El día está prácticamente dedicado a navegar por la zona, rodeados de
preciosos paisajes. El barco zarpa desde Tauranga las 8:30h y no vuelve
hasta pasadas las
15:30h. Es un barco pequeño, prácticamente para nosotros.
Durante ese tiempo se intentarán localizar colonias de
delfines
para nadar con ellos. En Septiembre es buena época para ver ballenas,
que también serán buscadas, así como otro tipo de fauna marina como
orcas, focas, leones marinos, tortugas, albatros, etc... entre el
fabuloso paisaje de la Bay of Plenty. Hemos contactado con el Capitán
Butler y su velero, el Galaxsea, que navega en invierno si el
día acompaña.
Habrá parada en islas paradisiacas donde poder hacer snorkel.
Deberemos llevarnos la comida para el picnic a mediodía en una de estas
islas y será la primera vez para todos que estaremos en las frías aguas
del mar vistiendo un neopreno, que nos proporcionarán.
Tras finalizar, salvaremos los 60 Km que nos
separan de la turística ciudad de Rotorua, famosa por sus zonas
volcánicas y la cultura maorí. A las 18:15h, en Te Puia,
presenciaríamos un espectáculo de cultura maorí, con la Haka como
estrella principal (baile típico maorí y popularizado por la selección
de rugby de Nueva Zelanda, los All Blacks). Cenaremos un banquete a la
manera
típica de esta cultura, que desde siempre han cocinado sus platos en el
suelo, aprovechando que en esta zona es caliente y haríamos una visita
nocturna a Wakarewarewa, una zona iluminada de géiseres y
lagos
de lodo
hirviendo.
Un buen broche a este día sería un baño en una de
las piscinas termales naturales de nuestro Camp Park.
Gastos de las actividades:
Navegar todo el día para nadar con delfines: 110 NZD
Espectáculo + cena + visita Wakarewarewa: 110 NZD
Después
Me
despierto antes de que amanezca también hoy, y es que el jet lag está
durando. Al menos eso me permite presenciar la salida del sol desde la
playa que tenemos enfrente y el verde monte que tenemos al lado. Llamo
a la mujer del crucero para decirle que no podremos estar a las 8:30 en
el puerto deportivo ya que la oficina del parque donde estamos alojados
abre a esa misma hora.
Tras hacernos el desayuno en las amplias cocinas
del complejo decido caminar hasta el i-site que he visto marcado en el
mapa del camping y me adentro en el pueblo. Son las 8:00h y todo está
cerrado, excepto una cafetería a la que entro a preguntar y me envía
algo más lejos, pero no doy con el sitio. Como se va haciendo más tarde
van abriendo más locales a los que puedo acudir en busca de dirección.
En una hamburguesería me envían hacia atrás. Ya me estoy mosqueando.
Entro en un local de internet para mirarlo yo mismo, pero como la
pareja que hay ahí se muestra solícita a ayudarme, les dejo indicarme:
"Si continúas por esta calle a la izquierda encontrarán un camping
junto al monte", me dice, "¿No será el Mount Manganui Holiday Park?",
pregunto, "Ese mismo", me contesta. "¡Pero si vengo de ahí!, ¿me estáis
diciendo que el i-site está cerca del camping?", pregunto incrédulo.
"No exactamente, la misma oficina del camping es el i-site también".
No me lo puedo creer, menuda caminata me he pegado para nada. Cuando
llego falta poco para las 8:30h pero una chica me abre la puerta. Yo le
señalo el mapa que tienen marcando el i-site algo más lejos y
simplemente me contesta que no está actualizado. Contratamos y pagamos
880 NZD por nuestra velada maorí y hacemos el check out (145 NZD por
las tres caravanas y ocho personas).
Nos ponemos en el puerto en nada, pagamos 800 NZD
(un 10% de descuento de grupo) a la mujer y nos metemos a buscar el
barco.
Es un velero que vamos a tener sólo para nosotros. Tenemos a un
capitán, auténtico lobo de mar, con una joven que se encargará de que
no nos falte de nada. Luego hay dos chicas que se turnan en sentarse en
un lugar elevado para buscar delfines y un tipo que tiene el rol de
"buscador de ballenas".
El sol hace su trabajo, y menos mal, porque el viento de cara viene
frío y pronto estamos tomando el sol en cubierta, pero protegidos del
viento con mantas, lo que da una imagen nada común de un baño de sol.
Estamos más de cuatro horas navegando, pero son fáciles de resumir, ya
que no tuvimos suerte con la fauna marina - y eso que nos contaban que
durante esta semana habían localizado un grupo de orcas -. Nuestro
pobre bagaje se queda en una foca y un ave volando al revés, esto es:
la vemos subir de las profundidades del mar, pero sólo para tocar la
superficie y volverse a meter. Eso sí, lo que no podía fallar son las
inmejorables vistas de las islas, la playa y el monte Manganui junto al
que hemos dormido esta noche.
Nos ofrecen repetir la experiencia mañana por su política de garantía
en caso de no encontrar delfines, pero tenemos una ruta cerrada que
cumplir y hemos de salir a Rotorua. Sólo podemos agradecer a la tripulación
sus claros esfuerzos.
Llenamos los depósitos de nuestros vehículos a 1,569 NZD el litro.
Nuestro siguiente paso es conducir a Rotorua, una ciudad cercana pero
que un error de orientación nos hace tardar tres horas: una en
dirección contraria, otra para volver a Tauranga y la última para
recorrer la distancia entre ambas. Con esto, otra vez más, conseguimos
llegar tarde. Ya había llamado y ya nos esperaban pero, como había más
gente, nos perdemos la ceremonia de bienvenida ¡Hoy no chocaré mi nariz
con la de ningún otro tío!
Mi tío y yo salimos a que nos enseñen a bailar la
haka, aunque yo necesito más tiempo para aprender esa danza, ya que
demuestro una preocupante discapacidad para sincronizar piernas y
brazos.
Tras la sesión de baile, nos llevan a cenar en un buffet donde lo
probamos todo, incluidos los famosos mejillones de labios verdes,
¡buenísimos!
El fin de fiesta lo tenemos en la zona geotermal de Wakarewarewa donde
compruebo que su nombre completo es Te
Whakarewarewatangaoteopetauaawahiao. Allí, nos sentamos en rocas
calientes ante paisajes humeantes. Es un lugar mágico.
Lo último a hacer en este día tan largo es meternos en el parque más
cercano: Rotorua Thermal Holyday Park (160$ in total), de la franquicia
Kiwi, que resulta tener aguas termales, así que las usamos, metidos en
agua caliente hasta la cabeza con un mar de estrellas como techo.