De nuevo utilizaré las palabras del programa del
crucero contratado:
Tras el desayuno será el momento de centrarse en el Lado
Oeste de
Luxor: explorar los grandes valles de los reyes y reinas, donde
generaciones de faraones y nobles fueron enterrados en criptas cavadas
en los riscos y vigiladas por los dos Colosos de Memnon. Después
visitaremos el templo de la reina Hatchepsut.
Después
Mientras desayunamos bajo nuestra ventana
habitual,
podemos verificar que nos encontramos ya en Luxor. Desde el ventanal de
nuestra habitación no hemos podido ver más que los ventanales del barco
de al lado. Hoy, la jornada turística comienza un poco más temprano, ya
que a las 8:00h salimos para nuestras visitas.
Al salir hemos de atravesar cuatro o
cinco barcos diferentes, la mayoría en reformas, con lo que se les
presupone una escasa itinerancia. Así se amarra por estos lares. He de
decir que salimos una media hora tarde, pero Ayman ya se ha
acostumbrado a nosotros. Justo al pisar el embarcadero, nos cruzamos
con una alemana que reconocimos de los juegos de ayer, que llevan en
volandas hacia el barco. Su amiga nos cuenta que el globo en el que
estaba se ha estampado contra el Nilo y al parecer se ha dañado una
pierna. Espero que se cure pronto, pero me hace pensar sobre lo
temprano que comienzan los demás sus actividades.
Tenemos un minibús preparado para la completa mañana que nos
tienen preparada en la orilla Oeste de Luxor y que, tras cruzar el
puente sobre el río Nilo, nos lleva directamente a la entrada del Valle
de los Reyes.
Antes de abandonar el vehículo, Ayman
nos pide que dejemos las cámaras de fotos y de video allí, porque si no
tendremos que entregarlas en la entrada. Así lo hacemos y atravesamos
un amplio vestíbulo con una curiosa maqueta del valle y, sobre todo, de
todas las tumbas por debajo del mismo, para embarcar en un trenecito
que
trabaja constantemente en salvar los apenas 200 metros que hay entre
las taquillas y las tumbas en ambos sentidos. El calor aprieta de lo
lindo,
así que se agradece el ahorro de cualquier esfuerzo.
Cuando ya nos ponemos a andar en lo que oficialmente es el
recinto de tumbas, vemos que el hombre de la garita le pregunta a
nuestro guía algo en árabe, y él asiente, indicándole que efectivamente
se ha encargado de que no introduzcamos ninguna cámara.
Como yo no estoy de acuerdo, entre las páginas de mi guía de
Egipto llevo un iPod nano con cámara de video, que ya me ha permitido
saltarme este tipo de restricciones en otras ocasiones. Así, cuando
Ayman nos indica las tres tumbas que vamos a visitar, y que no nos
acompañará al interior, yo ya estoy preparado para traerme algo de
ellas, aunque sea de una calidad tan pésima como la de estas fotos:
La entrada da derecho a visitar tres tumbas de entre la
multitud
que hay. Nos aconsejan las de Ramses III, Ramses VI y Ramses IX. Estos
recintos destacan por su colorido. Cuando hemos tenido que usar la
imaginación en los otros templos para saber cómo eran originalmente,
aquí podemos ponerla a descansar. Tenemos los colores
originales
ante nosotros y unos largos pasillos repletos de jeroglíficos
murales con fondo blanco y figuras a todo color. Los techos,
generalmente, muestran motivos nocturnos como estrellas sobre un fondo
azul oscuro.
Aparte del monumento en sí, podemos
destacar la pertinaz vigilancia ante cualquier acto de obtención de
imágenes por parte del turista. Las fotos de arriba son absolutamente
robadas y con gran dificultad, al igual que este video, que es tan malo
que sólo pretende dar una idea del interior de estas tumbas.
Una hora y media ha
durado nuestra visita al Valle de los Reyes y, ya de vuelta en el
minibús, nos dirigimos hacia el templo de Hatshepsut, donde me consta
que sí vamos a poder hacer fotos.
Hemos de
atravesar una calle de tiendas a ambos lados, como no, para salir y
presenciar ante nosotros esta famosa postal.
De
nuevo, nuestro guía nos explica lo interesante de este templo y el
significado de cada sección y se va a la sombra mientras nosotros nos
acercamos a esta edificación de un estilo claramente diferente a todo
lo visto y en el que no vamos a poder optar a una sombra hasta que nos
metamos dentro. El enclave, empotrado contra una gran pared montañosa,
ayuda a formar una estampa espectacular.
El templo consta de tres pisos, el primero lo obviamos
gracias a
una larga rampa que nos lleva directamente al segundo, tal y como nos
aconsejara el guía. El segundo parece ser el más interesante. Lo
recorremos, beneficiándonos de la sombra, y repasando las explicaciones
previas sobre las diferentes secciones: la de Anubis, la del tratado
comercial con un pueblo africano y la de Hathor.
También nos habían dicho la no necesidad de subir
al tercer y último piso, pero no nos podemos resistir.
Volvemos por el mismo camino de bazares por el que vinimos
hasta
el minibús. Antes, en la parada de souvenirs del enorme bar que hay a
los pies de este monumento, regateo unas gafas de sol hasta los 40 EGP
(5€).
Nos queda la última parada del día, muy
rápida, en los colosos de Memnon. Dos inmensas y deterioradas
representaciones silentes de Ramses III, que es lo que queda de su
templo. Esta parada la incluyen absolutamente todos los tours, ya que
es gratuita, al estar en medio de la nada.
Ésta también es la última visita nuestra con guía. Nos
devuelven al barco
a la hora de comer y, tras la ineludible propina al conductor del
minibús, quedamos en despedirnos de Ayman tras el almuerzo.
Nos encontramos las habitaciones hechas, ya una vez comidos.
Esta
vez, han aprovechado las recién compradas gafas de sol para darle un
aspecto macarra al cisne azul de mi cama.
Tras
esto, nos reunimos con Ayman en la sala de fiestas. Tenemos la tarde
libre y no nos intenta convencer para pagar la excursión opcional del
lado Este de Luxor, fiel a lo que le dije el primer día acerca de que
no nos apuntaríamos a nada opcional. Sabe que mañana haremos las
visitas por nuestra cuenta. Nos despedimos con cariño, dejándole una
generosa propina de 100 EGP por pareja.
El resto
del día es para descansar y aprovechar nuestras últimas horas en el
barco. A partir de mañana por la mañana comienza el sprint final, con
un día entero por ahí y sin sitio donde echarse hasta la madrugada. Así
que yo me pego una siesta mientras los demás disfrutan de la piscina y
me despierto ya habiendo anochecido.
Todavía es pronto, así que decidimos salir del barco a
pasear. Es
la primera vez que salimos de él sin guía. Justo al cruzar la calzada
de la corniche me había fijado ya en una especie de centro comercial.
En realidad es un pasillo interior, como una especie de atajo, con
tiendas a cada lado. Pero esta vez sí son como el concepto que tenemos
de tiendas: una puerta y una gran cristalera que hace de escaparate.
Aunque la mayoría rebosan género, hasta el punto de invadir parte de
ese pasillo.
No nos agobian, sino que nos dejan
mirar. Están atentos a nuestros deseos para decirnos donde encontrar
cualquier cosa que buscamos. Mientras uno me explica el porqué de la
diferencia de precio entre dos cartones de Marlboro aparentemente
iguales (el barato es de China y el otro no me queda claro de donde
es), Eva comenta que le gustaría tener un gran camello de pelo. Esto
inicia la maquinaria que hace que nos lleven fuera del recinto, pasemos
junto a un iluminado templo de Luxor, para meternos en una tienda llena
de objetos, donde efectivamente tienen el camello, pero a un precio
superior al que había dicho que pagaría. Mientras volvemos, nuestro
acompañante me comenta que el negocio está muy mal y por eso se
ayudan unos a otros a la hora de vender. Poco después volvemos al barco
a tiempo de cenar.
Esta noche no hay
ningún espectáculo, sino que se monta una discoteca para bailar hasta
tarde. Yo
también aprovecho este rato para actualizar días atrasados de esta
misma web.