Hemos de comenzar el día muy temprano si queremos ver algo de
Malé, como el Centro Islámico.
Estaremos en un hotel justo enfrente de la terminal de ferris
que
llevan al aeropuerto y que deberemos usar para embarcarnos en el
hidroavión que nos llevará a Kuredu, la isla paradisiaca donde nos
relajaremos los próximos días.
Los puntos marcados en el mapa son:
0- Hotel Nasandhura Palace
1- Terminal de ferris al aeropuerto
2- Centro Islámico
3- Aeropuerto de Malé
Después
Hemos apurado lo máximo para poder descansar y nos
levantamos a la 7h. Mientras mi mujer se prepara salgo para un rapido
paseo por la calle frente al mar en la que estamos pero no consigo
encontrar el Centro islámico. Sin embargo sí veo las taquillas para los
billetes del ferri y compro ya dos por 10 rupias de Maldivas.
Usamos los cupones que nos han dado en la terraza del
restaurante
de al lado para desayunar y al finalizar recogemos el equipaje y
hacemos el check out para meternos en el ferri que se está llenando de
gente en este momento.
La parte del vuelo doméstico
en Maldivas es más informal de lo que acostumbra a ser volar. En los
mostradores de Trans Maldivian Airways nos señalan una zona con
pequeños stands como lugar donde encontrar el "counter" 59. El hombre que está en él sale y
nos mete en un autobús que nos lleva al otro extremo de la isla.
Allí nos indican enseguida la puerta del lounge de Kuredu.
Hemos
tardado apenas un cuarto de hora en todo el proceso en el aeropuerto y
en el lounge llega nuestra recompensa. Nos ofrecen comida y bebida,
pero sólo pillamos agua ya que venimos desayunados. Al parecer somos
los primeros y escogemos unas literas fuera con vistas al mar y a una
hilera de hidroaviones prefiriendo el calorcito al aire acondicionado.
Nos han dado una toalla fría y una bolsa con algunos obsequios.
Todavia habrá de pasar una hora antes de embarcar,
pero se pasa bien recuperando parte del descanso que nos ha faltado
esta noche. Cuando nos avisan nos acompañan a una pequeña sala frente a
la puerta que nos separa de la pasarela de madera exterior que ya
veíamos desde nuestras hamacas.
El avion es pequeño y ocupamos los primeros
asientos con ventanilla tras los pilotos. La idea siempre ha sido
disfrutar de los particulares paisajes marinos que ofrecen los atolones
que forman este pais, con sus infinitos tonos de azul. Ya habia leído
sobre como estas islas son un paraiso para descalzos, pero aun nos
sorprende ver como el piloto conduce sin calzado, lo que demuestra que
montar una zapateria en Maldivas no sería un buen negocio.
Cuando el avión baja para tomar contacto con el
mar y navegar nos anuncian que hemos llegado a Komandoo, otra isla
resort del mismo grupo, pero yo necesito confirmarlo con el piloto que
tengo delante pues he tenido una imagen idéntica a la de Kuredu en
Google Earth y no me cuadra que haya dos islas exactamente iguales. La
explicación me llega más tarde, cuando para bajarnos en Kuredu el avión
se eleva un poco para volver a bajar. Las dos islas están juntas y la
que yo había visto era, efectivamente, nuestro destino, que acabamos de
alcanzar.
Nos recibe parte del staff con tambores y nos
asignan un botones que nos lleva a un bar y nos explica brevemente como
funciona todo con un cocktail de bienvenida de por medio. Después nos
pone las benditas pulseras del todo incluido y nos advierte de que
tendremos que esperar un par de horas para nuestra habitación.
Dos horas pasan pronto entre el bar de la piscina
y el buffet del almuerzo. Con alguna otra espera más finalmente estamos
en nuestra habitación sobre las 16h. Allí nos reencontramos con nuestro
equipaje, del que nos separáramos antes de embarcar en el hidroavión.
El bungalow es magnífico, con la zona de baño
parcialmente abierta al cielo. El cuerpo nos pide descansar, pero
también nos pide disfrutar lo antes posible de lo que tenemos delante
así que colocamos nuestras dos hamacas en una zona donde se pueda tener
sol y sombra, según se prefiere y descansamos ahí.
Poco tardo yo en sacar el equipo de snorkel y
adentrarme en el mar con él. La playa que tenemos delante es muy poco
profunda y, supongo que debido a eso, el agua está caliente, pero como
si te hubieras preparado un baño. En cuanto miro debajo descubro el
auténtico paraiso de este lugar: coloridos peces, algunos de
considerable tamaño, deambulan cerca de mí. Si tenía alguna duda
sobre si me iba aburrir con los dias, aquí me llega la respuesta, pues
podría pasarme la vida contemplando la vida submarina a mi alrededor.
Sin embargo, la poca profundida me obliga
prácticamente a reptar para bucear, pero eso no impide que me tope con
especies como el pez ballesta Picasso o un pez león. A veces tengo que salir a la realidad y
ponerme de pie viendo como me cubre por las rodillas y estoy a pocos
metros de mi bungalov porque parece increible. Enseguida
convenzo a Eva de que participe de mi
incredulidad mirando bajo el agua. Eso sí, imposible caminar por aquí
descalzos y, aunque la arena blanca invite a ello, dentro del agua
hemos de usar nuestros zapatos de snorkel.
Básicamente se nos va el dia en "nuestra" playa,
de la que sólo salimos tras presenciar nuestra primera puesta de sol.
Con la noche nos visita una garza para aprovecharse de la marea baja.
Nosotros también tenemos que cenar y vamos al restaurante para culminar
el primero de los días en el paraiso.