Día 7 (1/12/2010)   Ang Kor

Antes   

  Nuestro tuktukero nos llevará a hacer el recorrido largo de Ang Kor. El resto del día será para relajarnos en el hotel y cenar en Siem Reap.

Mapa de Ang Kor


   La ruta larga es la verde y la corta la roja.


Después

Lago con loto alrededor de Ang Kor Wat   Hoy nos levantamos antes, descansados, pero desayunamos en el buffet y remoloneamos hasta las 9, aunque cuando salimos a esperar al conductor diez minutos antes de la hora él ya está ahí.

   Nos ponemos en ruta directa hasta Angkor Wat. Por fin llegamos a esta maravilla del mundo. Pronto nos damos cuenta de que aquí hay más gente que en ningún otro templo de los que hemos estado. Un puente de piedra cruza el lago hasta la puerta y, una vez cruzada, una pasarela de piedra también acaba en la imagen de la estampa más famosa de Camboya. Aunque también vemos que están reformando una parte y que los toldos verdes deslucirán algo las fotos. Hay mucha gente alrededor y decidimos entrar sin mucha demora. Hace más calor que ayer y estar fuera de la sombra es asfixiante. Yo he estrenado una de las camisas de corte asiático que compramos ayer y al menos voy lo más fresquito que se puede ir. Una amplia calle de piedra flanqueada por largas nagas, esta vez sin forzudos, lleva hasta el templo.
Calle hacia Ang Kor Wat
Vistas desde Ang Kor WatPaseo hacia Ang Kor Wat
















   Una zona cuadrada envuelve el alrededor del templo y es en el interior de esa zona donde estamos. Abordamos el templo por el camino más solitario que encontramos, pero una vez alcanzado el objetivo nos toca hacer cola para entrar. A las tres chicas de delante las sacan de la cola por ir demasiado cortas de ropa. Tras la rápida espera, unas escaleras muy empinadas nos suben al templo. Las escaleras son de madera y cubren las originales de piedra que son prácticamente verticales. ¡No sé cómo lo harían los de antaño!. Arriba hay buenas vistas y unos patios parecidos a los de abajo.

Dentro de Ang Kor WatDentro de Ang Kor Wat















Escaleras de Ang Kor Wat











Dentro de Ang Kor Wat

















   Al bajar nos vamos fijando en los relieves de bailarinas en las paredes de alrededor e iniciamos la vuelta con la idea de conseguir una foto de los dos con el templo y el lago, que creía que estaba en el centro pero que está en un lado. De un grupo de japoneses saco a uno con este propósito y consigo mi objetivo. Ya podemos volver al tuk tuk.

Ang Kor Wat

   Entramos por la puerta Sur, que impresiona con sus barandillas, que son, de nuevo, nagas sujetadas por hombres forzudos en fila. En la foto de abajo, el primer plano es para las siete cabezas de las dos serpientes, que se extienden hasta la puerta retenidas por esos guerreros que, en esta ocasión, conservan la cabeza.  La entrada es al recinto más grande de todos: el Ang Kor Thom.

Puerta Sur de Ang Kor Thom

   Pasando por una zona llena de monos llegamos al Bayon, el templo de las caras. Es impresionante por la cantidad de formaciones, con caras en cada lado, que contiene.

Bayon en Ang KorDetalle del Bayon
















    La interacción con estos templos antiguos es total, puedes entrar y deambular libremente por dentro, por arriba, ... no hay límites. Puedes tocar y subirte a los sitios. El Bayon resulta ser grande y nos perdemos por él un rato. Sin duda, es uno de los más destacables.

   Al otro lado hay una gran extensión que contiene varios puntos de interés. El primero es el Baphuon, que Eva prefiere obviar a cambio de un descanso en la sombra y que resulta ser una pirámide, de tipo maya, pero cargada de esculturas khmer. Al lado hay otra pirámide más pequeña y me reencuentro con Eva en la terraza de los elefantes, donde resulta que ha estado conversando con una anciana local que, cómo no, me pide un dólar por hacerle una foto junto a Eva y por haberla enseñado a decir "hormiga" en khmer. Yo no sé cómo se dice, a mí no me enseñó.
Phimeanakas en Ang Kor


   Recorremos la terraza de los elefantes, llamada así porque estos animales están tallados en la piedra de forma constante. El sol aprieta y nos apresura a llegar al final, donde nos aguarda la sombra. Además los vendedores no paran de ofrecernos todo tipo de cosas. Al final de esta enorme terraza cambian los motivos de los relieves por multitud de representaciones humanas y también cambia el nombre por "terraza del rey leproso".

Terraza de los elefantes en Ang Kor Thom

    Nuestro tuk tuk nos espera en este punto para recogernos rumbo al siguiente templo, atravesando la puerta Victoria. El templo es muy pequeñito y lo vemos enseguida. Después nos pregunta si queremos entrar en el Ta Keo, que se ve muy bien desde fuera y nos suena a lo ya visto, así que le pedimos que continuemos. El calor es demasiado sofocante y nos persuade para ahorrarnos lo que podamos. Además sabemos cuál toca ahora y estamos deseando llegar a la joya de la corona: Ta Prohm.

   Ya se ve que este templo es especial por la cantidad de autocares y vendedores que hay en la puerta.

   Realmente lo es. Entramos expectantes, atentos a cualquier asomo de formas naturales. Pronto aparecen pequeñas estructuras arbóreas que parecen imposibles, pero lo gordo está dentro, cuando te pierdes por el templo y vas saliendo a patios, o giras una esquina, y te das de bruces con las imágenes más impactantes de este lugar.

Ta Prohm en Ang KorTa Prohm en Ang Kor




























   Es el templo que está más deteriorado, pero las razones de este deterioro son la causa de su belleza. Los árboles se comen literalmente los templos creando formas tan abstractas que realmente parece que sus troncos vengas del cielo y se deformen al chocar contra los muros y construcciones. Eso sería una explicación, pero como sabemos, los árboles crecen desde el suelo hacia arriba, y eso sí que no explica estas formas.

Ta Prohm en Ang KorTa Prohm en Ang Kor















Ta Prohm en Ang Kor











Ta Prohm en Ang Kor

















   A este templo en realidad todos lo llaman "Tomb Raider temple" a raíz del rodaje de esa película. Al salir, que se hace por el lado contrario por el que has entrado, el abordaje de los vendedores es colosal. Nos vemos rodeados y a duras penas logramos alcanzar nuestro tuk tuk para salir disparados huyendo del acoso.

   Son las 13:30 y tenemos ganas de terminar. Nos dejan en el hotel, pagamos al conductor, que nos reserva el taxi a la frontera para mañana por 30$. Hay alguien más con él que no se presenta en ningún momento. Es un tío cachas elegantemente vestido. Estoy convencido de que forma parte de algún tipo de mafia que hay detrás de estos conductores con permiso para captar a turistas en las fronteras. Nuestro conductor insiste en llevarnos al lago Tonle Sap y yo le digo que no me interesa, pero que sí aceptaríamos ir a Roulous, aunque al parecer eso no le interesa a él, que cambia de tema y se despide insinuándonos que la propina podría ser mayor. Yo le recuerdo que ayer le di 5$ y el primer día le di 2$. Parece que esto de pedir más es una costumbre, pero se nota que ha acabado satisfecho con el pago.

Piscina del Hotel Prum Bayon   Duro poco en la habitación porque estoy deseando meterme en la piscina. El baño resulta reparador y poco después salimos para comer. Antes de llegar a Pub Street nos tomamos un par de cócteles por 1,50$ cada uno: yo un banana daikiri y Eva un AngKor especial que lleva de todo. Contentos, volvemos donde ayer a compartir otra pizza y después pasamos por el mercado para ultimar las compras de Camboya (gafas de sol Raiban, falsas, pero muy bien hechas por 2$ donde ayer compré los relojes). Cumplimos a rajatabla, ya que nos gastamos casi hasta el último dólar, a excepción de 10$ que nos dan para un par de sopas, unos mangos pelados y cortados y seis paquetes de Marlboro. ¡Sí, seis!

   Antes de cenar volvemos a la piscina para un baño nocturno. Estamos solos y cuando nos desparramamos en las tumbonas se acerca uno de los chicos que trabaja en el hotel y entabla conversación con nosotros. Tiene curiosidad por cómo es el lugar de dónde venimos: nuestra vida diaria. El contraste de culturas es claro y se refleja claramente con preguntas como "¿Cuántas vacas tenéis?". Yo trato de explicarle que en nuestras ciudades las personas no tienen ganado, que eso queda para las zonas más rurales, pero le resulta difícil entender nuestro modo de vida. Él nos cuenta orgulloso que sus padres tienen dos vacas, como queriéndonos indicar que no son pobres. Nuestra apacible conversación se ve truncada cuando comenzamos a notar picaduras de mosquito por doquier. Él nos dice que a él no le pican, pero yo me disculpo y le digo que nos tenemos que ir. Se queda algo apesadumbrado y me siento mal por habernos ido tan bruscamente, pero que nos estén acribillando los mosquitos en zona de malaria es prácticamente un caso de vida o muerte.

   Aunque es el único momento que hemos tenido problema con estos insectos, debo decir. Supongo que estar en una piscina, en bañador y de noche es ya tentar demasiado la suerte.