Nuestro tuktukero
nos llevará a
hacer el recorrido largo de Ang Kor. El resto del día será para
relajarnos en el hotel y cenar en Siem Reap.
La ruta larga es la verde y la corta la roja.
Después
Hoy nos levantamos antes,
descansados, pero
desayunamos en el buffet y remoloneamos hasta las 9, aunque cuando
salimos a esperar al conductor diez minutos antes de la hora él ya está
ahí.
Nos ponemos en ruta directa hasta Angkor Wat.
Por fin llegamos a esta maravilla del mundo. Pronto nos damos cuenta de
que aquí hay más gente que en ningún otro templo de los que hemos
estado. Un puente de piedra cruza el lago hasta la puerta y, una vez
cruzada, una pasarela de piedra también acaba en la imagen de la
estampa más famosa de Camboya. Aunque también vemos que están
reformando una parte y que los toldos verdes deslucirán algo las fotos.
Hay mucha gente alrededor y decidimos entrar sin mucha demora. Hace más
calor que ayer y estar fuera de la sombra es asfixiante. Yo he
estrenado una de las camisas de corte asiático que compramos ayer y al
menos voy lo más fresquito que se puede ir. Una amplia calle de piedra
flanqueada por largas nagas, esta vez sin forzudos, lleva hasta el
templo.
Una
zona cuadrada envuelve el alrededor del templo y es en el interior de
esa zona donde estamos. Abordamos el templo por el camino más solitario
que encontramos, pero una vez alcanzado el objetivo nos toca hacer cola
para entrar. A las tres chicas de delante las sacan de la cola por ir
demasiado cortas de ropa. Tras la rápida espera, unas escaleras muy
empinadas nos suben al templo. Las escaleras son de madera y
cubren las originales de piedra que son prácticamente verticales. ¡No
sé cómo lo harían los de antaño!. Arriba hay buenas vistas y unos
patios parecidos a los de abajo.
Al bajar nos vamos fijando en los relieves de bailarinas
en las paredes de alrededor e iniciamos la vuelta con la idea
de
conseguir una foto de los dos con el templo y el lago, que creía que
estaba en el centro pero que está en un lado. De un grupo de japoneses
saco
a uno con este propósito y consigo mi objetivo. Ya podemos volver al
tuk tuk.
Entramos por la puerta Sur, que impresiona con sus
barandillas,
que son, de nuevo, nagas sujetadas por hombres forzudos en fila. En la
foto de abajo, el primer plano es para las siete cabezas de las
dos serpientes, que se extienden hasta la puerta retenidas por esos
guerreros que, en esta ocasión, conservan la cabeza. La
entrada es al recinto más grande de todos: el Ang Kor Thom.
Pasando por
una zona llena de monos llegamos al Bayon, el templo de las caras. Es
impresionante por la cantidad de formaciones, con caras en cada lado,
que contiene.
La interacción con estos templos antiguos es total, puedes
entrar
y deambular libremente por dentro, por arriba, ... no hay límites.
Puedes tocar y subirte a los sitios. El Bayon resulta ser grande y nos
perdemos por él un rato. Sin duda, es uno de los más destacables.
Al otro lado hay una gran extensión que contiene varios
puntos de
interés. El primero es el Baphuon, que Eva prefiere obviar a cambio de
un descanso en la sombra y que resulta ser una pirámide, de tipo maya,
pero cargada de esculturas khmer. Al lado hay otra pirámide más pequeña
y me reencuentro con Eva en la terraza de los elefantes, donde resulta
que ha estado conversando con una anciana local que, cómo no, me pide
un dólar por hacerle una foto junto a Eva y por haberla enseñado a
decir "hormiga" en khmer. Yo no sé cómo se dice, a mí no me enseñó.
Recorremos la terraza de los elefantes, llamada así porque
estos
animales están tallados en la piedra de forma constante. El sol aprieta
y nos apresura a llegar al final, donde nos aguarda la sombra. Además
los vendedores no paran de ofrecernos todo tipo de cosas. Al final de
esta enorme terraza cambian los motivos de los relieves por multitud de
representaciones humanas y también cambia el nombre por "terraza del
rey leproso".
Nuestro tuk tuk nos espera en este punto para recogernos
rumbo al
siguiente templo, atravesando la puerta Victoria. El templo es muy
pequeñito y lo vemos enseguida. Después nos pregunta si
queremos entrar
en el Ta Keo, que se ve muy bien desde fuera y nos suena a lo ya visto,
así que le pedimos que continuemos. El calor es demasiado sofocante y
nos persuade para ahorrarnos lo que podamos. Además sabemos cuál toca
ahora y estamos deseando llegar a la joya de la corona: Ta Prohm.
Ya se ve que este templo es especial por la
cantidad de autocares y vendedores que hay en la puerta.
Realmente lo es. Entramos expectantes, atentos a cualquier
asomo
de formas naturales. Pronto aparecen pequeñas estructuras arbóreas que
parecen imposibles, pero lo gordo está dentro, cuando te pierdes por el
templo y vas saliendo a patios, o giras una esquina, y te das de bruces
con las imágenes más impactantes de este lugar.
Es el templo que está más deteriorado, pero las
razones de este deterioro son la causa de su belleza. Los árboles se
comen literalmente
los templos creando formas tan abstractas que realmente parece que sus
troncos vengas del cielo y se deformen al chocar contra los muros y
construcciones. Eso sería una explicación, pero como
sabemos, los árboles crecen desde el suelo hacia arriba, y eso sí que
no explica estas formas.
A este templo en realidad todos lo llaman "Tomb Raider
temple" a
raíz del rodaje de esa película. Al salir, que se hace por el lado
contrario por el que has entrado, el abordaje de los vendedores
es colosal. Nos vemos rodeados y a duras penas logramos alcanzar
nuestro tuk tuk para salir disparados huyendo del acoso.
Son las 13:30 y tenemos ganas de terminar. Nos dejan en el
hotel,
pagamos al conductor, que nos reserva el taxi a la frontera para mañana
por 30$. Hay alguien más con él que no se presenta en ningún momento.
Es un tío cachas elegantemente vestido. Estoy convencido de que forma
parte de algún tipo de mafia que hay detrás de estos conductores con
permiso para captar a turistas en las fronteras. Nuestro conductor
insiste en llevarnos al lago Tonle Sap y yo le digo que no me interesa,
pero que sí aceptaríamos ir a Roulous, aunque al parecer eso no le
interesa a él, que cambia de tema y se despide insinuándonos que la
propina podría ser mayor. Yo le recuerdo que ayer le di 5$ y el primer
día le di 2$. Parece que esto de pedir más es una costumbre, pero se
nota que ha acabado satisfecho con el pago.
Duro poco en la habitación porque estoy
deseando meterme en la piscina. El baño resulta reparador y poco
después salimos para comer. Antes de llegar a Pub Street nos tomamos un
par de cócteles por 1,50$ cada uno: yo un banana daikiri y Eva un
AngKor especial que lleva de todo. Contentos, volvemos donde ayer a
compartir otra pizza y después pasamos por el mercado para ultimar las
compras de Camboya (gafas de sol Raiban, falsas, pero muy bien hechas
por 2$ donde ayer compré los relojes). Cumplimos a rajatabla, ya que
nos gastamos casi
hasta el último dólar, a excepción de 10$ que nos
dan para un
par de sopas, unos mangos pelados y cortados y seis paquetes de
Marlboro. ¡Sí, seis!
Antes de cenar volvemos a la piscina para
un baño nocturno. Estamos solos y cuando nos desparramamos en las
tumbonas se acerca uno de los chicos que trabaja en el hotel y entabla
conversación con nosotros. Tiene curiosidad por cómo es el lugar de
dónde venimos: nuestra vida diaria. El contraste de culturas es claro y
se refleja claramente con preguntas como "¿Cuántas vacas tenéis?". Yo
trato de explicarle que en nuestras ciudades las personas no tienen
ganado, que eso queda para las zonas más rurales, pero le resulta
difícil entender nuestro modo de vida. Él nos cuenta orgulloso que sus
padres tienen dos vacas, como queriéndonos indicar que no son pobres.
Nuestra apacible conversación se ve truncada cuando comenzamos a notar
picaduras de mosquito por doquier. Él nos dice que a él no le pican,
pero yo me disculpo y le digo que nos tenemos que ir. Se queda algo
apesadumbrado y me siento mal por habernos ido tan bruscamente, pero
que nos estén acribillando los mosquitos en zona de malaria es
prácticamente un caso de vida o muerte.
Aunque es el único momento que hemos tenido problema con
estos
insectos, debo decir. Supongo que estar en una piscina, en bañador y de
noche es ya tentar demasiado la suerte.