|
|
Día
5
(29/11/2010) Paso fronterizo en Poipet y viaje a Siem Reap
Antes
Convendría madrugar este día para salir hacia la
frontera
con Camboya. Vamos prevenidos de que hay que llegar antes de las 12:00h
porque llegan los autobuses de Khao San y, con ellos, multitud de gente
que haría que los trámites se eternizaran. El trayecto es de unas 3-4
horas, con lo que no debería haber problema para llegar antes de esa
hora. Utilizaríamos un parking en Aranyaprathet para dejar el coche,
pues no se puede cruzar la frontera con un vehículo alquilado en
Tailandia y nos dirigiríamos a pie a hacer los diferentes trámites para
cambiar de país: sellado de salida de Tailandia, obtención del visado
camboyano, sellado de la entrada y obtención de taxi hasta nuestro
hotel en Siem Reap. Los trámites son sencillos, pero hay multitud de
dificultades intrínsecas a ese lugar. Se trata de un nido de
carteristas y timadores. Por lo que hemos leído es imposible pasar esta
frontera sin haber sido intentado timar en diversas ocasiones, ya sea
por los que pululan por ahí o por los mismos policías camboyanos. Desde
Poipet, en la frontera, hasta Siem Reap son dos horas de coche por la
carretera nueva, por lo que es factible llegar a destino para comer,
como es nuestro propósito. La tarde la dedicaríamos a sacarnos el pase
de tres días de Ang Kor y visitar una zona de templos pequeña pero
alejada de todos los demás como es Rolous.
La ruta en el mapa está marcada por:
A.- Khao Yai
B.- Frontera con Camboya en Aranyaprathet
C.- Siem Reap
|
Después
Desayunamos en la guesthouse, tras hacer checkout
en
el hotel, con los compañeros de safari de ayer. A la hora de pagar, la
cuenta de las cenas, desayunos y cervezas no llega a 20€. Todos se
marchan hoy también, siguiendo diferentes rutas. Nos despedimos de
ellos, a los que llevan a la estación de autobuses o tren de Pak Chong
y aprovechamos para asesorarnos con Puma de la mejor ruta a la frontera
camboyana. Nos recomienda no ir a atravesando el parque nacional, sino
retroceder hasta Saraburi. Nos explica que, aunque parezca más corto,
no compensa, ya que al ser una carretera mucho más lenta, los tiempos
serán prácticamente los mismos, pero nos ahorramos la tarifa de entrada
al Parque Nacional. Nos despedimos de él haciéndole saber lo bien que
lo hemos pasado y con deseos de volver algún día con los murciélagos
como excusa.
Tardamos 4 horas en llegar sin perdernos un instante y
parando a
por comida "de viaje" una sola vez (80 Baht = 1,5 €). Ya hemos fallado
en la primera intención: la de llegar antes de las 12, hora a la que
llegan los autocares de Bangkok provocando largas colas para cada
trámite. Son las 13:15h. Al llegar a la frontera se percibe
el follón. Se empieza a acercar gente ofreciendo cosas y señalando que
me dirija a lugares diferentes justo donde la calle, que habíamos
confirmado que era la correcta, está cortada. Como no me quiero detener
giro a la izquierda, la opción más sencilla, pero me paro cuando veo el
mercado. Definitivamente, el camino a la frontera es la calle cortada
que acabo de dejar. ¿Qué hago?. Veo a gente en bicicleta que se acerca
a por nosotros. Había leído tanto sobre esta frontera que no me
esperaba encontrarme
sin saber qué hacer. Huyo y doy la vuelta a la "manzana" para volver al
lugar donde la calle está cortada. Esta vez me fijo en el parking que
tengo en esta parte izquierda, prácticamente en frente, y me dirijo
hacia él. Pregunto varias veces "Secure parking?" y los dos tipos que
hay en la entrada me aseguran que sí y me intentan ayudar a entrar,
pero no son del parking. En la ventanilla me dan el ticket y uno de los
dos del principio no se separa del coche y no cesa de darme
indicaciones. Todavía no sé si quiere venderme algo o una propina por
sus "servicios". Me alejo, ya dentro del aparcamiento, intentando
dejarle atrás. Al final aparco en un lugar cerca del final. El parking
es parecido al típico de hipermercado, al aire libre y con techado para
cada hilera formada por dos líneas de plazas (0).
Antes
de que salgamos del coche ya tenemos al tío de la entrada diciendo
cosas a través de las ventanillas subidas, y hay un par más, más
tímidos, viendo a ver qué cae. Me pongo nervioso porque, aunque hemos
hecho los deberes al levantarnos y hemos puesto en una bolsa de mano
aparte lo que nos llevamos a Camboya, todavía hay cosas que hemos de
dejar en el maletero y, además, he de recoger el portátil y no quiero
que nadie vea que dejamos las maletas allí (el resto del dinero también
se queda, sólo nos llevamos los 460 dólares). No sé qué hacer con el
ticket del parking: si lo dejo en el coche corro el riesgo de que, en
caso de robo, no tenga justificante de ningún tipo, y si me lo llevo
corro el riesgo de perderlo. Mientras el tipo sigue hablándonos desde
fuera.
Salgo teniendo claro que he de ser rápido y
discreto en el intercambio de objetos en el maletero, que abro lo justo
como para que entren y salgan los bultos bajo la puerta, aun así me
parece que este tío se ha percatado de que las maletas se quedan ahí.
Finalmente, nos alejamos del coche
y le dejo claro al hombre que ya llevamos visados. Pero no se va. Ahora
me ofrece taxi. Le digo que ya tengo uno reservado y que me espera al
otro lado (esto es mentira, pero llevo el número de www.angkorcars.com
grabado en el móvil por si acaso). Me pregunta que cuanto me va a
costar, le digo que 40$ y me contesta que me iguala el precio. Le digo
que no, que me está esperando y que no lo dejo colgado por el mismo
precio, me lo baja a 35$. Como dudo un rato enseguida se aferra a eso y
me asigna un chavalín que nos acompañe el resto de nuestro camino a la
frontera. Ese camino es una avenida (Entre 0 y 1) flanqueada por pequeños negocios
que buscan, como pueden, llamar la atención sobre su actividad, la
misma para todos: hacer visados. La palabra Visa aparece escrita por
doquier, en todos los colores y tamaños y, por si no nos hubiéramos
enterado, desde la puerta de estos establecimientos nos gritan
ofreciendo visados.
El chico que nos acompaña nos
hace campaña comercial sobre ese taxi suyo de forma ininterrumpida. Yo
tengo cierta esperanza de que no podrá cruzar la frontera con nosotros,
frontera que aparece delante. Está montada de forma que por la
izquierda se entra a Camboya y por la derecha se sale de ella. El
chaval me señala la entrada de donde tengo que sellar la salida de
Tailandia, aunque yo ya lo sabía (1). No entra con nosotros. Dentro nos
ponemos en una de las colas que hay, de unas cinco personas cada una.
Las largas colas deben haberse ido ya.
Al poco salimos, y el chico está ahí esperándonos. Sigue con
nosotros sin soltarnos, creo que se quiere asegurar de que realmente
tenemos el visado camboyano, ya que sería nuestra próxima etapa y
parece ser el mayor negocio de la zona. A pesar de habérselo repetido
muchas veces nos vuelve a preguntar si tenemos visado cuando pasamos
por donde se debería comprar. Estamos en una calle que separa el
control tailandés del camboyano, pero parece una calle animada de una
ciudad asiática, con camiones y negocios - ¡Hay hasta un casino!-.
Había leído que era un puente, pero no tengo la sensación de ello. Sin
salirnos de nuestro lado izquierdo llegamos a lo que parece ser nuestra
siguiente parada y es allí donde el muchacho sabe que no puede seguir y
nos abre una libreta. "Entonces son 40$. ¿Me dais el dinero ahora?",
nos dice con ensayada naturalidad. Me quedo estupefacto. Habíamos
acordado 35$, pero ya da igual, sólo le dejo claro que no le voy a
pagar por adelantado. Él me dice que su amigo nos espera al otro lado y
yo le repito que también tengo un taxi esperándonos en el otro lado al
que pagaré a la llegada. Él se hace el contrariado y llama (o simula
llamar) por el móvil y yo le digo que "adiós", que seguimos nuestro
camino, a sabiendas de que él no nos puede seguir más lejos (2).
Con la sensación de habernos librado del primer intento de
timo
serio nos toca el turno en lo que sería el control sanitario de
Camboya. Por fin volvemos a estar solos. Dos personas nos atienden, uno
con uniforme de policía o militar (¡vete a saber!) y otro con uniforme
de pantalón negro con camisa azul. En cada apartado con mesa y sillas
hay la misma pareja, la del uniforme más oficial sentada al otro lado
de la mesa, la de la camisa azul claro de pie. Nos dan una hoja a
rellenar sobre vacunas y enfermedades. Contestamos con boli lo que nos
parece, ellos no comprueban nada. Sin embargo, cuando nos vamos, el de
la camisa azul se viene con nosotros. Parece trabajar allí y dispuesto
a
ayudarnos con lo que nos queda. ¿Pero por qué sólo nos acompañan a
nosotros?. Por turistas claro, ¿pero con qué intención?. Como me había
leído muchos testimonios sobre este paso fronterizo, sabía de casos en
los que alguien les ayudaba en todo hasta llegar a un taxi (incluso
negociando un precio mejor) a cambio de una pequeña propina. Si era
así, bienvenido sea. Pero el estado de alerta no se me relajaba un
instante. Nos va dando conversación haciéndonos preguntas sobre nuestra
estancia en Camboya. Cuando nos pregunta si es la primera vez le digo
que para Eva sí, pero que para mí es la segunda, pensando que esta
mentira podría alejar algún timo típico porque yo ya estaba "resabiao".
Nos indica donde tenemos que sellar y entramos sin él (3). Tras unas colas
parecidas a las del trámite tailandés nos sellan la entrada al país
arrancando a su vez las eVisas que teníamos grapadas. ¡Con lo bonitas
que eran, de colores con nuestras fotos!. Antes de eso, a mitad de
cola,
me he dado cuenta de que la gente llevaba un formulario rellenado y he
recogido un par y rellenado de pie. ¡¿Para qué querrán nuestros datos
tantas veces?!¡Si ya estaban en el visado!.
A la
salida el tipo nos está esperando. Nos quiere meter en un minibús que
nos lleva al centro del transporte junto con otros turistas. Yo ya
sospecho de todo y le digo que tenemos un taxi preparado, pero él me
contesta que allí sale un bus a Siem Reap por 10$ y que se va a
asegurar de que no tengamos ningún problema. Nos metemos y, para mi
sorpresa, él también. ¿Pero no trabaja en la frontera?. Me mosquea el
hecho de que yo tenga este "asistente" y los demás turistas del minibús
no. Sin saber bien qué nos espera nos bajamos de ese vehículo tras un
corto trayecto de 5 ó 10 minutos. El plan sigue en pie, me indica las
taquillas para comprar el billete de bus. ¿De verdad vamos a poder ir
por 20$ los dos? Esto es nuevo. Yo aprovecho lo que he leído para
afianzar mi coartada y le comento que el año pasado, cuando vine, el
autobús no salía nunca porque se tenía que llenar, pero me dice que ya
está lleno y que va a salir ahora mismo.
Ya con los
tickets nos acompaña al autobús. Yo espero el momento en que se despida
y espere la propina, pero eso no pasa. Una vez acomodados en el
autobús, que realmente está prácticamente lleno se reúne con otros
"colegas" que visten el mismo uniforme que él. Cuentan los espacios
libres, que todavía son unos siete u ocho - uno de ellos a mi lado - y
veo que deciden que ya está lleno y, para mi sorpresa, se sientan cada
uno en uno de los asientos libres y parten con nosotros. Al parecer,
los que trabajan en la frontera se vienen con nosotros a Siem Reap. Yo
elaboro una teoría que lo explique todo: son las 14:00 h y debe ser el
cambio de turno y estos oficiales se encargan de poder volver en el
autobús llenándolo. Si es así, ¡qué suerte hemos tenido!. Pero no es
así.
En realidad, y lejos de todas las "trampas"
que había leído, las tres horas que nos dicen que dura el viaje es una
larga actividad comercial. Cada uno de ellos, que se han repartido
estratégicamente por el autobús, comienza a entablar conversación con
los de su alrededor. Primero sobre cosas mundanas, luego van yendo a
las actividades que vamos a hacer allí y, sobre todo, si tenemos hotel
y/o guía para la visita a Ang Kor y es entonces, cuando ante mi
sorpresa, confiesan que, aparte de trabajar en la frontera, también
son conductores de tuk tuk. Yo le cuento al que nos ha acompañado desde
el principio, y que tengo sentado a mi derecha, que ya tengo hotel y
que, además, ya está pagado, lo que es cierto, y que ya tengo conductor
de tuk tuk, lo que es falso. Él me dice que lo deje, que me iguala el
precio de 50$ que le he dicho que tengo pactado, pero yo le digo que sé
que los tuk tuk valen menos y que pagamos un poco más porque, primero,
la visita incluye ir a Banteay Srei, un templo que está algo alejado y
encarece la visita y, segundo, porque habla español y mi mujer no
entiende el inglés. No les descorazona mi explicación y me van dejando
en paz e
insistiendo intermitentemente durante todo el viaje que casi dobla las
3 horas que tardan los taxis y nos habían dicho que también tardaría
este bus.
Por el camino hace una parada donde se
puede tomar algo en un chiringuito lleno de niñas que nos piden euros
porque los coleccionan o simplemente porque sí. En esa parada
aprovechan para tantear a todos los pasajeros y no sólo a los que
tienen alrededor.
Llegamos algo pasadas las 18:30h
y es noche cerrada. La visita a Roulous hace horas que se esfumó. En la
última hora nuestro amigo ha intensificado la presión y me ha dejado la
visita en 40$, que es lo que tenía pensado pagar, pero como no me fio
le sigo diciendo que ya tengo conductor y que necesito que hable
español. La fe de esta gente es admirable. A pesar de todo, cuando el
autobús aparca en una calle muy ancha que intuyo será la principal, él
insiste en llevarnos al hotel gratis. Le digo que no hace falta, pero
recoge su tuk tuk, justo al lado de donde ha aparcado el autobús y nos
lleva. Antes de entrar en el hotel hace su último intento y yo le hago
mi última oferta. Él me pregunta cómo he quedado con mi conductor y le
digo que mañana a las 8 en el hall del hotel. Me dice que él estará
allí y yo le digo que él sabrá. Mi oferta es que me dé un teléfono al
que llamarle si mi conductor no se presenta o algo sale mal. Acepta
agachando la cabeza y me anota un teléfono. Me entra las maletas al
hotel donde un botones coge el relevo y le doy dos dólares de propina
por si no nos viéramos al día siguiente.
Me he
salido con la mía. No es que no le quiera a él, porque hemos de
reconocer que se lo ha currado durante seis horas ayudándonos sin pedir
más a cambio que darnos un servicio que necesitamos al precio que
pensaba pagar, pero no quería cerrar con el primero. Todavía puedo
comparar y mañana pillarlo a él igualmente.
El hotel Prum Bayon (0) es precioso y esa piscina que vemos desde
nuestro balcón hay que probarla pronto. La foto de la izquierda está
hecha desde ese mismo sitio. Nos encanta la habitación de estilo
colonial. Salimos a cenar aprovechando el mapa y las indicaciones que
nos han dado en recepción. Un paseo nos llevará a la zona de bares que
sin pretender engañar a nadie se llama Pub Street (3) y correspondería a la
foto de la derecha. Evidentemente, ninguna de estas fotos es de hoy,
ya que llegamos de noche.
El
calor aprieta por la noche aquí. Damos un paseo hasta la zona de
restaurantes pasando por la calle principal, con partes algo
desvencijadas: con aceras levantadas y el contraste de lujosos
hotelazos junto a negocios ruinosos (sin valorar sus ingresos,
simplemente la estética). Hay mucha gente en la calle y, cuando
atravesamos un grupo de locales sentados en el suelo con cervezas en la
mano, uno se levanta y con alegría efusiva nos dice: "Nos hemos
encontrado. Eso es el destino". Es nuestro amigo, el que nos ha
acompañado todo el día y del que nos habíamos "librado" hace apenas
media hora. "Eso es que mañana vendréis conmigo". Yo le recuerdo
nuestro trato y concluyo con un "Ya veremos". Y él repite su "amenaza":
"Mañana a las 8 estaré en el hotel".
Cuando llegamos a la altura de la calle que hemos de bajar,
lo
notamos enseguida por el ambiente y vaivén de tuk tuks. Los que corren,
los parados tienen un conductor acostado que irremediablemente nos
ofrece sus servicios. ¡Cada uno de ellos!. Al menos tanteo precios para
los dos días siguientes y ninguno me convence. Puedo conseguir el mismo
que ya tengo, pero con alguien menos "conocido".
Que Camboya es
un país más pobre se ve constantemente. Siem Reap no es que sea un
lugar turístico, es que es una ciudad completamente construida para
albergar a los visitantes de los templos de Ang Kor. Está compuesta
prácticamente por hoteles y tiene un centro con
mercados y restaurantes. Constantemente te abordan ofreciendo tuk tuk,
como ya he dicho, pero también masajes, comida o
cualquier otra cosa que puedan vender.
No
caminamos más. Calculo que hemos andado algo menos de 1 Km desde el
hotel, y tenemos el mercado (1) y Pub Street (3) comenzando un poco más abajo.
Pero nos fijamos en un restaurante en forma de gran cabaña de madera,
con una barbacoa en la calle como reclamo. Los precios de la carta que
tienen fuera nos parecen bien y entramos. Una romántica cena con velas
y pedimos un plato para cada uno que consta de una gran lista de
manjares típicos camboyanos. La realidad es que es una degustación de
cada uno, con raciones muy pequeñas. La comida es buena, pero no muy
abundante. Unos 10$ los dos. No es caro para nosotros, pero sí para los
estándares de allí. Se llama Raja Angkor (2) y no lo recomendaríamos
especialmente porque... porque si no hubiéramos vuelto algún otro día.
Es el de la foto:
Hacemos el camino de vuelta al hotel también andando y riéndonos de los
curiosos semáforos para peatones donde aparece el típico monigote
verde, pero animado haciendo que camina. Sobre él hay una cuenta atrás,
también con números verdes, bastante intuitiva de entender. Pero por si
a alguien se le escapa la razón de esos números, conforme van
decreciendo, el peatón animado va acelerando su paso hasta acabar en
carrera desenfrenada en los últimos 10 segundos. Sí, lo hemos
entendido.
|
|
|
|