La mañana entera estará disponible para visitar la capital de
Egipto. Las visitas principales serán el museo arqueológico y la
ciudadela. Después comeríamos por allí e iríamos al aeropuerto, o
comeríamos en el mismo aeropuerto, para embarcar en nuestro vuelo a
Atenas de las 14:10 y que tiene prevista su llegada a la capital griega
a las 17:10. Tras el checkin del hotel, cenaríamos por Plaka y nos
recogeríamos.
Las referencias en el mapa de El Cairo son:
0- Hotel Isis 1- Museo arqueológico 2- Ciudadela 3- Mercado de Khan El Khalili 4- Estación de tren
Después
A las 9:00h estamos desayunando en el
hotel. Las
vistas del centro de la ciudad desde este edificio alto se muestran
ahora en todo su esplendor.
Aunque también, por otro lado de la planta, se pueden ver lo
que
sería la calidad media de la vivienda en esta ciudad. ¡Y nos quejábamos
del estado de este edificio!.
A la izquierda de la foto panorámica podemos ver el Nilo y,
justo
cuando acaba la foto, en ese lado izquierdo, aparece una puntita de un
edificio rojo: ese es el museo de El Cairo. Nuestro objetivo de hoy.
Un objetivo que peligra. Cuando hablo con la recepción para
reservar el taxi al aeropuerto, yo pretendo salir sobre las 12-12:30,
pero se nos presenta un problema: el encargado del hotel nos dice que
lo mejor es llegar a las 11:30h porque así el taxista puede hacer el
rezo de las 12 en la mezquita del aeropuerto. Si no, tendremos que
esperar a que acabe el rezo aquí para partir en busca de nuestro vuelo.
Prometo que intentaré llegar lo más cerca posible de las 11:30h. Aunque
esto le quita tiempo a la ya mermada visita al museo.
Lo dejamos todo listo con sorprendente rapidez: maletas
hechas y
nosotros arreglados y desayunados. El objetivo es llegar al Museo antes
de las 10:00h. Una vez fuera sólo tenemos que acabar nuestra manzana y
cruzar una avenida y ya estamos en el Museo, aunque como es la parte de
atrás, todavía nos tocará recorrer todo su ancho para llegar a la
entrada.
Vamos ligeros, pues hemos dejado las
cámaras en el hotel sabiendo que no se pueden meter en el museo y
tenemos bastante suerte en la única calle que tenemos que cruzar, esa
avenida que comentaba antes, pues hay un guardia que para los coches
para que pasemos. Por lo tanto, cumplimos nuestro objetivo y nos
presentamos en el museo unos minutos antes de las 10:00h.
Un muro a unos 20 metros del recinto del museo forma una
calle
estrecha frente al monumento y no nos deja ver la famosa plaza Tahrir y
no tenemos tiempo para dar vueltas. Compramos los tickets, a 50 EGP
cada uno, y atravesamos la verja. Hay bastantes militares por aquí y es
un grupo de ellos quienes nos rompen las entradas. Al subir las
escaleras, pasamos ante una hilera de guías de diferentes idiomas. En
cuanto rechazamos al primero, que nos habla en inglés, diciéndole que
no en castellano, nos viene el de español. Aquí no sirve el escaqueo
por idioma. Nos insiste mil veces que la visita no sirve de nada,
desoyendo el escaso tiempo que tenemos para hacerla. Están desesperados
por trabajar.
Ya dentro, subimos directamente a la
planta de arriba. Tenemos poco tiempo, por lo que vamos a organizar la
visita según nuestras prioridades. Descartada la entrada a la sala de
las momias, justo al finalizar las escaleras, y que nos ahorra unos 100
EGP por persona, vamos directamente a ver los tesoros de Tutankamon.
Tanto que me había preparado la visita y resulta que no sabía
que
la cámara con los tesoros de la tumba de Tutankamon es gratuita, más
bien estaba convencido que valía 100 EGP por persona también. ¿Por qué?.
Pues, no lo sé, pero celebro el ahorro en el presupuesto intentando
captar con mi iPod unas tomas de la impresionante máscara dorada -
máximo emblema de este museo - sin que el guarda del centro
de la
pequeña sala lo detecte.
Al ver el video después, se hizo evidente un error de estimación en la altura de la grabación,
convirtiéndose en un oscuro video lleno de pantorrillas.
Un error que subsané más tarde durante la delirante -
por clandestina - grabación por las diferentes salas del
museo,
como en las dos de arriba, frente a los colosos de Amenhotep III y su
esposa favorita Tiye.
Pasamos por todos los lugares
seleccionados desde mi guía de bolsillo y salimos del museo bastante
mal de tiempo. Aprovecho para hacer una grabación en el exterior del
museo, de donde extraemos las instantáneas de abajo, ya libres del yugo
de la prohibición de grabar en el interior. O eso pensamos, pues en el
momento de salir de la verja, los militares que nos habían pedido las
entradas me piden ahora que abra mi bolsa. Me quedo blanco, ya que si
buscan cámaras, al haberme relajado, la tengo justo ahí. Pero tras
echar un vistazo al interior nos ceden el paso al exterior. Ahora
pienso que tal vez comprueben que no te lleves objetos del museo, que
debe ser peor que llevarse fotos de los mismos.
Aunque queremos acelerar nuestro regreso al hotel, ya no está el
guardia en la avenida y hay que cruzar la calle al "estilo local", pero
parando en medio de la carretera varias veces y aprovechando un momento
de relajamiento en el tráfico, logramos cruzar sin pasar demasiados
aprietos.
Llegamos al hotel a las 11:35h y el
taxista ya está esperándonos. Le decimos que bajamos enseguida y
subimos a por el equipaje. Entramos en la habitación, recojo los bultos
y cierro con llave para entregarla con celeridad. Mis padres también
han sido rápidos, así que ya estamos a punto para irnos. Sin embargo,
cuando vamos a cruzar el umbral se oyen unos golpes y gritos que
resultan venir de mi habitación. Es Eva. Resulta que me había dejado a
mi mujer encerrada. El encargado del hotel saca la llave para abrir con
urgencia y así hacer cesar los gritos y golpes.
Me
resulta difícil hacerle entender a Eva como, en mi rutinaria
supervisión de la habitación justo antes de salir para asegurarme de que
no me olvido ni de un zapato, ni de un peine... de
nada, me
la he dejado a ella.
Y así dejamos el Hotel
Isis, que ha cumplido a la perfección su papel dentro de nuestro
itinerario. Sin embargo, todavía tendríamos noticias de ellos de camino
al aeropuerto, ya que a mitad de camino el taxista recibe una llamada
de él y me pasa el teléfono. Resulta que no encuentran la llave de la
habitación y nos pide que la busquemos. Yo le recuerdo que es la que se
ha usado para liberar a mi mujer y que entonces ya la tenía él.
Cuando llegamos al aeropuerto el taxista nos saca las maletas
y
recibe la propina a tiempo para ir a su rezo de mediodía. No habíamos
ni entrado por la puerta donde aparece la señal de Olimpic airlines
cuando ya tenemos un mozo del aeropuerto dispuesto a ayudarnos con las
maletas y colarnos en el control de seguridad. Como estamos
un poquito hartos del bakshish de los cojones y tenemos tiempo
de
sobras, hacemos la cola para pasar el equipaje por el escáner y así
entrar en el interior del aeropuerto. Estamos a punto de dejar este
país de contrastes.
Hay que hacer el control de pasaportes antes de facturar -
esto
es nuevo - y las colas son lo suficientemente largas como para
agradecer haber venido con tiempo. Tras el trámite, la facturación es
rápida y pronto estamos comiendo en un fast food con variedad de
opciones. Todavía tenemos menos prisa, ya que hemos podido ver que nos
han marcado un retraso de media hora en nuestro vuelo.
Nos resistimos a entrar en la sala de espera de la puerta de
embarque porque tiene su propio control de seguridad, así que matamos
el tiempo que falta hasta la hora de embarque por las tiendas de
alrededor, donde compro un cartón de Marlboro por unos 18€.
Dos horas más tarde, tras un placentero vuelo, estamos de
vuelta
en Europa. Recogemos el equipaje y pillamos un taxi que nos lleva al
hotel Chic tras un recorrido cercano a los tres cuartos de hora entre
la noche griega. Pagamos el precio del taxímetro, que redondeamos a 35€
y, la verdad, es que esperaba pagar algo más.
El hotel nos gusta y decidimos descansar en él hasta mañana
por
la mañana, en la que nos reuniremos temprano en el desayuno. Estamos
junto a la Plaza Omonia, en una zona famosa por los locales de
prostitución, pero no se ven en la calle principal.
Sin embargo, cuando me subo a la terraza en la que culmina el edificio,
donde puedo fumar en absoluta soledad, al mirar en los callejones
colindantes, puedo ver, desde arriba, las luces de esos locales.