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Día
15
(22/09/2012) The Catlins y Dunedin
Antes
Partiremos del punto en el que acabáramos el día anterior
rumbo a
la zona de The Catlins: la costa más salvaje de Nueva Zelanda.
Hay muchas cosas por ver que se relatan en este
mapa de la zona:
Nuestros puntos fuertes serán:
- Las tres cascadas: McLean, Matai y Purakaunui.
- Curio Bay: Un bosque del jurásico fosilizado, donde se pueden
apreciar
los árboles y arbustos, hoy convertidos en piedra.
- Nugget Point: Acantilados, un faro del siglo XIX y unas vistas
maravillosas.
- Cannibal Bay: Una colonia de leones marinos y focas.
Después, continuaríamos nuestra ruta hasta Dunedin, donde
pasearíamos admirando su arquitectura escocesa.
Serían unos 270 Km que deberíamos hacer en 3:40h.
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Después
Salimos sin muchas prisas, ya que el tiempo lo marca el
estado de la marea en una de las visitas. El plan de hoy es hacer los
doscientos y pico kilómetros que nos separan de Dunedin siguiendo una
ruta escénica por la región llamada "The Catlins" y hacer múltiples
paradas cortas por el camino. Hoy puede ser un buen día para ver los
animales que tenemos pendientes.
Así que volvemos a atravesar Invercangill siguiendo las indicaciones
del hombre del Holyday Park hasta tomar la carretera escénica, que ya
no soltaremos hasta Dunedin.
Siguiendo el mapa del principio, nuestra primera parada es,
precisamente, la número 1: Waipapa Point. Aquí esperamos ver leones
marinos y un faro. Sin embargo, nos topamos que los últimos kilómetros
de la carretera que lleva a ese punto es de gravilla, lo que no nos
hace mucha gracia debido a que el seguro de las caravanas no entra en
los accidentes sucedidos en este tipo de superficies y, además, como
los parabrisas no entran en ningún caso, ampliamos la distancia entre
caravanas para prevenir la posibilidad de que una pueda lanzar una
piedra a la de atrás.
El faro, evidentemente, está, pero cuando nos asomamos a la playa, ésta
se presenta desierta. Aunque cuando desviamos la vista hacia la zona
más rocosa, más cerca del faro, podemos ver un único león marino,
tumbado en la playa. Para allá que vamos. Por el camino nos encontramos
con varios ejemplos de esos árboles horizontales que comentaba ayer, y
que crecen así debido a los fuertes vientos.
Cuando llegamos, ese león marino se debería sentir
como los Beckham, acosado por personas que quieren una foto con él. Hay
varias advertencias por el camino sobre acercarse mucho a estos
animales, ya que pueden sentirse amenazados y atacar y, aunque no lo
parezca, son capaces de correr hasta a 20 Km/h detrás de ti. Otro buen
consejo es no situarse nunca entre el animal y su vía de escape al mar.
Nosotros, con todo el respeto del mundo, vamos posando cada vez más
cerca, hasta que nuestra joven parece tocar el límite, en el que el
león marino pega un rugido que la hace salir corriendo para no volver.
Cuando lo dejamos en paz, volvemos satisfechos a
las caravanas.
Carretera de nuevo, esta vez hasta Curio Bay. La
previsión de marea nos dice que a las 11h ya debería estar lo
suficientemente baja como para visitar el bosque jurásico fosilizado.
Estamos en el punto 4 del mapa.
Efectivamente la marea está bajando y ya ha dejado
al descubierto la irregular zona que, aunque desde lejos pueda parecer
un terreno de barro, sucio, de cerca es maravilloso: Todo es piedra,
pero un día fueron árboles. Los "bultitos" que sobresalen son los
tocones de esos árboles y dejan ver los anillos de los mismos en su
centro. Las líneas en el suelo las marcan los troncos, que muestran sus
vetas de madera con una claridad tal, que se ha de tocar para verificar
que realmente son de piedra. Es algo único en el mundo, aunque cuando
hablamos de fósiles uno espera encontrar conchas o algún tipo de
animal, y aquí no hay de eso.
Nos esparcimos por el terreno admirando con curiosidad esta maravilla y
esquivando los charcos de agua salada. Intentamos captar en fotos lo
que realmente se nos muestra, pero resulta tremendamente difícil.
Cuando estamos preparados nos subimos a los vehículos, pero
sólo para recorrer un corto trayecto hasta el punto más alto de la
zona, marcado en el mapa con el número 5, donde se tienen vistas
increíbles de la Purpose Bay y la Curio Bay que acabamos de dejar, e
incluso es un lugar donde se pueden ver delfines Héctor, cosa que nos
ocurre al poco de estar ahí.
Evidentemente, los delfines no saltan mostrándose
completamente y saludando a la cámara, con lo que sólo los podemos ver
mostrando sus lomos sobre la superficie del mar al respirar. Los
delfines Héctor son más pequeños que los comunes y se caracterizan por
tener dos colores: un tono de gris muy oscuro y otro muy claro.
Nos va pareciendo que sí puede ser el día de los animales,
aunque se nos muestren con cuentagotas. Ahora nos toca hacer una pausa
en costa y fauna porque llega el momento de las cascadas, así que
conducimos directamente hacia las McLean Falls.
A partir del desvío, donde también se encuentra el Hollyday Park que
anuncia el mapa, la carretera vuelve a ser de gravilla y, por lo que
parece, durante unos cuantos kilómetros. Concluidos éstos, damos con un
amplio aparcamiento con lavabos y la entrada al camino que lleva a las
cascadas. Es sorprendente que mientras en España no encuentras papel
higiénico en ningún lavabo público de un bar, por ejemplo, en los
lavabos de sitios tan recónditos de Nueva Zelanda como éste en el que
estamos, nunca falta.
El sendero anuncia que hay media hora de camino, y la hacemos atravesando una preciosa y espesa jungla con helechos.
Cuando el ruido nos anuncia caída de agua nos ponemos atentos y vemos
una pequeña cascada primero, y un corto salto de agua después. Al final
no era para tanto. Aunque inmediatamente, algunos de nosotros descubren
que el camino sigue subiendo, pero ya no hay ganas de más, aunque
cuando nos llaman desde arriba acudimos raudos, pues parece que no lo
hemos visto todo.
Para nada, las cascadas son extraordinarias, con varios niveles de
diferentes alturas y hacemos un trato con un grupo de jóvenes para
intercambiar fotos de grupo. Cuando marchamos, acuden nuevos visitantes
con tuppers que están dispuestos a comer ante este espléndido
espectáculo natural. No es mala idea.
Ya de nuevo en las caravanas, el tiempo aprieta porque ya
estamos en rango de horas de comer, pero antes queremos ver las
Purakaunui Falls, así que conducimos directos, desde el punto 7 del
mapa, al 18.
Más carretera de gravilla, que parece normal por esta zona. Hay
bastantes caravanas en el aparcamiento del camino a estas cascadas que,
además, es bastante más corto.
Cuando llegamos, las cascadas se muestran preciosas, pero la plataforma
para contemplarlas está bastante ocupada. Nos hacemos unas fotos como
podemos, pero salimos rápido de allí cuando nos percatamos de que están
llegando decenas de personas más. Debe haber llegado algún autocar.
Y así es, lo podemos ver en el parking mientras hacemos nuestras
maniobras para salir de allí. Nos habíamos acostumbrado tanto a la
soledad y la tranquilidad, que lo que ha pasado en estas cascadas nos
ha sorprendido bastante.
Ahora sí, camino al Nugget Point, que además será nuestra
última parada del día (puntos 26 y 27), ya estamos mirando donde parar
a comer lo que nos preparamos anoche. Descartamos un par de sitios por
falta de sol hasta que, justo en el cruce que lleva al Nugget Point,
nos topamos con un merendero junto a la playa. Insuperable.
Comemos allí, repartiéndonos a ambos lados de la poco transitada
carretera y después paseamos por la playa, encontrando numerosas
conchas que nos sorprenden, como enormes mejillones - negros, no verdes
-, pequeñas ostras, e incluso trozos de concha de Paua, de la que ya
hemos comprado algunos ejemplares.
Después, es momento de conducir junto a la larga
playa y, de nuevo, por una superficie de grava, hasta el Nugget Point.
Allí paramos en un pequeño aparcamiento, justo antes de llegar, donde
se anuncia una zona donde
viven pingüinos de ojos amarillos, una especie autóctona de Nueva
Zelanda. Tienen montado un observatorio desde donde poder mirar cómo, a
partir de las 3 de la tarde, vuelven de su jornada de pesca a casa. Son
las 16h, así que es buen momento para ver si tenemos la suerte de ver
alguno.
En cuanto tengo vista de la playa, detecto a uno saliendo
del agua y aviso a los demás para que se den prisa. Hemos tenido suerte
y podemos observar como sale del agua caminando torpemente, como si sus
hombros pesaran demasiado, y, cuando llega a un obstáculo, salta con
las dos piernas en una actitud cómica.
Luego seguimos el camino hasta el aparcamiento, mucho más grande, en la
cima de la colina, desde donde parte el camino, de una hora de
duración, al faro y que descartamos por ese mismo motivo, y otro de 5
minutos al mirador, que sí tomamos. No hay focas, ni leones marinos, ni
pingüinos, ni ballenas, pero está
lleno de aves marinas y vistas preciosas.
Es la última parada del día, así que aprovechamos que los
cálculos dicen que llegaremos temprano a Dunedin para conducir
directamente hacia la ciudad. El Holyday Park escogido está un poco
antes de llegar al Centro de la ciudad y dejamos enchufadas las
caravanas cuando aún es de día. Hoy ya no da tiempo de probar la
piscina, pero sí de salir a tomar algo a la ciudad. Un taxi nos lleva a
los 8 al centro, conocido por "El octágono" porque es la forma de la
plaza, por 20$.
Desde allí damos un paseo para ver los edificios más
emblemáticos de la ciudad, como la estación de tren, y volvemos al
mismo sitio ya que hemos comprobado que toda la vida está ahí.
Ya había leído sobre las raíces escocesas de este lugar, y
el ambiente parece confirmarlo. Sólo hay gente en ese octógono, que
está repleto de pubs, y escogemos uno de los más animados para
sentarnos en la terraza a tomar algo.
Cuando llega el momento, el mismo taxi, que estaba en la
plaza, nos devuelve a las caravanas por el mismo precio. Mañana, por
fin, no hay que salir temprano, pero no podremos tachar uno de los
animales de la lista: la mujer de recepción nos ha explicado que la
reserva de albatros está cerrada.
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