Esta mañana hacemos el checkout del barco, aunque podremos
dejar
las maletas para lo que será un día entero dedicado a la ciudad de
Luxor.
La visita principal será la de los templos
de Luxor y Karnak, que no iba incluida en el crucero. Tendremos tiempo
para el museo, la ciudad, un paseo a caballo e incluso,
tal vez, Medinat Habu.
Avanzada la noche nos
dirigiremos al aeropuerto donde cenaremos y embarcaremos en nuestro
vuelo a El Cairo, previsto para las 00:20. A la 1:30 llegaremos a El
Cairo donde nos esperará un transfer de nuestro hotel para llevarnos a
descansar al mismo.
Las referencias en el mapa son:
0- Barco
1- Colosos de Memnon y centro de visitantes
2- Valle de los reyes
3- Templo de Luxor
4- Templo de Karnak
5- Medinat Habu
6- Ramesseum
7- Valle de las reinas
8- Aeropuerto
Después
Tras el buffet del desayuno hacemos el checkout y
cedemos
el equipaje para que nos lo guarden en el barco mientras salimos a
pasar el día fuera a nuestro aire. Tras un pequeño descanso de tres
días, hoy vuelvo a ser yo el guía.
La primera
misión de hoy es encontrar transporte al templo de Karnak. En seguida
nos abordan los caleseros y son dos niños los que nos persiguen
regateando precios. Lo bajo hasta 40 EGP, que se que es más de lo que
toca, pero acepto para que les quede algo a los dos chiquillos, que se
ponen alegres y nos acercan su transporte, para ayudar a mis padres a
subir. El caballo está en bastante mejor estado que el de Edfú.
Por el camino, el niño mayor - y por mayor me refiero a unos
10
años - comienza a preguntarme sobre mis planes para hoy. He descartado
el ir a la costa Oeste, así que lo que no vimos ayer, no lo veremos ya.
Le comento que vamos a Karnak para pasar toda la mañana, si encontramos
algún sitio para comer por ahí, comeremos por allí, si no tal vez nos
pasemos por el museo de Luxor o vayamos directamente al templo de
Luxor, que como está junto al barco, será el final de nuestro trayecto.
Él asimila este difuso plan y me propone ser mi transporte todo el día.
Yo me sorprendo e intento ser más claro sobre nuestra primera visita:
"Tal vez hasta comamos allí, así que podemos estar 3,4,5 horas o más.
No lo sé". Pero se ve que me ha entendido. "Yo espero. Da igual 3,4,5
horas o mas. Yo espero". "¡¿Pero cómo vas a esperar de forma
indeterminada hasta 6 horas?!". Y entonces me da la luz que necesito:
"No bussiness. Yo espero".
Resulta que no hay
turismo, así que no hay negocio. Les resulta más rentable esperarme
todo el día indeterminadamente que dar vueltas buscando clientes que no
están. Eso me rompe los esquemas, porque había aceptado una ligera
subida de precio para un trayecto de ida, pero ahora se va a transmitir
a una tarifa para todo el día, que ya hemos hablado, de 100 EGP. Al
menos hago un último intento, en el caso que aun no me creo de que nos
esperen toda la mañana, para incluir la "obligada" propina en esos 100
EGP, que es aceptado.
Cuando llegamos, intento
pagarles los 40 EGP, pero no me dejan. Les digo que es para quedarme
tranquilo, que si al salir están allí seguiremos con ellos, pero no me
aceptan el dinero.
Y en esas nos plantamos ante el
tempo de Karnak. O más bien ante su entrada, pues aún no lo vemos. Una
gran plaza delimitada por tiendas nos lleva hasta las taquillas para
pagar los 50 EGP a cambio de la entrada, que ya estamos coleccionando
como cromos. Una más.
Después se abre un gran paseo
repleto de vendedores ambulantes ofreciendo insistentemente la misma
mercancía que hemos visto en todos los sitios. Ese ancho paseo se
estrecha cuando llega a la avenida de las esfinges, preámbulo de la
entrada del templo.
Después llegamos a una antesala donde mueren las
impresionantes
filas de esfinges y aparecen columnas y esculturas. Karnak está siendo
el templo en el que más gente hemos encontrado. ¡Los turistas estaban
aquí!.
Y después, tras franquear los muros de piedra, llegamos al
lugar
más impresionante de este templo: la sala hipóstila. Un gran espacio
cuadrado repleto de anchas columnas. Este es el lugar donde falla el
primer intento de asesinato de "Muerte en el Nilo", la película basada
en la obra de Agatha Christie. El segundo intento sí tuvo éxito, porque
si no Poirot hubiera seguido de vacaciones.
La
concentración de estas columnas es espectacular y tan densa que a pesar
de estar llena de gente se pueden conseguir fotos a solas.
Un
buen lugar donde sentarse y descansar admirando esta maravilla a la
sombra, e incluso subir la mirada al techo y admirar los colores
amarillentos originales.
Habiendo llegado a esta sala por la entrada lógica, tenemos
dos
salidas, la que está al otro lado de la entrada, o sea, recto, o la que
está a la derecha. Escogemos esta última porque queremos dar una vuelta
por la zona exterior, donde se encuentra el lago sagrado, transformado
ahora en "ciénaga".
Esta zona, según la maqueta de la entrada o la reproducción
de mi
guía, era espectacular y enorme, con cuatro puertas en cuatro pilonos
en fila, pero es la que está en peor estado. Los pilonos son esos muros
simétricos en los que se situa la puerta - muy claro en la entrada de
Edfú o Philae, por ejemplo -. Es una estructura típica del periodo
"griego" de Egipto, que va tras el faraónico, una vez conquistado el
país por Alejandro Magno y habiendo dejado al cargo a su amigo Ptolomeo
y, posteriormente, a su descendencia.
Pronto
volvemos hacia la senda recta que habíamos dejado, pasando por la
famosa escultura del escarabajo y el único de los tres obeliscos, que
formaban un triágulo en este templo, que está caído.
Sólo nos queda un imperdible de esta visita que se encuentra
justo al final: la sala festiva. Es única de este templo y, aunque
también se compone de filas de columnas, éstas son simples, pero de
vivos colores. La sala está completamente techada y cerrada y muestra
su colorido original, aunque ya agonizante.
Pues nos toca emprender el regreso por la parte interna del
templo que nos saltamos en nuestro periplo exterior. También es
preciosa con los obeliscos y unas altas columnas "enladrilladas". No
podemos resistirnos, al ver que hay poca gente, a entregarnos de nuevo
al descanso y contemplación de la sala hipóstila. Con el plan que
tenemos para hoy, no tenemos ninguna prisa. Por eso, ya habiendo salido
del templo, pero antes de salir del recinto, buscamos una terraza donde
tomar algún refresco. Todas son caras, pero escogemos la de los precios
más bajos, identificada por ser la que no está vacía y por la
apariencia "mochilera" de varios clientes.
Sopla
una ligera brisa que hace que se esté tan a gusto que no queramos
marcharnos. Cuando lo hacemos atravesamos la plaza sin comprar nada y
preguntándonos si los niños estarán esperándonos ahí fuera, han sido
más de tres horas. Cuando me estoy lamentando por no haberme impuesto
para pagarles los vemos a lo lejos entre varios compañeros de oficio.
Nos acercamos declinando ofertas de taxis y calesas, hasta que ellos
también nos ven y traen el transporte hacia nosotros. El plan, que
ahora sí cerramos definitivamente por 100 EGP, incluyendo la propina,
es ir al Museo de Luxor, y mirar de comer por allí. Después de comer
iríamos al Templo de Luxor donde acabaría nuestro trato.
Conversamos con ellos mientras nos llevan al museo. Nos dejan
en
un callejón en obras junto a un enorme grupo de niños con uniforme
escolar. No veo restaurantes. No parece que la zona sea muy turística.
Esquivamos las obras hacia el río y, sólo girar a la derecha, tenemos
la entrada al museo. El edificio es tan nuevo que me pregunto si lo
habrán cambiado hace poco. La idea es hacer una visita rápida e irnos a
comer en los alrededores del templo de Luxor, ya que aquí puedo
comprobar que no hay oferta. Así, además, no "forzamos" a los niños a
esperarnos mientras comemos. Sin embargo, cuando llego veo que la
entrada cuesta 80 EGP. Me indigno, porque eso es casi lo que costaba
Abu Simbel. Así que doy media vuelta y evito que mis padres acaben de
sortear las obras. No merece la pena.
Iniciamos el
último trayecto en calesa con los niños preguntándome porqué no hemos
entrado en el museo. Les explico sinceramente que no merecía la pena
gastarnos el dinero de la entrada para estar tan poco rato porque,
además, no podíamos comer allí.
Cuando vemos el
templo de Luxor, por el que ya pasáramos en nuestras compras
vespertinas de ayer, el niño me pregunta por mis planes siguientes,
buscando continuar con nosotros, pero ahora ya sí que es el fin. Le
señalo donde está el barco para que entienda que ya no nos tenemos que
mover más y nos despedimos.
Es algo pronto para
comer, así que hacemos tiempo en una joyería esperando al regateo de mi
madre para llevarse un colgante de oro del busto Nefertiti, y por busto
me refiero a su cabeza.
Después paseamos por esa misma acera, repleta de restaurantes
-
hay incluso un McDonalds -, mientras el último templo egipcio que
visitaremos se ve, omnipresente, al otro lado de la calzada.
Justo cuando la oferta se relaja y aparece vegetación, un
vendedor ambulante me ofrece tabaco, y tras regatear, le compro un par
de paquetes de Marlboro. Él nos ofrece entrar en el restaurante cuya
entrada está justo ahí. Como vemos una vasta terraza con sombra, nos
metemos en él. Es el Restaurante Sindbad.
En la
terraza se está estupendo y los precios son realmente baratos. Estamos
rodeados de gatos y el tío del tabaco no para de venir a preguntarnos,
a todos, si estamos bien, y a mi en particular, si los cigarros me
parecen bien. Un tanto extraño, pero acabamos comiendo los cuatro a
base de pizza y pollo, con sus refrescos, por unos 200 EGP.
Hacemos un poco de sobremesa, aprovechando que el tío del
tabaco
nos ha dejado en paz y cuando estamos listos cruzamos la calle para
visitar el Templo de Luxor.
La entrada está
más al Norte de lo que parecía, ya que hay una cola de gente
en
una plaza circular para entrar en lo que parece el lateral del templo,
pero cuando llegamos resulta ser una mezquita que está integrada en las
ruinas, por encima de ellas. Es bastante sorprendente.
Nosotros seguimos nuestro camino hasta la verdadera entrada,
y
tras 50 EGP por persona, añadimos un cromo más a la colección y
comprobamos que hay más gente en la mezquita que en el templo. Al
acceder al recinto tienes la avenida de las esfinges en frente tuyo, un
bar y tiendas de souvenirs a tu derecha y el templo en sí a tu
izquierda. Tomamos esta última dirección.
En la entrada, frente a las paredes frontales del templo,
destacan dos colosos silentes y un obelisco. También había dos, pero
los regalaron a Francia. El primero es el que está en la Plaza de la
Concordia, y el segundo es el que está aquí, ya que el gobierno francés
no se lo llevó al comprobar con el primero lo que valía el transporte
de tal objeto.
Luego, ya en el interior, la primera
estancia nos muestra un recinto cuadrado delimitado por columnatas y
esculturas. Tras otros colosos y la curiosa mezquita colocada ahí,
haciendo equilibrio sobre un lateral, como el que monta una discoteca
cúbica sobre la muralla de un castillo.
Hacia la
parte del final las columnas comienzan a ser estriadas, presentando un
aspecto botánico y las paredes comienzan a desplegar su repertorio de
relieves murales. Es un templo pequeño, en líneas generales, pero muy
bonito, y la luz del ocaso le ayuda a mostrarse aun más bello.
Cuando salimos el sol se está yendo y nuestros planes
finalizando, pero aun nos quedan muchas horas que gastar antes de
plantearnos siquiera partir hacia el aeropuerto. Nos volvemos al barco
y ocupamos su sala de juegos, que siempre hemos visto vacía. Hay una
selección de juegos de mesa, pero nosotros nos traemos nuestras propias
cartas para echar unas partidas.
Esperamos hasta
las 20:00h para pedir que llamen a un taxi para el aeropuerto. Cuando
llega, le damos propina a los porteadores que nos llevan las maletas
hasta el mismo y partimos, dejando atrás el barco que nos ha albegado
tres días, pero también Egipto, practicamente. Nos queda una breve
visita, pero es ahora cuando tenemos la sensación de estar volviendo a
casa.
Cuando hemos facturado las maletas y nos
plantamos en las puertas de embarque, que son cuatro, son las 21:00,
con lo que nos quedan tres horas y media - para embarcar, cuatro horas
para despegar - que gastar en una gran sala llena de asientos y donde
hay: una cefetería con comida, de estas de poner en una bandeja y pagar
al final según lo escogido; una tienda de souvenirs baratos, otra de
souvenirs caros y una sala, montada como si fuera la terraza de un bar,
de fumadores. Esto es todo el aeropuerto. ¡Al menos tengo todo lo que
necesito!. Compro, por 160 EGP, un trozo de pizza, un agua, unos
sandwiches, una caja de bombones, una caja de galletas rellenas de higo
y otra rellenas de dátil. Los dulces serán para llevar.
Nos ponemos a cenar y después vemos la
tele, que nos ofrece los goles de la liga inglesa como única opción.
Mientras, embarcan los del penúltimo avión del día, que también va a El
Cairo, pero a las 22:30h. Nos quedamos solos.
Y así
será hasta media hora antes del embarque, cuando empiecen a aparecer
nuestros compañeros de viaje. El vuelo es corto y sin incidencias y
mientras esperamos para las maletas en el aeropuerto de El Cairo, yo me
asomo para asegurarme de que nos esperan para llevarnos al hotel. Así
es. Nos llevan con rapidez dado el poco tráfico de la madrugada y nos
plantamos ante un gran edificio que, por sí sólo uno diría que ha
sobrevivido a un bombardeo contra la ciudad de milagro: la fachada se
cae a trozos y no queda un cristal entero; pero puesto en su entorno no
desentona, ya que el resto de edificaciones están igual o peor.
Un ascensor nos lleva a la planta 15, donde un empleado del
Hotel
Isis nos ayuda a subir el piso que queda para llegar a la planta donde
tienen una sala común con la recepción y las habitaciones.
Tal como había leído, el interior es muchísimo mejor que el
exterior. Las vistas son alucinantes y las habitaciones son amplias y
limpias. Además, el Museo egipcio está aquí al lado. Es lo que
necesitábamos.
Contra todo pronóstico, estamos acostados poco
después de las 2:00h.