Día 16 (10/12/2010)   Krabi

Antes   

Bahía de Phang Nga




   En los días anteriores deberíamos haber tenido tiempo de contratar una excursión a la bahía de Phang Nga. Queremos bañarnos en la playa frente a la isla de James Bond y hacer una travesía en kayak por las cuevas de las formaciones cársticas tan características de este lugar.

   Los lugares marcados en el mapa son:

 1- Embarcadero
 2- Koh Panyee (Aldea flotante)
 3- Koh Tapu (Isla de James Bond)

Después

   El viaje se acaba, pero aún nos queda un día muy prometedor: hoy. Mañana ya formará parte del proceso de regreso.

   Desayunamos en el buffet y esperamos que nos pasen a buscar junto a otra pareja de holandeses hospedados en el mismo hotel. Puntuales, a las 8:00h tenemos el minibús con la guía, somos los últimos y tenemos reservados los asientos del final. La guía intenta amenizarnos las dos horas de camino contándonos curiosidades de Tailandia y luego, más concretamente, de la zona. Cuando repasa las nacionalidades de cada uno del grupo (somos unas 15 personas) nos toca vivir el triunfalismo de ser campeones del mundo, aunque no es que yo haya ayudado mucho a conseguirlo.

Embarcadero de Phang NgaBarcas en Phang Nga
















   Poco después de las 10:00h hemos entrado en el parque nacional de Phang Nga y nos encontramos frente a un embarcadero con una nueva especie de embarcación que vendría a ser al long tail lo que el autocar al coche. El paisaje está dominado por un ancho río entre tierras planas que desbordan vegetación tropical sobre las aguas, pero a lo lejos, en todas direcciones, sobresalen enormes formaciones rocosas. No nos sorprende, dado que es lo que esperamos de este lugar.

Navegando por Phang Nga

   Hacia allí se dirige la barca, cuyo motor dificulta las esporádicas explicaciones de la guía. No necesitamos que nos distraigan, el paisaje en el que nos adentramos, tan diferente al que entendemos como familiar, nos entretiene lo suficiente. El manglar puede verse con claridad en la orilla más cercana, con esa densa vegetación que sólo la proximidad permite ver que sale directamente del agua. En la otra orilla el terreno se alza alcanzando formas imposibles. En la foto de la derecha tenemos la cabeza de un animal, asomando las orejas.

Manglar en la orilla del río en Phang NgaFormaciones rocosas en Phang Nga
















   Conforme vamos llegando a lo que parece un gran ensanchamiento del río, ¿o será ya la bahía?, el paisaje va siendo dominado por una colosal roca que surge desde el centro del agua. Las explicaciones de nuestra guía giran en torno a ella y, sobre todo, a la aldea que ha sido construida por unos inmigrantes musulmanes malayos bajo su protección: Koh Panyee. Es un pueblo flotante cuya visión nos fascina mientras lo pasamos de largo, con la promesa de que volveremos más tarde a visitarlo, ya que hoy comeremos en él.

Koh Panyee y su aldea flotante

   Continuamos por lo que de río ha pasado a ser una gran superficie de agua salpicada de promontorios rocosos. Mientras nos acercamos a uno de esos promontorios comenzamos a distinguir que atrae la atención de las visitas en forma de lanchas en su embarcadero. La primera parada es también la visita más destacada del día: lo que ellos llaman la isla James Bond, pero que en realidad tiene el nombre de Koh Tapu.

Islas de Phang Nga con Koh Tapu

   Sabemos que la estampa más famosa de Phang Nga e incluso de la zona costera tailandesa está aquí, pero aún no la vemos. Hemos desembarcado en un pequeñísimo muelle en el costado de una cala y enfrente tenemos las paredes de roca caliza cuya base está tapada por las tiendas de souvenirs. No se puede uno perder: sólo hay un camino en el centro por el que va y viene la gente. Pasamos por un espectacular corte de roca en un plano perfecto, tanto que no parece natural. Al otro lado del camino aparece, tras una pequeña playa llena de turistas fotografiándose, la imagen que veníamos buscando. Nos unimos a ellos con nuestras fotos, pero en cuanto veo que algunos se están bañando no me lo pienso dos veces y nado hasta esa roca que parece aguantarse por arte de magia.
Koh Tapu o Isla de James Bond



   Esa pequeña playa también está repleta de ofertas de recuerdos y llenamos el resto de la visita a través de un camino, que comienza en unas escaleras de la izquierda, que da la vuelta a esta pequeña isla y donde se pueden obtener nuevas perspectivas de la roca que nos ha traído aquí, y donde hacemos la foto de la izquierda.

Koh Tapu o James Bond island   De nuevo en nuestra barca, nos alejamos de este lugar por entre el parque natural a lo que parece una zona más salvaje y aislada hasta que nos aparece una plataforma flotante de la que salen y llegan canoas de colores chillones.

   A los que no escogieron esta opción se la vuelven a ofrecer ahora. Un grupo de cuatro franceses han decidido que pasan de esta historia y se quedan en el bar de esa plataforma. A nosotros nos aconsejan poner todo lo de valor en una bolsa de plástico que pretende hacer de impermeabilizador. Dejamos el calzado en la plataforma más baja desde donde subirnos a la canoa y entre una enorme población de todos los tipos de sandalias y bambas. El niño que conduce la nuestra nos ayuda a colocarnos, y por conducir me refiero a remar. Pocos minutos después de haber llegado a este lugar ya estamos en nuestra canoa, suficientemente larga como para que podamos estirarnos los tres, algo que no sabía que tendríamos que hacer varias veces para llegar a las sorpresas que atesoran estas empinadas islas en su interior. Sin duda alguna es lo mejor de la excursión de hoy. Para muestra, un botón (el del Play de este video, concretamente):

En canoa por Phang Nga


   La frikada es pasar por el túnel más grande que hay y encontrarse una lancha que es una tienda de cocos. El niño que nos llevaba nos preguntaba constantemente si nos lo pasábamos bien y siempre asentíamos. Tras un rato, nos pregunta si queremos bañarnos y yo le respondo que sí inmediatamente. Parece que tiene preparado un rato diferente off de tour: nos lleva a una zona de manglar y me deja fumar, pidiéndome un cigarro a cambio. Allí podemos pegarnos un chapuzón en un entorno tan espectacular como el de la segunda foto de abajo y con un agua estupenda.
 
Grutas en canoa en Phang Nga

   Cuando inicia el retorno y los cigarros se están acabando de consumir le ofrezco el botellín de agua que uso de cenicero, pero él prefiere tirarlo al río. Esa podría ser la única nota triste del día. Cuando nos dirigimos hacia la plataforma donde nos ha de dejar nos pide propina e insiste en que no lo vean desde allí. Yo le doy 20 Baht y alego que no he traído más porque lo tenía todo pagado ante su insistencia de que quería más. En realidad, el detalle del cigarro creo que es el tipo de acciones que no deben incentivarse.

Nadando en el manglar

   Nuestra barca inicia la vuelta al punto de origen, donde nos espera el minibús que nos ha traído, pero hay una parada prevista a mitad de camino: la aldea flotante de Koh Panyee.

   Llegamos con el único medio que permite acceder a ese originalísimo lugar y caminamos sobre ese suelo que flota sobre las aguas artificialmente en la zona de muelles, donde también vemos varios artilugios de pesca. Las larguísimas mesas están preparadas ahí mismo, en una enorme terraza techada y hay varios grupos comiendo ya. Nosotros nos sentamos en una mesa redonda. Mientras como mi sopa noto como unas lágrimas resbalanPueblo flotante en Phang Nga por mi cara, es por el picante, pero como me encantan estas cosas, repito. El plato principal no es boyante, pero suficiente, con su típica ración de arroz blanco. Conforme la gente va acabando se levanta de la mesa para visitar ese curioso lugar. Nosotros nos paramos en las primeras tiendas y de tanto regatear sólo nos da tiempo a asomarnos por esas estrechas calles que hacen olvidar sus frágiles cimientos.

   Es el momento de volver al minibús y comenzar el retorno al hotel, pero aún quedan dos paradas, ya fuera del parque nacional. La primera es en el templo de los monos, donde la guía nos asegura que, a diferencia de los monos salvajes que nos hayamos podido encontrar por ahí, éstos son muy pacíficos y están acostumbrados a la comida que le dan los turistas, aunque no debemos olvidarnos de su tendencia a apropiarse de lo ajeno.

   Al salir nos topamos con un recinto tipo parque, con unos árboles y bancos a la derecha y unos puestos de plátanos a la izquierda, en frente, una vetusta puerta azul anuncia la entrada al templo en las entrañas de la montaña que tenemos delante, cubierta completamente de jungla. Pero ningún mono.

   Entramos a lo que es una caverna decorada con motivos religiosos entre los que destaca un gran buda recostado. Un sonido dirige mi atención al oscuro techo, pero no logro ver nada. Sólo al hacer una foto con flash puedo confirmar mis sospechas de que ese techo está atestado de murciélagos.

Interior del templo de los monosMurciélagos en el Templo de los monos
















   El templo se visita sobradamente en cinco minutos y volvemos a salir cuando uno de los que van con nosotros nos anuncia que hay un mono fuera. Y así es, pobre. Como es el único macaco todo el mundo posa con él. Está sobre uno de los árboles de la entrada, a una altura tan baja que permite poner la cabeza junto a él para la foto. Y durante un rato estamos convencidos de que eso será todo y que nuestra visita al templo de los monos es un fiasco porque nos falta la última parte del nombre. Aunque la realidad es que ya habíamos tenido nuestras experiencias con este tipo de macacos. Sin embargo, nuestra resignación está a punto de desaparecer.

   Una pareja compra plátanos para ofrecérselos al amigable mono que se ha erigido en centro de atención de todos los turistas, pero ese hecho ha iniciado un leve movimiento en la jungla que hay sobre el templo. Poco a poco vamos viendo algún que otro mono bajando con soltura por las lianas y la enrevesada vegetación de alrededor del templo, justo en el lugar de la foto de laMadre con cría en el Templo de los monos izquierda.

Sobre el templo de los monos
















   Conforme la vista se va acostumbrando a distinguirlos vamos viendo más, hasta que realmente parece una revolución y, como no, acaban llegando abajo. Hay más compras de plátanos y los monos comienzan a recogerlos de las manos de los turistas. Nosotros nos unimos a ellos, 100 Baht la bolsa de pequeñas bananas es cara para un mercado, pero es la atracción de este lugar.

   Los monos se atiborran y nosotros nos empeñamos en hacernos una foto dándole un plátano a uno de ellos. Pero eso es más difícil de hacer que de explicar, ya que estos animales se acercan con cautela hasta tener su objetivo a la distancia adecuada y luego, con dos movimientos rapidísimos, te cogen el plátano y salen disparados. Son casi tan rápidos como el ojo y mucho más que la cámara. Uno de ellos le roba la bolsa a Eva y otro se lleva casi todo el plátano que me quedaba, dejándome la punta.

   La solución: sujetar fuerte lo que queda del plátano y no permitir que se lo lleven hasta que tenga la foto. El resultado: el de la foto de la izquierda, con una cría peleándose por llevarse su botín.
Entrada al templo de los monos
Dando comida en el templo de los monos
















 Satisfechos con la experiencia retornamos a nuestro vehículo para la última de las visitas: unas cascadas donde nos podremos bañar (otra vez, diría yo).

   Cuando llegamos estamos solos en el lugar, es básicamente jungla con dos grandes cabañas de madera para ofrecer los típicos servicios a los visitantes: aseos, bar, tienda de recuerdos, etc... Antes de ver ningún agua, se nos aparece un panel con las fotos de los diferentes niveles de cascadas, muy al estilo de Erawan, pero mucho menos espectaculares. Y como en Erawan, vemos la uno y la dos, pero como quiera que la gente sigue subiendo, nos volvemos a la uno para disfrutar de un baño solos. El agua es la más fría en la que me he bañado en Tailandia. Me hago la foto de la derecha despidiéndome porque, a partir de mañana, comienza la vuelta a casa, con una parada en Bangkok para acabar de hacer las compras.

Baño en cascadasCascada 2
















   Así que el corto trayecto que queda al hotel lo pasamos ensimismados. Nos despedimos de nuestros compañeros de excursión, ya que nos dejan los primeros, y nos tumbamos un rato en la cama descansando y esperando a que anochezca. Hoy cenaremos fuera, aunque la velada de Moay Thai ya la rechazamos ayer, la verdad es que nos hubiera dado tiempo de sobras.

   El tuk tuk del hotel nos lleva al restaurante Pakarang, enfrente de la playa Nopparat Thara y recomendado por el conductor, al que ya conocemos. Quedamos en que cuando acabemos, los del restaurante se encargarán de llamarle. Nos parece caro para los estándares de la zona, así que, como estamos al final del viaje y nos queda el grueso de las compras, pedimos modestamente un par de pinchos de marisco, que hemos visto de oferta, y un plato principal cada uno, pero consiguiendo que la cuenta no supere los 800 Baht.

   Sólo queda descansar de un largo y maravilloso día. La excursión a Phang Nga es sin duda alguna un imperdible.