Este día hemos de llegar a El Cairo. Hay varias
formas de hacerlo.
Evidentemente, si se acabó alquilando un coche a la llegada a Egipto
con opción de devolución en El Cairo, esa sería la vía. Otra forma es
conseguir un taxi o minivan bien de precio. Esto lo deberemos tener
cerrado antes de las 9:30h de esta mañana, ya que la opción más segura
es la de pillar el autobús a El Cairo que pasa por Taba a las 10:30h.
Sea cual sea la forma de llegar, 5 ó 6 ó 7 ó 8 horas más
tarde
deberemos estar en nuestro hotel en Giza. Un descanso y nuestra única
visita del día sería al mercado Khan el Khalili.
Es
posible que durante esa tarde necesitemos pasar por la estación de tren
para comprar los billetes del sleeping train a Asuán del día siguiente.
Los gastos fijos previstos son:
Bus a El Cairo: 70 LE
Después
A las 9:00h estamos desayunando con las maletas en
recepción y el checkout hecho. Yo voy mirando por si aparece nuestro
conductor y, un poco antes de acabar el desayuno, y viendo que no
viene, le llamo. Promete estar ahí en 10 minutos. Mi principal
preocupación es no llegar a la barrera de las 10:30h. A esa hora sale
el autobús a El Cairo y se me acabaría la alternativa de la que hablaba
a la hora de negociar, con lo que estaría a su merced si quisiera
subirme el precio.
Sin embargo, mis temores son baldíos, a las 9:45h estamos
subiendo el equipaje al minibús y poco después salimos para cruzar el
Sinaí. Nos sale por 20€ por persona, pero el minibús es sólo para
nosotros cuatro, nos dejará en nuestro hotel en Giza y tardará mucho
menos que el autobús, con lo que ganamos un tiempo precioso en El
Cairo. Más si tenemos en cuenta que todavía no he podido reservar los
billetes para el sleeping train y que tendré que sacarlos hoy si tengo
la suerte de que queden plazas.
Un placentero viaje
de tres horas por el yermo Sinaí con varios controles policiales donde
nos revisan los pasaportes y una parada de 10 minutos a las 12 en una
mezquita en medio de la nada para que el conductor rece. La carretera
está bien asfaltada y es curioso ver los coches que nos cruzamos con un
equipaje en sus bacas mayores que el propio vehículo.
Cuando empezamos a ver vegetación es la señal de que el Sinaí
se
acaba, poco después pasaríamos por un túnel bajo el canal de Suez y, ya
en el otro lado, cambiamos de coche y conductor.
Una hora y media más tarde ya nos hemos topado con el tráfico
de
la capital egipcia y nuestro conductor trata de averiguar dónde está
nuestro hotel. El nombre de Hotel Oasis no parece significar mucho,
hasta que, cuando al fin consigue dar con él, nos cuenta que todo el
mundo lo conoce por su nombre árabe, irreproducible para mí. Poco antes
de llegar hemos tenido nuestras primeras vistas de las imponentes
pirámides.
Dejo a mis padres comiendo en el hotel
para que puedan disfrutar de sus instalaciones y yo me embarco en el
recado más prioritario: los billetes de tren. Eva decide acompañarme y
un taxista nos lleva a la estación. Ésta está sólo al otro lado de una
calle, pero la calle es muy larga y los coches son muchos. Sin embargo,
el taxista nos sorprende comentando que hemos tenido suerte de que es
Viernes, que es su festivo, porque el resto de días el tráfico es peor.
Yo sólo me imagino algo peor estando parado todo el día.
La estación presenta, como la mayoría de la ciudad, un
aspecto
cochambroso, gente en la calle y basura por doquier. Las imágenes que
nos estamos llevando de El Cairo son más próximas a las que tenemos de
la India que de cualquier otro sitio. La oficina del "lujoso" sleeping
train es un desvencijado tráiler azulado sin ninguna indicación y
completamente cerrado. ¿Hemos llegado tarde?. No, cierran a las 20:30 y
son las 17:15h, pero el tipo se ha ido a dar una vuelta. Nuestro
taxista-guía habla con la gente de la estación y se pone a buscarlo
hasta traerlo. Mientras una pareja belga está esperando también
encontrar billetes para mañana. Supongo que se deberá a la situación
actual de Egipto, pero resulta que hay billetes libres para todos. Me
quito un peso de encima comprando nuestros 4 tickets para dos cabinas
dobles por 60$ por persona.
Ahora ya nos podemos
relajar, el taxista nos insiste en llevarnos a la tienda de un amigo y
nosotros en comer algo, nos lleva a un puesto callejero de shawarmas
que poco se parecen a los que comemos en Barcelona, ni por precio, ni
por forma ni por sabor. Estos ganan en todo. Nuestra comida nos sale
por unas 10 libras (1,2€) con la botella de agua que comemos en el
mismo taxi. Ya oscureciendo nos metemos en la tienda de su amigo porque
me dice que tendré internet gratis.
La tienda es
preciosa, toda dedicada al perfume, y el dueño nos explica en un
gracioso castellano la historia del negocio, con un artículo de El
Periódico de Cataluña de hace casi 10 años y que conserva envuelto en
plástico. Pronto nos damos cuenta que el tío es un gran profesional. Yo
no tengo ni flores de perfumes, pero Eva sí, y cuando nos pregunta cuál
es el favorito ella le cuenta que tenía un perfume favorito, pero que
dejaron de hacerlo hace años y que desde entonces no encuentra nada
parecido. Él dice que tiene la esencia de esa colonia (parece que la
tiene de todas) y le pone unas gotas en la muñeca. Eva flipa al
reconocer el aroma perdido. Nos muestra más esencias, pero nos
llevamos un frasco de la del perfume de Eva por 120 EGP (unos 15€)
porque no
tenemos más - guardando los 100 EGP que tenemos que dar al taxista -.
Sólo puedo decir que tres días después a Eva todavía le huelen las
muestras del brazo, tras sus correspondientes duchas.
Volvemos al hotel y recogemos a
mis padres que han disfrutado de las instalaciones para ir al bazar de
Khan el Khalili. Hoy es el día de las compras.
Por
95 EGP un taxi del hotel nos deja en la puerta del mercado tras ver la
mezquita de Mohammed Alí (el boxeador no, otro) iluminada sobre la
ciudadela. Los taxis del hotel son más caros, pero está algo apartado y
cuesta encontrar fuera.
Hay muchísimas tiendas con
sus vendedores locos por que entres en cada una de ellas, pero como
nosotros vamos a tiro fijo pasamos rápido entre ellos. Encontramos la
famosa tienda del Jordi fácilmente, donde los precios son fijos y, por
lo tanto, mucho más baratos de los que encontrarías regateando. Allí
nos ponemos a adquirir objetos y prendas a un ritmo desenfrenado. Por
30€ me llevo: dos chilabas, dos camisetas, una camisa, un pijama de
niño, y multitud de reproducciones, imanes, pirámides y
escarabajos.
Se
nota que en las tiendas de alrededor están hartos del Jordi y no
podemos ocultar el gran logotipo que muestran nuestras bolsas de la
compra, por lo que recibimos las quejas.
Para cenar
elegimos el café-restaurante Naguib Mahfouz, un precioso local donde
por fin puedo probar el koshari el plato egipcio más famoso que junta
arroz, macarrones, lentejas y fideos en un sólo plato. ¡Buenísimo!.
Toda la cena consiste en una sopa de lentejas, otra de pollo, un
koshari, un bamia, una ensalada de tomate y el agua, más tasas y un 12%
de servicio, por 186 EGP.
Tras atravesar la maraña de vendedores y la plaza con la
mezquita
con una multitud de egipcios en el suelo, pillamos un taxi que, con
taxímetro, nos deja en el hotel por 60 EGP.