Desayunaremos en el tren, poco antes de llegar
a Mombasa.
Una vez en la estación habremos de pillar un taxi que nos
lleve a
Diani Beach. Tendrá que atravesar la ciudad y pillar el ferri de Likoni
para salir de la isla, luego nos llevará unos 38 Kms al Sur hasta el
resort Papilion Lagoon Reef.
Allí pasaremos el resto del día relajados en
régimen de todo incluido.
Después
No se está incómodo en estas "camas", pero el
ruido y movimiento del tren no me ha dejado dormir ni mucho ni muy
seguido. Por lo tanto, al amanecer estoy fuera de mi compartimento,
mirando por la ventana del pasillo los paisajes del Parque Nacional de
Tsavo Este, que estamos cruzando, bañados por la luz del alba. Una
delicatesen para empezar el día.
Y habrá más, pues el resto de ventanas se van
ocupando también en lo que parece ser un safari en tren. Llegamos a ver
hasta tres manadas de elefantes, y no muy lejos de las vías. También he
visto gacelas y un águila entre la tierra roja que caracteriza a este
parque.
Otra característica serían los baobabs. Los
primeros que veo. Incluso pasaremos por la puerta del parque antes de
dar por concluido el safari y pasar por los primeros núcleos de
población.
Pero si algo caracteriza este viaje son los
saludos que recibimos repetidamente por la gente. El paso del tren
parece un acontecimiento excepcional para los niños que corren y se
afanan en saludar a los viajeros. Yo no paro de saludar y me siento
como Santa Claus en una cabalgata.
Cuando suena la campana nos reunimos en el vagón
restaurante para tomar el desayuno. Poco después estamos de nuevo
asomados a la ventana saludando.
Conforme nos acercamos a la costa han aparecido
las colinas deformando la llanura y éstas se han ido cubriendo
de verde y las palmeras han comenzado a aparecer. Es un paisaje
diferente a los que hemos visto ya en Kenia. Con el cambio también han
venido las curvas, rompiendo la monotonía de una recta interminable a
través del parque.
Van a ser las 11h cuando aparece la estación de Mombasa, más austera si
cabe que la de Nairobi. Hay muy pocas personas en el andén,
pero una de
ellas me pregunta si necesitaré taxi. Yo, que sigo asomado a la
ventana, le contesto que sí, que vamos a Diani Beach, y el hombre me
dice que por 5000 ksh me lleva. Ése era el precio máximo que tenía en
mente para este recorrido, así que simplemente le digo que 4000 me
parece más justo y él me dice que 4500 ksh por el ferri. Hemos llegado
a un acuerdo.
Entro en el compartimento a por las maletas y le
digo a mi mujer que ya tenemos taxi. Nuestro nuevo conductor nos ayuda
con el equipaje mientras salimos de la estación, donde deberemos
devolver los cartones que hacía de billete antes de acceder a la zona
abierta de fuera que hace de aparcamiento y ponernos en camino en un
coche con los cristales tintados.
Nuestro conductor nos cuenta cosas muy
amablemente. Pasa por los famosos colmillos, lo más conocido de la
ciudad de Mombasa, sólo para que los veamos, en su camino hacia el
ferri de Likoni.
Mombasa está en una isla y, aunque hay un puente
al Norte y otros al Oeste - por uno de los cuales debemos haber entrado
con el tren -, no lo hay hacia el Sur, y los desplazamientos se hacen a
través de un ferri que funciona constantemente todas las horas de todos
los días del año.
Tenemos suerte y vemos salir uno, cuyo lugar queda
inmediatamente ocupado por otro que viene a descargar. Con esto, somos
de los primeros en ocupar nuestro lugar en el próximo ferri. Le
pregunto al conductor porqué aquí no hay puente y me contesta que el
puerto de Mombasa es muy importante para el país y por aquí hay un
constante tráfico de grandes barcos que no podrían pasar bajo un puente.
También le pregunto si no hay problema en que dé
una vuelta por él, fuera del coche y me responde que no lo hay. Subo
arriba para ser testigo de cómo cientos de personas dejan el ferri que
acababa de llegar de golpe en lo que se ve como una marabunta de gente.
El cruce en sí es mucho más corto que la espera a
que se llene el ferri, pero no habrán sido más de 15 minutos en total, y pronto nos vemos dejándolo atrás y pasando a
través del mercado de Likoni, que luce grande y feo. Nos relajamos y
dejamos que el paisaje de palmeras entre por las ventanas conforme
avanzamos paralelos a la costa.
El coche se mete en el resort y nos deja frente a
la recepción poco más de una hora después de que saliéramos del tren. Hemos hablado de la posibilidad de que nos venga a buscar
pasado mañana para la vuelta a Mombasa y hemos quedado, en principio,
para las 10h de ese día.
¡Ya estamos en nuestro resort de todo incluido! Nos dan
una bebida mientras nos hacen el check-in y luego nos acompañan a
nuestra habitación. Nos advierten de que no dejemos la terraza abierta
pues pueden entrar monos y hacer un desastre. Si, ya hemos visto lo que
los monos son capaces de hacer.
Sin embargo, nuestra prioridad ahora es comer, y nos
muestran el restaurante, junto a la piscina y frente a la preciosa
playa de Diani. Ahí están los colores que ya había visto en
fotografías: el blanco de la arena y los diferentes azules del mar.
Llenos del buffet decidimos asomarnos a la playa. Hay
multitud de locales pululando por ella y ni un sólo turista. Cuando
bajamos, todas esas personas acuden a nosotros ofreciéndonos cualquier
servicio o souvenir. Me fijo en uno que nos ofrece snorkel cerca por
3500 ksh cada uno mañana por la mañana. Mañana veré lo que hago.
Mientras, sólo podemos comprobar esta extraña arena blanca, que forma
como una pasta junto con el agua. Es tremendamente fina y suave.
Luego volvemos a la tranquilidad del hotel, donde nadie te
atosiga. Parece que hay una frontera en esas escaleras que no pueden
cruzar. Desde ahí podemos comprobar como la subida de la marea va
menguando la playa.
La tarde la pasamos en la fantástica piscina, con las
hamacas y toallas que el hotel proporciona y trayendo bebidas del bar.
¡Esto es vida! Nos lo hemos ganado.
Conforme avanza la tarde, los monos van haciendo acto de
presencia junto al baobab milenario que domina los jardines de este
resort. Son otra especie diferente a los que habíamos visto hasta
ahora: éstos son colobos.
Cuando salimos a nuestra terraza, de vuelta en la
habitación, para dejar los bañadores a secar comprobamos que tenemos
dos de estos monos esperando la oportunidad de colarse.
Nos ponemos el repelente de mosquitos que traemos de nuestra
primera compra en Nairobi y nos vestimos con pantalones y mangas finas
y largas para la cena. Nos sentamos a ver anochecer, aquí eso se
traduce en un paulatino oscurecimiento de los azules hasta converger
todos en el negro y en una desaparición de la playa pues la marea ha
traído el agua nuestras puertas.
Tras la cena podemos disfrutar de un espectáculo. Hoy hay acróbatas.