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Día
3
(27/11/2010) Ayutthaya
Antes
Si
madrugamos lo suficiente llegaremos a Ayutthaya temprano, a cerca de
dos horas de camino
desde el hotel en Kanchanaburi. Visitaremos las ruinas de la antigua
capital del reino de Siam y el palacio de invierno y continuaremos
nuestro camino hasta el parque nacional de Khao Yai. Al salir de
Ayutthaya habrá que decidir si pasar por Lop Buri o no: en Khao Yai
sale a las 15:00 un safari nocturno en el que el punto fuerte es una
visita a unas cuevas donde al anochecer salen los millones de
murciélagos que viven allí a alimentarse, en un espectáculo que no nos
queremos perder. Si llegamos más tarde de las 15:00, pero antes de las
18:00, nos llevarían a ver la salida de estos animales nocturnos por el
mismo precio que el safari. Por lo tanto, dependiendo del cálculo de
hora de llegada a Khao Yai, en Pak Chong más concretamente, decidiremos
si hacemos o no un pequeño rodeo para visitar brevemente Lop Buri y su
templo repleto de monos. Si vemos que podemos llegar antes de las 15:00
no pasaríamos, si vemos que no llegamos a esa hora, pero nos da tiempo
a desviarnos y llegar antes de las 18:00h, sí lo haríamos.
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La
ruta en el mapa está marcada por:
A.- Hotel River Kwai en Kanchanaburi
B.- Ayutthaya
C.- Lop Buri
D.- Parque nacional de Khao Yai (en Pak Chong)
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Después
Todo parecía indicar que habiéndonos acostado tan
temprano
estaríamos en pie muy pronto, pero no. El cansancio acumulado nos hace
dormir unas 12 horas seguidas y bajamos a desayunar. Ya vamos
retrasados, pero al menos parece que estamos totalmente descansados y
hemos resuelto de golpe el tema del jet lag.
Poner el día más ambicioso de todo el viaje como el primero
ha
resultado un error. Hoy no nos quedamos muy atrás con el plan, hemos de
pasar la mañana en Ayutthaya y después llegar a Khao Yai por la tarde,
antes de las seis. Acabo de levantarme y ya he desechado la posibilidad
de llegar antes de las 15:00h.
Ya desayunados y
antes de subirnos al coche, pasamos por el Seven Eleven que hay frente
al hotel y nos avituallamos con algunas cosas. Sobre todo, buscamos el
famoso anti mosquitos que conseguimos localizar tras preguntar a la
dependienta. Lo de preguntar es un eufemismo escandaloso porque hemos
tenido que representar a un insecto volador con el dedo mientras
simulamos un zumbido con la boca, posar el dedo en la otra mano y
darnos una torta. Hay de dos tipos, en spray y crema. Pillamos uno de
cada a 30 y 55 Baht.
A
pesar de salir más tarde de lo previsto decidimos parar en el famoso
puente sobre el río Kwai, ya que estamos aquí. Por el camino paro el
coche y me bajo a hacer unas fotos al cementerio chino. La gran dormida
nos ha despejado del todo, una vez adaptados al horario, también parece
que nos hemos adaptado a las maneras, y hacemos uso de la anarquía en
la conducción como uno más. Seguimos por la carretera principal que
cruza Kanchanaburi hasta encontrar la entrada al puente fácilmente: es
donde se concentra el ambiente de la ciudad. Paso entre
multitud
de gente y me paso el puente buscando un hueco donde dejar el coche.
Aparco en mal sitio,
pero sólo para unos minutos, suficientes para fotografiarnos con y en
el puente y marcharnos. El festival hace que la zona rebose gente y no
es imposible sacar una instantánea sin visitantes, e incluso, con la
que tienen montada aquí, nos cuesta encontrar un hueco para tener una
buena vista del puente.
Sólo decir que es el de la historia, pero no el de la
película,
que se rodó en Sri Lanka y en la que utilizaron un puente de madera,
simplemente para que fuera más espectacular cuando explotara.
Ahora sí que iniciamos la marcha. Creo que ya puedo desechar
cualquier visita opcional para hoy, como la del palacio de Bang Pa In,
o palacio de invierno. Pero veremos cómo va.
El
paisaje por esta zona ha cambiado, es como más rural, y atravesamos
enormes extensiones de campos de arroz, que son como lagos poco
profundos. Los campesinos utilizan el típico sombrero que hemos visto
en las películas de Vietnam. Hay poco tráfico, y la vida llega
hasta el
borde mismo de las carreteras. Vemos perros correr en el margen. En
ruta adelantamos motos que llevan una familia entera (hombre, mujer y
dos hijos) y los camiones se ven diminutos bajo su mercancía, que
rebosa tanto, que parecería que no se puede colocar nada más. Hay
originales diseños de metal de adaptadores para los vehículos. De la
misma manera que con una de estas piezas de metal hemos visto convertir
el remolque de un camión en bancos para la gente, vemos adaptadores
para convertir una moto en un vehículo de carga, ya sea con un remolque
detrás o con un soporte con ruedas a los lados. En una amplia carretera
una familia espera en la separación del centro entre los dos sentidos
para acabar de cruzarla. Pasamos por varias zonas de obras.
He ido comparando los precios de las gasolineras y todos
andan
sobre los cuarenta-y-pocos baht el litro para la 95. También hay de
octanaje 91, más barata, pero el del alquiler del coche nos pidió
expresamente que le echáramos de 95. Lo que no hay es de 97, como aquí.
Cuando veo un letrero con el precio por debajo de 40 me meto. La
gasolinera consta de dos hileras de surtidores, pero nada más, no hay
tienda, ni lavabos... Sólo tres "niños" sentados en sillas de camping.
Uno de ellos se nos acerca sonriendo y le hago entender que quiero 1000
Baht de 95 (unos 20€), mostrándole el billete. Pretendo entender cómo
va el depósito. Sin embargo, se llena bastante antes de llegar
a
los 1000, sobre los setecientos y pico. Me da el cambio y salimos de
allí. Por esa zona están haciendo obras en la carretera que nos obligan
a ir más lentos durante varios kilómetros. Pasamos por la pancarta que
anuncia que entramos en la provincia de Ayutthaya. Es azul con varias
fotos de los sitios que vamos a ver. Poco después nos encontramos en el
cruce que tengo marcado en el mapa y que decidirá por donde entramos a
la ciudad. Estamos atentos, puesto que desde hace un rato han ido
apareciendo por la carretera las señales hacia diferentes templos.
Incluso se ven algunos, pequeños y ruinosos, desde la carretera. Hay
cientos, y yo tengo un plan muy específico de los que quiero ver.
El
orden sería tal como muestra el mapa:
1- Wat Chai Watthanaram
2- Wat Phra Si Sanphet
3- Wat Maha That
4- Wat Yai Chai Mongkhon
Me estudié bien las diferentes ruinas y creo que con estos
cuatro
veremos una representación de todo lo que se puede encontrar aquí.
Así que procuro no perderme en los momentos clave y encuentro
el
desvío a la 3263 en el que incluso aparece la señal del Wat Chai
Watthanaram, entre otras. ¡Bien, lo hemos conseguido!.
Parece mentira que aún no haya aprendido a no celebrar nada
antes
de tiempo, ni siquiera muy poquito antes de tiempo. Es entrar a la
ciudad y mis mapas se convierten en inútiles. No hay nombre de calles,
ni número de carretera, así que comenzamos a deambular de forma
intuitiva. Poco después ya no tenemos ni idea de donde estamos. ¡La
intuición no sirve para esto!. Todas las zonas son iguales: una
estrecha carretera con vegetación a los lados cortada por chabolas y,
de tanto en tanto, por algunas ruinas. La gente se desplaza en
bicicleta y hay mucha población musulmana por aquí. ¿Pero dónde es
aquí?. Intentamos preguntar, pero no nos podemos entender con nadie.
Entonces caigo en que algunas de estas viviendas tienen un tuk tuk al
lado. Esa es la baza a jugar. Los que tienen tuk tuk se pueden entender
con el inglés, así que aprovechamos un par de hombres que están
sentados junto a uno de estos vehículos para que nos indiquen el camino
a nuestras primeras ruinas.
Intento seguir las
indicaciones, pero poco después ya le estoy confesando a Eva que no sé
por dónde voy. Confieso que creo que nos hemos pasado la zona y, cuando
estoy mirando una zona donde poder cambiar de sentido, y lo encuentro
junto a unas ruinas, éstas parecen más grandes porque tienen un parking
más espacioso. Ahí es donde quiero dar la vuelta, pero antes de
comenzar la maniobra me doy de bruces con un letrero que reza
"Wat
Chai Watthanaram". ¡Qué alegría! y/o ¡qué suerte!.
Por fin vamos a comenzar la visita. Estamos alrededor de las
13:00h, cuando nuestra idea era salir de la ciudad sobre las 12:30h.
Pero eso ya es irremediable y no me puede amargar la visita a este
lugar que tiene una pinta buenísima.
En la taquilla me encuentro con dos opciones: pagar la
entrada de
50 Baht por persona, o sacar un ticket de 150 Baht que permite visitar
todas. Como no me salen las cuentas, prefiero pagar los 100 Baht de las
dos entradas de acceso a este recinto.
Dentro
encontramos una paz enorme. Aunque había algo de gente en la entrada,
en el templo estamos solos. Exploramos con calma cada rincón, allí
donde no hay una calzada, hay una alfombra de césped. Lo que tienes
aquí que no tienes en otros lugares es la interacción: puedes tocar,
subirte a las torres, meterte por donde quieras, sin un guarda ni una
cinta franqueando el acceso a ningún sitio. Hay largas hileras de
budas, pero todos tienen la cabeza cortada. Esto, que es común a los
demás templos, viene de la conquista por parte de los birmanos, pero el
motivo intelectual por el que un ejército decide cortarle la cabeza a
cientos de estatuas se me escapa. Debieron entender mal la expresión
"no dejar títere con cabeza".
Nos ha
encantado la
visita. Tal vez porque es el primero, quizás porque estamos solos o
simplemente porque el lugar tiene encanto. Cuando salimos a por el
coche tenemos una serena sonrisa dibujada en las caras que durará
varias horas. Un autocar del ejército ha aparcado junto a nuestro
Toyota, pero todos los soldados sonríen mientas se organizan para su
excursión. Pillamos el coche y, con esta renovada placidez, encontramos
el camino al centro de la ciudad sin problemas. Allí volvemos a
utilizar el instinto, sí, eso que ya hemos contrastado como inútil.
Evitamos entrar en calles estrechas y damos con una avenida que destaca
en amplitud con las otras calles y por ahí tiramos. Encontramos la
señal del Wat Maha That y nos hacemos sitio en su aparcamiento, que
está
abarrotado. Nos saltamos el orden, pero ya que estamos aquí...
El parking está lleno de tuk tuks y todo lo de alrededor son
paradas de un mercadillo. Los precios de los souvenirs me parecen
caros, así que nos detenemos poco. Pagamos los 100 Baht de las dos
entradas y, tras una pasarela, justo a la derecha, vemos un grupo de
gente frente a una higuera, la de la famosa cabeza de buda. La verdad,
encontrarla es lo más fácil que hay. Se han improvisado turnos para
posar con el icono de Ayutthaya y, cuando nos toca, un japonés se
ofrece a hacernos la foto a los dos. Le damos las gracias y continuamos
explorando el templo, ya por las zonas sin gente.
Lo de la cabeza suelta de buda supongo que tendrá una
explicación
donde los birmanos tendrán algo que ver. El resto del templo tiene
parecido al anterior, pero con construcciones diferentes. Nos subimos a
una construcción y posamos con un buda blanco que alguien ha vestido
con una túnica naranja y frente al que otros "alguienes" han ido
colocando ofrendas. Le hago una foto a Eva "meditando" en el césped y
se me acerca el japonés de antes volviéndose a ofrecer a fotografiarnos
a los dos juntos. Pues vale, gracias.
Antes de
salir le pregunto a la mujer de la taquilla por el camino al siguiente
templo. Sé que está cerca, pero hay que ir en coche. Sólo tengo que
girar la siguiente calle a la izquierda, que es la famosa Naresuan, y
tras unas curvas que tiene la misma calle, me llevará hasta allí.
Así lo hacemos. Un tuk tuk interrumpe la salida del coche,
pero
sin decir nada, se aparta. Los autocares tampoco cesan de entrar y
salir de aquí. Ya en la calle Naresuan, el paisaje cambia un poco, no
parece parte de una ciudad: explanadas de cuidada hierba, árboles,
lagos, ruinas, murallas y elefantes ataviados con sillas y sombrilla
rojas paseando a turistas. Sin salirnos de esta calle llegamos al lugar
donde salen los elefantes. Se oye música y parece que hay organizada
una fiesta en torno a estos animales. Eva insiste para que pare y entro
en el que debe ser el aparcamiento más grande de Ayutthaya.
Cuando llegamos al origen de la música, vemos los elefantes
vestidos, preparados para pasear nuevos candidatos, los desnudos que
descansan dentro de su vallado - al que te puedes acercar tanto como
quieras - y hay uno pequeño, pintado de oso panda, bailando. Cuando
quiero hacerle una foto a Eva con el elefantito un tipo me pide 40 Baht
y yo paso de la foto. Hay comida y souvenirs y el inevitable olor a
caca de elefante.
Después de un rato nos separamos
de esta atracción hacia un puente sobre el lago que veo que nos llevará
a Wat Phra Si Sanphet. Antes pasamos por un lavabo que cobra 5 Baht por
usarlo, pero lo curioso es que un letrero pide que se dejen los zapatos
fuera, en un mueble y te pongas una de las chanclas que hay a tal
efecto, y otro cartel, ya dentro, pide que nadie se lave los pies en el
lavabo. Eso me recuerda a lo que vi en el aeropuerto de Doha.
Cuando tenemos plena visión del Wat Phra Si Sanphet es al
salir
de un mercadillo, donde hemos visto un traje parecido al que Eva quería
ayer, es el mismo pantalón, pero el top es diferente, y nos dicen que
no tienen otro modelo. Sin embargo, entre nosotros y las ruinas se
encuentra un templo muy bonito y no sé si nuevo, aunque lo parece.
Rebosa actividad, así que nos acercamos. Se trata del Wat Sin Bonphit.
Los tailandeses hacen ofrendas en forma de incienso, flores de loto,...
y para subir las escaleras que dan a la entrada hemos de descalzarnos.
Desde la puerta contemplamos un enorme buda dorado. Al salir un hombre
nos ofrece tuk tuk, oferta que declinamos rápidamente.
Luego entramos en en Wat Phra Si Sanphet, con tres chedis
destacando en el cielo. Yo decido subirme a uno para gozar de sus
vistas. Las escaleras están tan empinadas que te ayudas fácilmente con
las manos para subirlas.
Los árboles en flor ayudan
a que todavía todo luzca más bonito. Aquí no estamos solos y notamos la
gente en todo momento. Tras un buen rato de disfrutar del lugar llega
el momento de desandar el camino hacia el coche mientras me doy cuenta
que nadie nos ha pedido entrada aquí.
Ahora toca salir de la ciudad y desviarse hacia el último
templo
de la lista. Ah amigo, pero si no fue fácil al entrar tampoco lo es al
salir. Creo que cualquier calle acabará fuera al final, no en vano
estamos en una isla, pero no es así. De nuevo todo me es extraño y
deambulo por calles estrechas entre casas bajas y deterioradas
rectificando mi trayectoria varias veces hasta que en una que cruza una
calle grande y con mucha circulación, paro en el semáforo junto a un
garaje con dos tuk tuks. Esta es la mía. Me bajo y pregunto. El hombre
no me entiende, pero va a buscar a uno que habla algo de inglés. Mis
mapas imprimidos no ayudan, así que saca uno suyo y me indica cómo
salir hacia la carretera 309, que sorprendentemente está cerca.
Fuera de la isla y por esta zona la ciudad parece más una
ciudad,
la carretera es muy amplia y yo me voy fijando en cada desvío a la
derecha, pero, pasados unos cuantos, creo que me lo habré pasado. Miro
la hora y ya hemos pasado de las 15:00h. No nos parece buena idea dar
media vuelta y perdernos buscando las últimas ruinas, así que decidimos
tirar para adelante y llegar a tiempo a Khao Yai para ver la salida de
millones de murciélagos. Sin embargo, como bien habíamos visto cuando
pregunté en Ayutthaya, mis mapas ya no nos sirven aquí, y mi prioridad
ahora es saber si vamos en la dirección correcta. Sé que hemos de
pillar la autopista 1, pero no sé si por aquí podré hacerlo. Cuando
llevamos un rato decido parar en una gasolinera a preguntar o incluso a
comprarme un mapa. En cuanto reconozco el logo azul me meto.
La gasolinera es grande, y me refiero a los surtidores,
porque el
resto es una caseta cerrada y un puesto donde fríen comida. Como las
únicas personas son las de la comida les pregunto pero no podemos
entendernos. Creí que la palabra "map" sería reconocida por todo el
mundo, pero no. Intento hacerlo con mímica, pero no consigo que
acierten. Sin embargo se movilizan, van a buscar a un conductor que
repostaba en la gasolinera, y éste busca a otro. Finalmente, un chico
que baja de un camión sabe inglés y una multitud de cinco personas
vienen para ayudarme. No será que no le ponen ganas. Enseguida traduce
"map" por algo así como "planilla" y todos se unen en un
"Ahhhh".
¡Bueno, pues ya tenéis la respuesta al acertijo!. Eso sí, ahora que
saben a qué me refiero me responden que no tienen. ¡Vaya final de
mierda para la anécdota!
Sin embargo, le pregunto
al conductor del camión si esa carretera me lleva a la autopista 1 y me
dice que sí. Cuando le digo que voy a Pak Chong me indica cómo entrar
en ella.
Hemos aprendido que gasolinera y tienda
son cosas distintas. Si el logo de la gasolinera va junto a un logo de
Seven eleven podrás comprar cosas, si no, sólo gasolina. Así que poco
después paramos en una con los dos logos. Tenemos pendiente comer,
hasta ahora el buffet del desayuno ha hecho su trabajo, pero toca
meterse algo en el cuerpo. Compro el mapa de carreteras y señalamos un
frankfurt en la carta, pidiéndole dos. También nos llevamos "comida de
batalla" como magdalenas, patatas fritas, café, etc... Lástima que no
tengamos una foto de la cara que ponemos cuando nos dan los frankfurts.
Nos sirven la salchicha calentada, cortada, metida en una bolsa a la
que le han agregado salsa y un pincho de madera. Cuando intento hacerle
entender que nos referíamos a "con pan", es decir, que nos falta el
bollo, el chico dice que no tienen. Luego me fijo alrededor y lo que
tenemos son adolescentes tailandeses disfrutando de lo mismo que nos
han servido. Pues es así. Por cierto, este tentempié nos cuesta unos 50
céntimos de euro y toda la compra 240 Baht, la mitad de ese precio es
para el mapa.
Con el mapa de carreteras se
acabaron los problemas. En Saraburi cambiamos de la autopista 1 a la
2. Aquí encontramos un paisaje de zona industrial y mucho tráfico, con
retenciones incluso. La noche amenaza y no puedo evitar mirar el reloj
constantemente. Hemos de llegar antes de las 18:00h. Incluso llamo a
Greenleaf para decirles que estoy de camino.
Al
final llegamos a las 17:50h, ya de noche, sin ningún percance
orientativo. Sabía que estaba justo al cruzar la gasolinera. Pero el
hombre nos dice que no tiene sentido salir. Yo me aferro a que todavía
no son las 18:00h, pero la hora no importa. ¿Para qué vamos a ir si no
vamos a poder ver nada?. Esto nos dice, y tiene razón. Nos tomamos una
cerveza mientras nos enseña fotos de lo que podemos ver mañana. Es muy
majo, se llama Puma y pasamos un buen rato con él. Antes de que
regresen
los de la excursión a darnos envidia vamos a nuestro hotel, a apenas
100 metros. Hemos perdido muchas visitas en todos nuestros viajes, pero
me parece que ninguna tan ilusionante como ésta. No llegar a tiempo me
ha tocado realmente la moral. Y no digo "moral" por ser fino, sino
porque entiendo que está algo más profundo que los cojones.
Cenamos en el hotel, algo caro y nos recogemos a descansar.
Descansar no es lo mismo que dormir. Es sábado por la noche y se
ve que por la televisión están dando la final del "Operación Triunfo"
tailandés. Todas las teles de las habitaciones colindantes lo tienen
puesto y fuera han montado fiestas para verlo. Dormimos poco y sólo
cuando ha acabado el programa.
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