Día 14 (21/09/2012)   Milford Sound


Antes   

   
Ruta NZ Día 11

   El día de hoy está pensado para visitar el Milford Sound, el impresionante fiordo de cañones estrechos con altas paredes rocosas, abundante vegetación tropical y saltos de agua.

   Se hará en un crucero a primera hora de la mañana que recorrerá los diferentes puntos de interés de este paradisíaco lugar donde ya se puede avisar que llueve 300 de los 365 días del año. Lo que puede ser un inconveniente para disfrutar de la visita, pero es la principal razón de su encanto, con exuberantes cascadas.

   Este lugar es candidato a las 7 maravillas naturales del mundo.

   Durante el crucero tendremos la oportunidad de ver focas, pingüinos, leones marinos, delfines, tortugas, etc...

   La información sobre el recorrido está en esta mini guía: Cruize_Highlights.pdf

   Después, retornaríamos por la ruta escénica a Te Anau que ya hiciéramos a la ida, el día anterior. En Te Anau visitaríamos unas cuevas cuyos techos aparecen estrellados debido a la proliferación de las larvas de unos gusanos que, a modo de luciérnagas, iluminan su cola para atraer la comida. La primera salida es a las 14:00h:

http://www.realjourneys.co.nz/Main/GlowwormCaves/

   Una vez pasado Te Anau, nuestro único objetivo es acercarnos lo máximo a The Catlins. Invercargill sería un buen lugar donde acabar el día.

   Serían 270 Km, que deberíamos hacer en 3:20h.

Gastos de las actividades fijas:

Crucero Milford Sound: 65 NZD por persona

Visita a las cuevas de los gusiluz de Te Anau:    70 NZD

Después

   
     Amanecemos en completa soledad, junto al río y las montañas nevadas que hoy hemos de atravesar. Como no queremos contratiempos nos ponemos en marcha para llegar a la terminal de cruceros lo antes posible. La Milford Road va cambiando de aspecto conforme se acerca a los llamados Alpes del Sur, pero las zonas de acampada siguen surgiendo por la carretera. Aquello de que era la última no sé en qué se basó cuando se escribió.

   Todavía tengo temores de tener que usar las cadenas, y esos temores afloran cuando veo la nieve cada vez más cerca de la carretera. Una lengua de nieve la atraviesa, pero alguien ha limpiado la parte que podía cubrir el asfalto. El mantenimiento llega hasta aquí. Aparecen diversas señales avisando del riesgo de avalancha en algunas zonas y prohibiendo cualquier tipo de parada en ellas. Y entonces aparece el túnel Homer.

Milford RoadSeñales de avalancha en la Milford Road
















   Por alguna razón me esperaba algo más... elaborado. La señal de altura máxima marca 3,81 metros y entonces me encuentro preguntándome cuánto hace nuestra caravana. Preguntamos con el walkie la opinión de los de atrás y sólo llega una respuesta: "No cabe". Aun así, confiando en los cientos de caravanas que se habrán encontrado con la misma duda y han llegado me adentro en él, por el centro, y avanzo por una oscuridad estrecha, expectante y rezando por no encontrarme ni siquiera una moto en la dirección contraria. La luz del final me indica que nos salvamos esta vez, pero se me ha hecho muy largo.

Túnel HomerDento del túnel Homer
















   Al otro lado nos espera una vertiginosa bajada en curvas rodeados de aún más nieve. Ahora ya está. Sé que a poco de pasar el túnel está "The Chasm", la parada que queremos hacer, pero sólo encuentro señales tapadas y un aparcamiento vallado. Después, ya bajo la montaña y rodeados de esa vegetación selvática que nos había abandonado hacía unos días, avanzamos hasta el embarcadero. Pero yo ya sé, que debemos aparcar unos 200 ó 300 metros antes. Sólo los autobuses pueden llegar hasta el final.

   Así lo hacemos, somos los primeros, a excepción de una caravana que de seguro ha pasado la noche aquí. Desde el aparcamiento ya se tienen las primeras vistas de la postal más famosa de Nueva Zelanda. También vemos algunos bichos volando, lo que es extraño porque no hemos visto bichos en ningún lugar, a excepción de unas pocas sandflies en Abel Tasman. Nos hemos metido de lleno en selvas densas y no hemos llegado a ver ninguna mosca, araña o incluso hormiga. Nos ponemos el repelente que traíamos de la Isla Norte porque, aunque no sabemos si son sandflies o no, sí vemos que vamos a llegar al final del viaje sin estrenarlo.

El Milford Sound desde el parking

   Caminamos por una pasarela entre bosque hasta llegar a la terminal, que está cerrada. Un letrero anuncia que se abre a las 9:00h. ¡Pues falta media hora!. Volvemos a las caravanas y de nuevo, algo más tarde, a la terminal, cruzándonos con trabajadores que se incorporan a su puesto en todo ese proceso.

Camino a la terminal de crucerosTerminal de cruceros
















   Cuando están a punto de abrir ya somos varios los que esperamos, incluido un grupo de chicos de Lleida. Cuando abren las puertas la gente va preguntando de sitio en sitio para decidir con quién hacer el crucero, pero yo ya he hecho ese trabajo, y nos dirigimos directamente al stand de Juicy Cruize. Al final no alquilamos la caravana con ellos, pero el crucero, por el que acabamos de pagar 55$ por persona, sí lo haremos. Como tenemos tiempo, me acerco al stand de Real Journeys porque quizás puedo reservar la visita a las cuevas de los gusiluz desde aquí, al ser la misma empresa. Sí que puedo, y acabamos pagando 70$ por persona para la salida de las 14:00h. Debemos estar a las 13:40h. Algo justo, pero lo haremos.

   Salimos al embarcadero para hacernos fotos junto al barco, que es el más pequeño, y el Milford Sound.

Dentro de la terminal de crucerosBarco de Juicy Cruize
















   Es media hora lo que tenemos que esperar para salir en él y deleitarnos con un crucero de hora y media por lo que parece "el mundo perdido". Este primer crucero del día es el único en el que se ofrece el desayuno gratis: té o café y un muffin, como una enorme magdalena rellena de cosas deliciosas.

   Las cimas nevadas contrastan con la frondosa vegetación que envuelve todo lo que hay alrededor. El fiordo es un estrecho cañón entre altas paredes verdes de las que caen, aquí y allá, magníficos saltos de agua. Hasta que llega al infinito Mar de Tasmania, lugar donde da media vuelta para volver.

Crucero por el Milford SoundCrucero por el Milford Sound















Crucero por el Milford SoundCrucero por el Milford Sound
















Crucero por el Milford SoundCrucero por el Milford Sound

















   Los paisajes nos dejan atónitos y las cámaras trabajan sin cesar pero parecen incapaces de recoger todo lo que vemos y vivimos.

Milford Sound

   Como broche final, el barco se acerca a uno de estos saltos de agua para una ducha matutina a la que nos unimos algunos.

Cascada en el Milford Sound










   La experiencia ha sido maravillosa y nos hemos sentido transportados a otros mundos que sólo parecen existir en las películas.

Bajo la cascadaEmbarcadero del Milford Sound
















   Pero la vida sigue, y aunque nos resistimos a dejar este mágico lugar, debemos acudir al siguiente. Aunque nos vuelve el temor al paso por ese túnel de esta mañana, esperemos que no nos encontremos a nadie de cara.
Final del túnel Homer
   Pero eso no es viable, el siguiente crucero es el de los autocares que vienen de las ciudades, con lo que nos quedamos esperando a la entrada del túnel un buen rato hasta que pasa el último de los que hay dentro. Sin embargo, ellos no hacen lo mismo, y cuando lo estamos cruzando los que vienen no se detienen y se cruzan con nosotros. Esos son momentos que acojonan. Yo retiro mi retrovisor del conductor todo lo que puedo hacia mí, pues no veo espacio para que pasemos los dos. Un ruido hace que me pare en seco, pero los otros vehículos, buses hartos de hacer este recorrido, nos obligan a continuar.

   La Milford Road hasta Te Anau son dos horas, pero ya demostramos que podíamos hacerlo en menos, así que nos plantamos en la central de REAL Journeys junto al lago alrededor de las 13:20h. Ha ayudado el hecho de que no hayamos hecho ninguna parada por el camino. Cuando pregunté en los mostradores de los cruceros, me confirmaron que The Chasm está cerrado. Tapar los carteles y vallar la entrada al aparcamiento es la forma que tienen de "cerrar" un trozo de bosque.

Lago Te Anau desde la Milford Road
Central de "Real Journeys" junto al lago

   Nos dan los tickets, pero no nos dan tiempo para comer, ya que embarcamos enseguida cuando por fin hemos encontrado donde aparcar las caravanas. En ese tiempo, hemos podido comprobar que aquel golpe que oyéramos en el túnel de Homer, se traduce en una visible rascada en mi caravana, con un boquete en medio. No tiene buena pinta.

   Dos barcos en un día ya lo hace especial, pero éste en el que estamos es diferente: mucho más rápido. Surca el agua del lago Te Anau durante media hora pasando entre algunas islas y desembarcando en una de ellas.

Vistas desde el lago Te Anau
Vistas desde el lago Te Anau
Vistas desde una isla en el lago Te Anau

   Un guía chileno se ha agenciado nuestro grupo por el tema del idioma, con lo que tendremos un tour privado en castellano. Ya en tierra nos explica cómo el río ha ido - y continua - excavando las cuevas, abriéndose paso hasta el lago.

Río en la isla de Te AnauAtendiendo las explicaciones del guía
















   Somos los primeros en entrar en ellas y, cuando atravesamos la bajísima entrada, dejando la espesa jungla detrás, nos adentramos en la oscuridad, apenas atacada por las leves luces que marcan el camino en las pasarelas por las que andamos. La prohibición de usar cámaras es total, ya que el flash podría dañar permanentemente a estos seres que vamos a ver y que tanto dependen de su tenue luz. Tras pasar por algunas cascadas nos montamos en una barca dondeEntrada a la cueva de los gusanos brillantes ya la oscuridad es total. Incluso nuestro guía minimiza el uso de su linterna en sus tareas de embarcarnos y desamarrar. Después, ayudamos a mantener el silencio, mientras lo único que pueden ver nuestros ojos son los grupos de puntos azules, como constelaciones concentradas.

Estamos un rato moviéndonos en la barca por la zona y, aunque estamos todos juntos, la única compañía que notamos es la del sonido de agua al correr.

Orillas límpias de la isla
















   Cuando salimos, nos vamos al centro de visitantes donde tienen una exhibición y hacen una presentación ahondando en la vida de estos gusanos, que en realidad son larvas de un tipo muy concreto de mosquito. Es extraño e interesante.

Volviendo al barcoInterior del catamarán
















   El viaje de vuelta nos devuelve a nuestros vehículos. Ahora nos toca conducir hasta Invercangill. Estamos satisfechos con lo que hemos comido en la isla, galletas de esas gigantes que tienen aquí y algún otro dulce. Eso nos permite llegar hasta nuestro destino.

   Cuando salimos aún es de día y, contrariamente a la ruta marcada en el mapa del principio de la página, tomamos la que pasa por Manapouri, bajando antes a la costa Sur, simplemente porque es más escénica.

   Eso nos permite toparnos con la vegetación de esa zona antes, y aún de día, y admirar esos árboles moldeados de tal forma por el viento constante que viene del mar, que aparecen totalmente doblados hasta crecer paralelos al suelo, tras un dramático giro de 90º de su corto tronco.

Forma de los árboles en la costa Sur de Nueva ZelandaPueblo de la Costa Sur
















   Hemos elegido el Beachside Holyday Park, a las afueras de Invercangill, al que llegamos ya a oscuras, no sin antes encontrarnos con que la carretera acaba directamente sobre la arena de la playa. Gracias a un coche que adivina - supongo que porque pasará con frecuencia - nuestro desconcierto para llevarnos hasta el camping.