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Día
12
(17/10/2011) Abu Simbel y embarque en crucero en Asuán
Antes
Primer día del crucero por el Nilo, pero antes, nos habremos
levantado a las 3 de la mañana para unirnos al convoy que sale con
destino a Abu Simbel a las 4. Tres horas de bus más tarde
llegaríamos para visitar los dos templos del complejo durante dos horas
y regresar en otras tres horas más de vuelta, esta vez, supongo, con
los ojos abiertos.
Como se puede ver en el mapa,
Abu Simbel está muy cerca de la frontera con Sudán y es por eso que es
la única visita que queda en el país en la que sigue siendo obligatorio
unirse a un convoy escoltado por el ejército.
La
hora estimada de vuelta a Asuán sería alrededor del mediodía. La ideal
para hacer el checkin en el barco y comer allí. Como actividad, por la
tarde nos entra la visita a la presa de Aswan y el templo de Philae.
Los gastos fijos para este día son de 70 EGP por persona por la
excursión a Abu Simbel, más 70 EGP de la entrada al complejo.
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Después
El madrugón de nuestra vida: a las 3:15h estamos
en
recepción con las maletas hechas, preparados para irnos de excursión.
Nos entregan unas cajas con el desayuno y nos guardan el equipaje.
Todavía esperaremos unos 20 minutos más hasta que aparezca el conductor
para acompañarnos a un minibús en el que ya hay unas seis o siete
personas. Escogemos nuestros sitios sin saber que todavía quedaban
varias paradas que harían que se llenaran todos los asientos menos uno:
el de mi lado. Aunque no por casualidad, sino porque la rueda levanta
el suelo de forma que en ese sitio lo que quepa no pueda ser humano.
Una vez lleno, se para largo rato, dejando las puertas
abiertas,
que aprovecho para salir a fumar un cigarro. Estamos en una especie de
descampado que reúne autobuses de todos los tamaños. Justo en el de
delante me encuentro con la pareja belga que entraron con nosotros a
comprar el billete del sleeping train y me pongo a hablar con ellos,
mientras unos militares van buscando bombas con ese espejo-con-palo
(seguramente tendrá un nombre más técnico) en los bajos de los
vehículos. Nos metemos en nuestros buses cuando intuimos que falta poco
para salir, pero intuimos mal. Hasta pasadas las 4:30h no nos ponemos
en marcha.
Cuando
las luces de las calles desaparecen para dejarlo todo negro, notamos un
incremento notable en la velocidad y es el momento de intentar dormir.
A mi me fue mejor después de desayunar.
Con la luz
abro los ojos y retiro la cortina para ver un paisaje bicolor: arriba
azul, abajo amarillento. Eso es todo: mires a donde mires sólo ves la
bandera de Ucrania.
Cuando comienzan a aparecer
elementos diversos: un militar, un tanque, una casucha... significa que
estamos llegando. Y poco después estamos bajando del minibús y yendo, a
nuestro aire, a las taquillas, pasando por el lavabo. Uno podría pensar
que la cola en ambos sitios debe ser grande al haber llegado todos los
autocares a la vez, pero es que lo primero que hacen esos grupos es
reunirse alrededor de su guía y atender a su charla, con lo que somos
pocos en ambos lugares. La entrada es algo más cara de lo que pensaba:
100 EGP (la web que consulté debía estar desactualizada) y nos dan la
entrada y dos papelillos más, que también has pagado, para el sindicato
de guías y el nosequé de turismo. En fin, una rueda de torno más tarde
estamos en el recinto, bajando por un camino, expectantes, con el lago
a la derecha y enfrente, y un montículo de tierra a la izquierda. Va a
ser en este lado. La confirmación llega antes de ver nada, cuando la
gente de delante se pone a fotografiar la cara del montículo que aún no
hemos visto. Y luego sí, la archifamosa fachada del templo de Ramsés II
con los cuatro colosos silentes del mismo, aunque uno perdiera el torso
en un terremoto siglos atrás. Espectacular.
Cuando ya nos hemos deleitado bastante de la fachada de
lejos,
nos acercamos hacia la puerta y se nos muestran evidentes los detalles:
inscripciones por doquier, pequeñas deidades (en comparación con los
"Ramseses" todo es pequeño),... Dentro, el templo también es precioso,
pero no dejan hacer fotos. Hay varios vigilantes rondando para
asegurarse de que nadie se lleva una instantánea del lugar. Aunque hay
tantos rincones que es difícil no sacarse unas pocas si te empeñas. La
cosa es bastante absurda, hasta el punto de que puedes o no hacer fotos
por centímetros: a un lado del umbral de la entrada sí, al otro no. La
foto de la izquierda es "legal", la de la derecha no.
Tras visitar este templo, del que cuesta despegarse, se pasa
al
"pequeño", que está al lado. La diferencia para llamarlo pequeño se me
antoja que está más dentro que fuera. Es el de Nefertari y tiene la
misma dinámica del anterior: fotografiarse libremente fuera con los
seis colosos de pie e intentar robar alguna foto dentro.
Tras
estas visitas echamos un vistazo al lago Nasser, que se nos muestra
majestuoso delante, aunque no le hemos hecho caso hasta ahora por el
eclipse que han provocado estos fastuosos templos. El recorrido nos
lleva a dar la vuelta por detrás de los montículos camino de la salida.
Ya fuera, compramos unos helados a sobreprecio y los tomamos
en una atestada
terraza de bar, y es que el calor aprieta. Los helados deben haber
tenido su historia para llegar a este recóndito rincón del desierto ya
que tienen toda la pinta de haber sufrido el proceso de descongelación
y congelación varias veces.
Como el minibús nos
había dejado ahí mismo calculaba una llegada de apenas un minuto, pero
no. El acceso al aparcamiento está cerrado y ¡escondido!. No lo
encuentro, y nos obligan a todos a pasar por una interminable calle de
tiendas de souvenirs que nos retrasan al punto de llegar los últimos a
nuestro vehículo. El conductor nos había dado unas 2 horas
para volver: de 7 a 9, pero nos hemos retrasado unos 10 minutos. No
pasa nada, no somos los únicos.
La vuelta la hacemos despiertos, para variar. Mi madre
entabla
conversación con una argentina que ha encontrado una manera de vivir en
un eterno viaje. Yo voy mirando el desierto, absorto con los espejismos
y empeñado en hacerles una foto. En realidad no son tan raros. El aire
es transparente, como el agua. Si vemos el agua azul porque el cielo se
refleja sobre ella, podemos entender que, en determinadas
circunstancias, el aire también pueda hacerlo. De esa forma, se ven
lagos en el horizonte, entre la arena, como si el cielo cruzara la
línea para invadir parte de la masa ocre.
Cuando
llegamos a Asuán compruebo el reloj pues me preocupa el "timing" a
partir de ahora. Son las 12:15h y dependerá del orden en el que nos
devuelvan a nuestros hoteles para saber a qué hora comenzará lo que
tenemos para hoy: localizar el barco, hacer el check in, comer, y hacer
las visitas, ya con guía, de la presa de Asuán y el templo de Philae.
La visita a la presa es prescindible, pero el templo de Philae no nos
lo queremos perder por nada del mundo, ¡aunque no se coma!. Sobre todo
ahora que el minibús cruza un puente y podemos ver una especie de lago
repleto de barquitas y la silueta del templo, minúsculo, en una isla
del fondo.
Nos toca la lotería y nos dejan los
primeros. Sólo llegar al hotel llamo a los del crucero y me dicen que
me espere, que nos pasan a buscar. Son alrededor de las 13h.
Y esperamos. Poco antes de las 14h aparece un joven
preguntando
por nosotros. Nos ayuda a cargar las maletas a una amplia minivan.
Se presenta porque va a ser nuestro guía, Ayman, y nos propone, en un
perfecto castellano,
ir a hacer las visitas ya porque vamos mal de tiempo: el paseo en
faluca, el obelisco inacabado y el templo de Philae. Mis padres y mi
mujer se escandalizan por la propuesta de no comer y yo veo la luz: le
comento que ya hicimos el paseo en faluca ayer y que preferimos ir a
comer y visitar con tranquilidad el templo. Consulta con el
barco y
accede a regañadientes y escandalizado por que hayamos hecho cosas por
nuestra cuenta. No me esperaba que tuviéramos incluido el paseo en
faluca en lugar de la alta presa de Asuán cuando el plan en la web era
al revés, supongo que será debido al cambio de barco, pero no indago
más, ya que nos ha resuelto el día.
El barco es una
pasada y jamás lo hubiera encontrado por mi cuenta, la corniche es
larguísima y los barcos amarran en doble, triple y cuádruple fila.
Aprovechamos bien el buffet que hemos estado a punto de perder y
salimos hacia el templo en la misma minivan que nos ha traído hasta
aquí. La visita al obelisco inacabado es muy rápida y estamos
completamente solos. Lo único que hay que ver en esa cantera es esa
talla de piedra (foto de la izquierda) que dicen que es un obelisco
pero
que a mí me parece tal cual una po... podría ser cualquier cosa. ¿De
verdad sólo soy yo?¿Tengo una mente tan calenturienta?. Porque no he
leído nada en ningún foro ni diario de viajes y donde el guía me
explica que el obelisco trata de alzar la figura sagrada de los
egipcios: la pirámide, yo veo que estaban tallando un enorme rabo para
Osiris. Ea, ya lo he dicho.
Mucha presión vendedora a la salida, y es que están
desesperados
porque no hay nadie. Después, seguimos nuestro camino hacia el
embarcadero, lleno de tiendas, donde nos subimos a una barca para
salvar la corta distancia que hay hasta la isla. En realidad, no hay un
sólo templo, sino que hay uno grande y varios pequeños que han salvado
de las aguas al recolocarlos en esta isla. Están muy bien conservados y
disfrutamos de
la visita, perdiéndonos por los rincones del interior, repleto de
paredes grabadas con jeroglífico. También estamos completamente solos
aquí y el atardecer es un magnífico acompañante a nuestra salida.
Ya volviendo al barco me siento realmente aliviado
de haber salvado tan bien la dificultad que tenía este día.
Nos espera un merecido descanso en nuestro camarote, pero
antes investigamos la nave detenidamente. Cenamos de buffet
otra
vez y
subimos a tiempo para presenciar, y participar, en el espectáculo de
bailes nubios. Creo que el barco está, principalmente, lleno de
alemanes.
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