Día entero dedicado a la observación de la vida salvaje en
la
reserva de Masai Mara. Tenemos el objetivo de localizar la migración
de ñus y jugar la opción de poder ver el cruce del río Mara de cientos
de herbívoros.
Las referencias marcadas en el mapa son:
0- Rhino Tourist Camp
1- Lookout Hill (colina de observación)
2- Puente sobre el Mara y Visitors Center del Mara Triangle
3- Llanos de Paradise
4 y 5- Puntos de cruce más populares.
Después
Dormimos hasta que decimos basta, pero por la costumbre
eso ya pasa sobre las 8h. Vamos al comedor, el edificio más grande de
todo el recinto, y disfrutamos de nuestro desayuno. Los clientes que
hacen safari ya han salido y estamos solos con el staff del campamento,
aunque luego aparecería una pareja que se va hoy.
Hablamos con Jackson, un joven que nos presentan como el manager
y que me explica que conoce nuestra situación pues ya ha hablado con la
persona que ayer nos ayudara por teléfono y que parece ser el que más
manda. Hablamos de lo que nos falta por pagar tras el depósito de 60€
que dejé hace meses y de las actividades que podemos hacer. Yo tengo en
mente la visita a una villa Masái que tasa en 40$ los dos, como la
habitación con pensión completa son 270$ los tres días y el depósito
que pagué se traduce a 80$ le doy 230$ de los 260 que traíamos
ahorrados (100 de la entrada a Bogoria y 160 de la de hoy a Masai
Mara). Con las cuentas cerradas quedamos a las 9:30h para la visita a
la villa Masái.
El campamento se muestra rebosante
de vida a la luz del día, con el verde de la cuidada vegetación y los
monos y pájaros que lo visitan.
A las 9:30h es el
mismo Jackson el que nos lleva fuera del campamento, habiendo cambiado
sus tejanos y camiseta por su traje masái con machete y porra. Nos
muestra algunas cosas por el camino, como una hierba que arranca y nos
explica que los masáis la usan para teñirse de rojo, no nos parece
creíble hasta que la rompe y nos la restriega por el brazo, tiznándolo
de rojo. La tierra por la que caminamos también aparece rojiza y, sobre
todo, el termitero en el que nos subimos para hacernos unas fotos con
él.
Después llegamos a la aldea, que está muy cerca, y donde nos
esperan dos jóvenes más, que nos siguen explicando curiosidades en un
buen inglés. Jackson me coloca una de sus típicas capas y otro me
entrega un robusto palo de acacia, aunque sigo estando lejos de parecer
uno de ellos.
Nos llevan al centro. Yo ya sabía que las villas masáis son
circulares, con las cabañas en el exterior formando esa circunferencia
para dejar el interior para el ganado, a fin de protegerlo. Por lo que
la zona en la que estamos está repleta de heces de vaca. Además tienen
formados dos círculos de ramas para las ovejas y cabras, aunque en el
que entramos nos encontramos con un par de terneros. El cerco es
robusto y alto para - según nos explican - evitar que los guepardos
puedan saltar dentro.
De vuelta a ese amplio centro, nos muestran una piel
seca perteneciente a la cabeza de un león, cosida uniendo dos de sus
lados. Yo no acierto su utilidad hasta que se la ponen en la cabeza.
Nos la vamos turnando mientras me muestran su forma de hacer fuego. Yo
ya sabía que lo hacían con un palo, pero creía que sería una turistada
ahora que hay mecheros por todas partes, hasta que me veo sorprendido
con la rapidez. El sistema es ingenioso y el truco está en la madera
que usan de base. En ella se hace un agujero para encajar el palo y al
agujero se le añade una salida, que deja la muesca con forma de
cerradura. Como el palo es más fuerte que la madera de la pieza, la
fricción en el agujero, a modo de taladro, hace que la viruta salga por
la apertura que tiene el agujero ¡ya prendida! Además el proceso es muy
rápido, casi lo mismo que se tarda con un mechero, ¡e incluso menos si
hay viento!
Me hacen probar a mí y entonces descubro la dificultad: mantener
el palo en el agujero. Como a mí se me sale cuando lo hago rotar, tardo
mucho más en conseguirlo. Eva también prueba.
Impresionado, comienzan a cantar y nos movemos a modo de danza
suave hasta que llega el momento de los saltos. Nos turnamos a saltar
en vertical frente a Eva al ritmo de los tonos graves de las voces de
mis compañeros que le dan a esta actividad su pertinente banda sonora.
Luego nos muestran a las mujeres: ancianas haciendo pulseras y
collares de cuentas a la sombra de un árbol, mientras las jóvenes
sujetan a sus bebés.
Nos introducen en una cabaña para que podamos comprobar que sólo
hay un agujero en la pared a modo de ventana, pero su principal función
es de salida de humos, ya que se encuentra sobre las brasas del círculo
del suelo que usan como cocina. Me sorprende saber que el colchón de
sus camas es simplemente una piel de vaca y nos muestran algunas piezas
con la intención de venderlas. Yo, como ya sé que esto forma parte de
la visita y de su forma de vida, acabo comprando un collar con un
diente que me dicen que es de guepardo por 2000 ksh. Sé que estoy
pagando mucho, pero quiero ayudar y, además, he dejado claro que todas
las propinas de esta visita ya van incluidas ahí. Todos han aceptado.
Fuera tienen montado un mercado de souvenirs, aquí sólo me hago con una pequeña cebra de madera.
Con esto acabaría la visita a la aldea, pero nos acompañan a unos
200 metros de allí, donde está la escuela. En la aldea habíamos visto
asomados niños pequeños, los de edad escolar de ésa y el resto de
aldeas de la zona están en esta escuela. Vemos las puertas indicando
los diferentes niveles de las clases y podemos ver el interior por las
ventanas sin cristal. Lo que no esperaba es que un profesor saliera,
nos diera la bienvenida y nos dijera de entrar en la clase. Paso
muchísima vergüenza haciéndome una foto en esa clase frente a los
niños. Y lo deben notar cuando se ríen cuando simplemente les saludo
con la mano y salgo pitando de ahí. Soy consciente en todo momento de
cómo voy vestido.
El profesor nos muestra el libro de visitas para que añadamos una
reseña y nos comenta que cualquier ayuda es bien recibida. Yo le doy
500 ksh y salimos de allí, ya de vuelta al campamento.
Por el camino nos despedimos de los dos compañeros que tan amena
han hecho esta visita y, uno de ellos me regala el palo que he estado
usando. Vemos la gran puerta que tiene el Rhino Tourist Camp y que de
poco nos sirviera anoche en la oscuridad y, sobre todo, cuando
descubrimos las señales que hay frente a ella. Resulta que el lugar en
el que nos paramos a llamar porque mostraba señales a varios
campamentos pero no al nuestro está justo delante y ahora comprendemos
qué pasó: Al poner el coche de forma que los faros iluminaran las
señales para poder leerlas, dejamos la gran puerta del campamento en la
oscuridad de nuestra espalda. Es lógico pues que no hay señal del Rhino
tourist Camp justo delante de él.
En fin, son las
11h y no tenemos nada que hacer el resto del día. Lo que sería una
bendición si hubiera electricidad e internet, pero como no hay ninguna
de las dos cosas nos relajamos en la cama a esperar la hora de la
comida.
Sin embargo, poco después Jackson llama a
nuestra puerta y me pide el favor de llevarle en coche a un lugar
cercano de la carretera donde un grupo que estaba por llegar a tiempo
para comer se ha quedado tirado porque el coche que les traía ha tenido
una avería. El mío es el único vehículo que hay en el campamento. Yo
salgo sin dudarlo, aquí todos forman una comunidad, y esto me da la
oportunidad de formar parte de ella.
Jackson me lleva por caminos fuera de la carretera principal. ¡Ese
es el truco para no tener que ir a 10 Km/h!. Cuando llegamos ya han
acudido otros vehículos también a ayudar. De vuelta, bromeamos Eva y yo
sobre quién nos iba a decir anoche que nosotros saldríamos al rescate
de alguien cuando todo hacía pensar que quien lo necesitaba éramos
nosotros.
Disfrutamos de nuestra comida. Jackson se viene a comer con nosotros, confirmando nuestra recién creada relación. Pasamos
la tarde en la habitación agotando la batería de mi tablet. Tal vez sea
demasiado descanso. Sobre las 17h salgo a perseguir pájaros y monos con
la vista. Conforme se acerca el ocaso, la actividad de los pájaros se
vuelve frenética en los árboles de los lindes del campamento.
A las 18:30h todavía no es de noche. Aunque era su hora, el
generador no se arranca hasta que es oscuro y nosotros ponemos todo a
cargar. Los demás deben hacer lo mismo, pues la electricidad va cayendo
intermitente, incluso cuando estamos en el único sitio libre que hemos
encontrado en el abarrotado comedor. Al parecer hay sobrecarga.
Cenamos cuando la luz se estabiliza y nos acostamos temprano
sabiendo que mañana madrugaremos para un día muy especial dentro de
Masai Mara.