueño de la empresa
- que es normal.
Una vez
en el coche,
salimos del parking, pero son las 9:00 ya, mientras que yo quería
llegar al mercado flotante antes de esa hora. Resignado, sigo
las
indicaciones sobre cómo pillar la autopista 7 y continúo por ella hasta
encontrar la salida a la 9. De momento, sabiendo el número de la
carretera que he
de pillar, nos vamos haciendo con el camino sin perdernos, aunque en
mis adentros estoy convencido de que ese tema llegará. Pero está muy
bien indicado. Pagamos dos peajes por las autopistas: el primero de 20
Baht y el segundo de 35.
Ya en
carretera alucinamos
con cualquier cosa de alrededor, aunque poco se ve. Nuestra primera
foto del país va para una escultura representando un elefante con tres
cabezas.
Además, aquí se basa todo en el cambio de sentido,
lo que ayuda mucho a rectificar rápidamente cuando te equivocas. Las
carreteras tienen, cada 500m o así, una abertura en el separador de
dirección para que se pueda pasar a la dirección contraria. Esto puede
provocar un poco de caos porque este paso se encuentra por narices en
el carril rápido y genera coches frenando y esperando poder entrar,
pero es muy práctico. Incluso en las autopistas de pago, para que esta
circunstancia no moleste a la circulación, hay salidas que van a una
rampa que se convierte en un puente y baja en el sentido contrario.
Toda una construcción para cambiar de sentido.
Pues con algunos errores rectificados
casi de
inmediato nos encontramos en la carretera 35 atentos a poder pillar el
desvío que nos lleve al mercado flotante. Pilles la carretera que
pilles, encontrarás con frecuencia homenajes al rey. Llevamos poco más
de una hora de carretera y ya hemos visto al rey de joven, de viejo, de
pie, sentado y realizando multitud de actividades. Estos homenajes son
en forma de foto rodeada de motivos amarillos, que en la
mayoría
de
casos, cubren la carretera de lado a lado, teniendo que pasar por
debajo.
Ya en la 325, y descartada la parada en el mercado
de Maeklong, las carreteras son más estrechas y nos notamos más...,
¿cómo decirlo?, cercanos al pueblo. En los semáforos hay vendedores
ambulantes, ¿pero vendedores de qué?. Debe ser algo muy local porque a
nosotros no se nos acercan. Son como ristras de ajos, pero
substituyendo
los ajos por flores amarillas. Lo curioso, aparte de lo dicho, es que
esta gente va con la cara tapada, de ojos para abajo. No a lo árabe,
sino a lo bandolero. El caso es que vamos haciendo el recorrido
rodeados de gente disfrazada de atracadores.
Algo más arriba llegamos al desvío para la entrada al mercado
flotante, donde
llegamos
a las 11:00. Había leído que por el camino te iban abordando gente
intentándote convencer de que el mercado flotante está ahí, para
poderte vender un tour a precio hinchado, pero nosotros no nos hemos
topado con ninguno de estos mercados falsos. Debe ser porque es tan
tarde que nadie viene a esta hora.
Al aparcar en un gran descampado de grava bastante
vacío de coches se nos acerca una mujer y uno de esos tíos vestidos de
atracadores y nos piden bajar la ventanilla. Con esa pinta no dan ganas
de abrir nada, pero al hacerlo, nos piden 20
Bath por aparcar. Yo no sé si será legal o el aparcamiento es gratuito
y esta gente se gana la vida así, timando, pero no discutiré por 40
céntimos. El justificante de pago está todo en thai, y ahí podría poner
que soy un "pringao" que ha pagado por nada y la historia no cambiaría
un
ápice.
Antes de llegar a salir de la grava ya nos asaltan
vendedores de los puestos de alrededor. Dos mujeres llaman la atención
de Eva con un traje de seda blanco. "Lo quiero, lo quiero", me dice.
También me había dicho que lo de llevar una maleta vacía era
una tontería porque ella no se iba a comprar nada. Pues acabamos de
bajar del coche por primera vez. Pregunto cuánto vale. Nos
sacan la
enorme calculadora que tienen todos por aquí y nos marcan 3000 Baht.
Cuando le digo a Eva que son 60€ a ella le parece bien. "No es caro. Es
seda".
"¿Pero qué te he contado yo sobre el regateo?". Me dan la calculadora,
pero no sé qué ofrecer. Me pillan en frío, recién llegado y medio
dormido. Pongo 400 Baht. Las dos ponen una cara de sorpresa mayúscula y
una de ellas pregunta con una vocecilla apagada "¿Por las dos piezas?".
Se refiere al pantalón y al top. Yo hago gestos que dicen que no sé lo
que estoy haciendo y quedamos en
que, como vamos a hacer una visita rápida al mercado y volver al coche,
a la vuelta cerramos el trato.
Un poco más adelante pasamos por encima del canal
y tenemos
nuestras primeras visiones del mercado flotante. Le comento a Eva que
podemos echar un vistazo por los lados y no pillar una hora en barca
porque vamos muy atrasados en el plan de tiempo. También vamos algo
zombis por la falta de sueño. Bueno, la falta es de dormir, porque
sueño tenemos mucho. Eva va directa a tomarse un café y yo
hago algunas
fotos desde la carretera, sorprendido por no ver esa horda de turistas
de los que tanto había oído hablar: se deben haber ido. Cuando vamos
los dos a mirar por donde bajar a las tiendas junto al
canal, se me
acerca una anciana y me ofrece media hora en barca por 300 Bahts. Yo
tenía presupuestado más para esta tarea y le digo que sí de inmediato.
Media hora es ideal en nuestro caso. Poco después estoy convencido de
que podría haber rebajado ese precio, aunque lo achaco al cansancio.
La barca da buenos síntomas de estabilidad al subirnos. El
chico
que la maneja, y que queda detrás nuestro, al estilo gondolero, nos
lleva por la zona, que está llena de barcas vendiendo, pero vacía de
turistas y después se aleja un poco donde la tranquilidad se multiplica
junto con el verde de las orillas. Definitivamente somos los únicos
turistas.
Nos gusta mucho el paseo. Las tiendas y barcas usan un gancho
para plantarte de lleno ante su muestrario. Decimos que no a todo,
excepto al coco de una mujer mayor, que me abre e introduce una pajita.
Resulta una bebida refrescante. Nuestra negación a cualquier compra
viene de saber que lo mismo que hay aquí lo podremos encontrar durante
el viaje a mejor precio. El hecho de ser una atracción turística,
engorda los precios de este lugar.
Cuando acabamos nos encontramos con que media hora ha sido
suficiente
para disfrutar de la experiencia que te brinda este lugar y con que la
tienda del traje de seda que tanto quería Eva está cerrada. Preguntamos
a las otras tiendas y todas nos dicen que no saben dónde están las
mujeres de esa tienda y nos tratan de vender otras prendas. Ninguna
tiene ese mismo traje. Así que nos vamos sin él.
Salimos disparados para Kanchanaburi y el viaje se nos hace
largo.
A Eva se le cierran los ojos, yo por suerte todavía puedo
conducir. Paramos en el hotel pasadas la una y media. Lo hemos
encontrado sin mucho problemas, aunque nos lo hemos pasado de largo un
par de veces, pero como es tan fácil cambiar de sentido... Al entrar,
Eva, rendida, me dice "un momentito" y se deja caer sobre la cama,
entonces se oye "Bum" y "¡Ostia!", y yo recuerdo algo que había leído:
los colchones en Tailandia son muy duros. Casi se hace daño, la pobre.
Nos cambiamos de
ropa y aprovechamos el lavabo. Poco después salimos con premura para
Erawan. El plan
no es prometedor: son las dos y media, Erawan cierra a las 17:00 y se
tarda más de una hora en llegar, estamos muertos de sueño y no hemos
comido nada desde el avión... ¡Olé. Me pongo en trayecto y voy
siguiendo a un coche que no baja de 100 Km/h, adelantando a todo lo que
nos encontramos. Así consigo llegar a la entrada del parque algo antes
de las 16:00. Me recuerdan que cierran a las 17:00 y yo les digo que ya
lo sé. Me indican que sólo podré ver dos de las siete cascadas y yo
asiento y pago los 430 Bahts de la entrada: 200 por persona y 30 por el
coche.
Cuando avanzamos por el camino nos vamos cruzando con la
gente
que se recoge, todos mojados. El trayecto es de 750m hasta la primera
cascada, pero nos vamos parando para ver la vegetación, abundante en
lianas y bosques de bambú. Pero nada iguala nuestra sorpresa al llegar
a la cascada. Aunque ya había visto mil fotos, el paisaje lo supera
todo. No se trata de una sola cascada, sino de una larga escalera con
piscinas de agua turquesa en los peldaños. Las orillas rebosan
vegetación con intrincadas raíces. Cada rincón merece ser fondo de
Windows (se nota que soy informático).
Las fotos también hablan por sí solas:
Estamos completamente solos en esta primera
cascada y yo no puedo reprimir más mis deseos de integrarme en el
paisaje. De bañarme, vamos... El agua está más fría de lo que pensaba,
pero es porque tenía la idea de que me la iba a encontrar caliente, sin
embargo la temperatura es prácticamente perfecta. En esta primera poco
se puede nadar.
Seguimos un poco hacia adelante y, junto al cartel que avisa
sobre las precauciones a tener en cuenta ante la presencia de monos,
divisamos la siguiente cascada, poco después de que nuestros oídos ya
nos advirtieran de su presencia. Es más alta que la anterior y se
adivinan cuevas tras la cortina de agua. Aquí hay gente que parece que
se resiste a marchar, y no me extraña. Yo me apresuro a meterme en el
agua y llegar a la cascada. Y lo consigo enseguida para posar para una
foto. Los peces que habitan estas aguas y que se dedican
a comerse nuestras pieles muertas se notan en cuanto dejas alguna
extremidad sin mover. Durante la foto pude sentir las cosquillas de los
mismos. Sin embargo, cuando Eva quiere emular mi trayecto sobre el agua
no llega a avanzar unos centímetros. Cuando nota los leves mordiscos no
puede resistirlo y lanza mezclas de gritos y risas como respuesta.
Además, el hecho de que las aguas cristalinas dejen ver la cantidad de
peces y los diferentes tamaños no ayuda, sobre todo si tenemos en cuenta
que hay dos de medio metro.
Ya nos hacemos notar, la juventud local que nos
rodea se ríe de las reacciones de Eva que acaba abandonando su
propósito. Cuando parecía que iba a poder hundir más allá del tobillo,
aguantando las cosquillas de los pececillos, veía aparecer algún pez
grande
y salía disparada antes de que se acercara.
En éstas estamos cuando suena un pito
que nos
recuerda que van a cerrar. Queríamos plantearnos llegar a la tercera
cascada, pero hemos pasado el tiempo en ésta y ya nos tenemos
que ir.
Es una lástima porque es un lugar fantástico. Convenimos, de vuelta
al coche, que merece la pena pasar un
día entero en este lugar. Esperemos que la vida nos dé la oportunidad
de volver para hacerlo.
El baño nos ha ido bien para
despejarnos, pero durante el trayecto de vuelta al hotel, de poco más
de una hora, me encuentro con gran dificultad para mantener los ojos
abiertos, y la noche nos pilla entrando de nuevo en Kanchanaburi.
Pasamos por el festival montado en torno al puente sobre el río Kwai, y
las luces de la feria iluminan nuestros últimos minutos.
Para cenar (y almorzar también) nos planteamos
caminar hacia el puente, donde harán el espectáculo de luz, sonido y
fuegos artificiales y parar en algún sitio que veamos por el camino.
Viniendo en coche me ha dado la impresión de que la feria no está tan
cerca, y en cuanto nos ponemos a pasear, los sitios de comida locales
no nos atraen. Quizás es demasiado oriental para el primer día.
Decidimos volver al hotel y cenar allí, sobre seguro. Después ya
miraremos la forma de llegar al puente. He visto unos vehículos de tres
ruedas, como minicamiones, cuya "caja" está provista de dos bancos en
cada lado y que llevan gente. Pero no sé cómo funcionan porque no he
visto a nadie subir, ni bajar. Se parece a lo que llaman "sangtaews".
Mientras nos traen la comida, Eva me pregunta si
no
sería mejor irnos a dormir con lo cansados que estamos y yo me niego
rotundamente. Hemos pagado más por estar el día de la feria aquí, no me
entra en la cabeza perderme el espectáculo de ninguna manera.
Tomamos una sopa de primero, y es que somos
soperos como para tomar caldito en plena temperatura tropical. De
segundo hemos
pedido una tortilla de gambas y una ensalada para compartir. Y hemos
hecho bien, la ensalada viene en un gran cuenco, y la tortilla es
enorme. Sin embargo, me encuentro con que Eva me acaba de despertar a
mitad de tortilla. ¡¿Me he quedado dormido?. No hay más remedio que
rendirse, pero con orgullo: ¡A tomar por culo el espectáculo. Nos vamos
a dormir
Caímos rendidos a la cama a las 20:00h. Bueno,
sólo yo. Eva se prepara una especie de saco de dormir con las mantas y
ropa de cama que encuentra por ahí y duerme en el suelo porque dice que
está más blando.