Hasta las 13:30h, que sale el ferri hacia Krabi, lo pasaremos
disfrutando de las playas de la isla. Después, tras dos horas de
camino, llegaremos a Ao Nang, donde tendremos muchas más playas para
conocer.
Después
Amanece, como cada día, pero la mayoría de ellos
no puedo
verlo como hoy desde la cama. Y me gusta tanto lo que veo que salgo a
la playa, solitaria ahora (normal, si todo el mundo estaba en la fiesta
de anoche...).
Las nubes de ayer no están y cuando el sol ya está preparado
para
ofrecernos su luz más brillante, la playa de arena blanca y aguas
turquesas aparece ante - y bajo - nosotros. Ciertamente no
necesitábamos ningún tour para esta mañana y, desde bien temprano,
somos los únicos disfrutando de un baño en estas aguas transparentes.
La arena también tiene su espectáculo: pequeños cangrejos blancos salen
a dar la bienvenida al sol y se esconden con gran rapidez en su agujero
a la menor señal. La playa y los cangrejos, aunque difíciles de ver,
están en el video.
Tras unas horas de relajación entre el agua
templada y las hamacas nos movemos. Pasearemos por el pueblo y
subiremos a la otra playa. Hay gente, pero no la de ayer. Se nota que
los hay que han venido para vivir más la noche que el día. Un detalle
que observamos ayer es que a lo largo del paseo (de los paseos más
bien) y de cualquier calle principal aparecen carteles sobre la ruta
que hay que seguir en caso de tsunami. La huella que dejó aquí el
incidente de 2005 se hace latente con este tipo de mensajes. La foto es
de ayer, de ahí los nubarrones.
Al llegar a la playa de Lodalum nos tumbamos en la arena,
esta
vez a la manera tradicional, toalla en tierra. Vamos alternando baño de
mar y de sol. ¡Ya nos tocaba relajarnos!. En esta playa echamos la foto
de la derecha ayer por la tarde. Por la mañana el agua ocupa la mayoría
de la parte de arena que quedaba descubierta.
Cuando
se
acerca la hora de comer pasamos por el pueblo camino del bungalow y nos
entran varios agentes ofreciéndonos billetes de ferri. Los precios son
similares (entre 450 y 500 Baht) y elegimos a uno que, además de
rebajarnos algo el precio a los 400 Baht (lo
que supongo que se podrá hacer con todos), nos ofrece una solución para
dejar las maletas en su oficina.
Recogemos las maletas en el bungalow y volvemos a pasarlas
entre
arena y cemento hasta la oficina junto al pier, con la que habíamos
acordado los billetes de vuelta. Después volvemos exactamente al mismo
sitio de ayer a comer y pedimos lo mismo, y es que Eva se ha enamorado
de esos espaguetis a la marinera.
Nos quedamos a la
espera en la entrada del pier y se nos hace algo larga. El pier tiene
una división que separa el camino que siguen los que llegan del de los
que marchan, así que cuando el ferri amarra nos acercamos a él. El
proceso es como el de Phuket: las maletas a su montaña correspondiente
- Ao Nang en este caso - y a colocarse en cualquier sitio libre.
El camino a Krabi es más bonito si cabe que el que hicimos
desde
Phuket, aunque podría ser que nos lo pareciera por el magnífico cielo
que hay hoy. Las formaciones rocosas emergiendo del mar están ahí, pero
además pasamos por pequeñas islas cuya blanca arena podía verse desde
el ferri.
En una hora y media nos ponemos en la
primera parada continental: Railay Beach. El ferri no puede acercarse
hasta la orilla de la playa por razones obvias (es una playa), y como
aquí no hay
pier, el desembarco de maletas y pasajeros se hace a través de una
barca intermedia. Esto se puede ver en el video, junto a lo más
característico de Railay: ese enorme peñasco en forma de po... tente roca erecta.
La siguiente parada, un poco más a la
izquierda, es la nuestra: Ao Nang. Al bajar nos esperan decenas de tuk
tuks, con la sorpresa de que son diferentes a los anteriores. Si hemos
estado en motos que iban delante y detrás de los pasajeros, aquí está
la única alternativa: motos que van al lado. Como si se tratara de un
sidecar evolucionado con asientos y techo de lona, el tuk tuk nos lleva
a nuestro hotel para las próximas tres noches: Sunda Resort. Allí nos
reciben dos amabilísimas musulmanas y un pez de lo más extravagante. Es
grande y parece francamente deforme, pero entre sus diferentes rarezas
yo destacaría que, mientras el acuario tiene algo escrito en Thai, sus
lomos parecen tener algo escrito en la misma lengua de forma natural.
Nos gusta mucho este hotel donde las habitaciones son
bungalows
independientes con porche al espectacular jardín con aires selváticos y
dos piscinas a sendos lados. Mientras miramos las toallas dobladas
sobre la cama que simulan una pelea entre dos elefantes, el diluvio
aparece en el exterior. Lo que nos apetece es quedarnos allí, pero yo
me veo obligado a volver a recepción porque la única reserva que no
traigo imprimida resulta ser, mira tú por donde, la del único hotel en
el que la necesitan: éste. Así que con un pendrive con un backup de mi
correo y su propio ordenador consigo imprimir algo medianamente
aceptable porque incluye el texto, aunque perdiera los gráficos.
La noche cae y sólo saldremos de nuestro "apartamento" para
cenar
en el mismo hotel, ya sin lluvia. Está claro que mañana no iremos a
Phang Nga.