Dia
6
(15/09/2013) Thomson's Falls y camino a Masai Mara
Antes
Dejaremos el hotel lo más pronto
posible pues nos espera el día con más kilómetros a recorrer.
La idea es llegar al Lago Bogoria y disfrutar de las vistas
que incluyen millones de flamencos y una zona geotermal con géiseres y
charcos de lodo hirviendo.
No podremos estar ahí pasado el mediodía ya que,
cual cenicienta, deberemos dejar el lugar antes de las 12h para poder
estar en nuestro campamento en Masai Mara antes de que anochezca, ya
que es una ruta que puede superar las 5 horas y media.
Después
En el desayuno nos indican que la carretera a
Bogoria está
operativa pues se hacen tours actualmente. Sin embargo, ya nos habíamos
resignado a excluir esa visita ya que, aunque la gente pueda llegar, la
carretera puede ser como la de Amboseli y dejarnos las horas en ella.
Además, el último tramo a Masai Mara será de ese tipo de carretera y
queremos evitar a toda costa que nos pille la noche por esos parajes.
También quitamos kilómetros al día más cargado de todos y hemos bajado
a desayunar más tarde pensando en visitar las cascadas que dan nombre a
este lodge y dedicar el resto del día a llegar a nuestro lodge en Masai
Mara, el último antes de los relajantes días de playa.
Desde la entrada de este hotel ya se oye el rugido de la
catarata, lo que nos hace muy fácil llegar hasta ella. Es un camino muy
corto en el que has de pasar por una abertura en la valla que circunda
la zona abierta de tierra que hace de mirador.
No
hemos accedido por la entrada habitual, ésta la vemos a nuestra
derecha, con varias tiendas de souvenirs y gente ofreciendo alguna
curiosidad turística a cambio de unos chelines. Los primeros que nos
localizan son un hombre y dos mujeres pintados y vestidos a la manera
de la tribu Kikuyu, con los que nos hacemos unas fotos. Después aparece
un hombre con dos camaleones en una rama y nos los pone encima. Como
tengo tres billetes de 200 ksh, les doy dos a los Kikuyu para guardarme
uno para el de los camaleones. Aquellos se quejan diciendo que son tres
y yo les pido que se repartan el dinero. Sin embargo, el tío de los
camaleones me muestra el precio escrito en su brazo: 400 ksh y nos hace
necesitar cambio igualmente.
Luego llega la mujer
de la taquilla, pues resulta que hay que pagar 200 ksh para entrar a la
zona vallada. Cuando vemos que los de las tiendas vienen a por nosotros
bajamos hasta el mirador de abajo, más pequeño y solitario,
para
algunas fotos con la cascada antes de irnos.
Con
éstas, dejamos el lugar sobre las 10h, para ir por la B5 hasta Nakuru
en lo que sería el recorrido mostrado arriba, pero sin tomar el desvío
al lago. La carretera tiene zonas muy desgastadas, con muchos baches, y
otras en obras, que enlentecen mucho la marcha. Hacemos una parada en
el mirador de Subukia, que nos ofrece nuestras primeras vistas del
Valle del Rift desde las alturas, una inmensa explanada unos cuantos
cientos de metros más abajo y que forma parte de esta colosal cicatriz
de nuestro planeta. Este accidente geográfico tiene más significancia
a parte de la de querer partir el continente en dos, ya que es en él
donde se han encontrado los vestigios humanos más antiguos, incluyendo
los de la popular Lucy.
Esta carretera se hace
agradable a través de esta zona rural donde se ven aldeas cada tanto,
pero el vaivén de personas en los lindes de la carretera no cesa.
Además, la mayoría de gente va muy arreglada y desentona a nuestros
ojos
con el entorno. Deducimos que esto se puede deber que hoy es domingo.
La
carretera, sin embargo, mantiene sus estándares de este tipo de zonas,
con tramos muy deteriorados y animales cruzando. Incluso pasamos por un
punto en el que todo el asfalto está dominado por un gran bache
inundado y dos patos se bañan tranquilamente en esa charca improvisada
ya que los vehículos nos vemos obligados a pasar por fuera de la
carretera.
En Nakuru nos resulta sencillo pillar la
A-104, que lleva a Nairobi y que ya conocemos por ser la que nos trajo
a Naivasha. Nosotros hemos de pasar todo eso para, unos 30 Km antes de
llegar a Nairobi, pillar el desvío que baja al Valle del Rift y que nos
llevará a Narok. Pero ese desvío está a la derecha y como nuestra
dirección se encuentra a la izquierda nos vemos obligados a continuar
un buen trecho antes de encontrar donde cambiar de sentido y regresar,
ya por el lado repleto de miradores, con sus tiendas de souvenirs, al
borde del valle. Es en el área de servicio justo antes de la salida que
nos bajará al Valle del Rift donde llenamos el depósito y consumimos el
pack de almuerzo que traemos del hotel.
Parece que
el día no será tan complicado como parecía: mientras bajamos con unas
magníficas vistas a la izquierda, una señal nos indica que Narok está a
unos 100 Km, si la carretera sigue siendo buena podremos llegar allí
sobre las 16h y, desde Narok, he leído repetidas veces que son 2 horas
a Masai Mara.
Y así nos las prometíamos hasta que vemos algo que
no me
creo: el lago Naivasha. Paramos en un hotel para confirmarlo. Allí
también nos explican que por la carretera tan buena por la que hemos
venido sí podemos haber llegado a Naivasha en menos de media hora,
cuando hemos tardado un par de horas por la autovía de Nakuru. Es
decir, que una carretera marcada en el mapa como secundaria es mucho
mejor en este caso que la autovía principal. Otro ejemplo de la
importancia de conocer las carreteras en este país. Eso no quita que
nos hayamos equivocado de camino y que en el pueblo de Mai Mahiu, justo
al llegar al valle, hayamos seguido por la carretera vieja a Naivasha
en lugar de la de Narok.
Nos toca deshacer el error
y conducir de nuevo junto al Monte Longonot hasta ese pueblo, donde
retomamos nuestro camino original a Narok, aunque en esta ocasión con
una hora menos, perdida en el desliz.
La carretera
sigue siendo buena hasta Narok, e incluso más allá. A las 17h nos
estamos sonriendo pensando en que vamos a llegar a nuestro
lodge
de día por los pelos, pero entonces, en un lugar llamado Maji Moto, el
asfalto se acaba sin previo aviso y nos devuelve a una pesadilla que ya
conocíamos.
Una gran masa de barro endurecido
formando una ondulación tan infinita como la recta en la que estamos
nos obliga a ir a 10 Km/h y, aun así, sufriendo, mientras la noche se
cierra alrededor nuestro. Es el lugar más solitario del mundo y los
coches que pasan por aquí no lo hacen - con buen criterio - por esta
"carretera", sino que vemos sus faros entre el paisaje.
El GPS no miente al mostrarnos un largo camino hasta nuestro
destino. Pero es largo porque nosotros nos movemos con extrema lentitud
sobre él. Ya con oscuridad total logramos ver jóvenes masáis en moto y,
poco después, nada.
Pasamos por lugares donde la
carretera se diluye entre un mar de barro y complica seguir el camino.
El GPS nos sigue ayudando ahí. Hay varios puentes a pasar sobre un río
seco, cada vez más deteriorados, hasta que nos encontramos con uno que
esconde su parte más inmediata en la sombra bajo los faros. Eva no
quiere que baje, pero yo tengo que comprobar que hay suelo para seguir.
Y de pie al borde del puente compruebo que no lo hay. ¿Y ahora qué?, me
pregunto por un momento y me vuelvo a imaginar durmiendo en el coche.
Muevo un poco éste para que sus faros me den luz a los alrededores y
logro ver un camino alternativo que baja al lecho del río y vuelve a
subir al camino.
Aun así, conforme las horas van
cayendo mucho más rápido que los kilómetros, la visión de vernos
durmiendo en el coche sigue ahí. Ayuda también que desde hace rato voy
llamando al teléfono del lodge que aparece en el recibo de Booking.com
cada tanto y nunca me cogen el teléfono.
En la peor
situación que me planteo llegaremos a la puerta de Masai Mara y le
pediremos al ranger que haya allí que nos ayude, pero todavía falta
para eso. Y es que la oscuridad es tan grande que creo que podemos
pasar junto al lodge y no verlo. Recuerdo que tienen un horario para el
generador y, cuando pasan de las 22h se que ya no hay luces allí.
Nos animamos con cualquier cosa para seguir adelante: la luz
de
una antena, un tramo de carretera que parece mejor... pero cuando
llegamos al pueblo de Oloolaimutia que le da nombre a la puerta de
Masai Mara, ya muy cercana, yo estoy convencido de que nos hemos pasado
nuestro destino. Todo el pueblo está a oscuras, pero cuando paro en un amasijo de señales para leerlas nos entra una alegría enorme al leer la
del "Rhino tourist Camp". Ésta indica que está a 2 Km dentro de la
aldea y contiene un número de teléfono diferente al que he estado
llamando y en el que me contestan enseguida.
Todavía
necesitaré llamar a ese teléfono varias veces para dar con el lugar ya
que, en un punto donde hay varias señales, todas a campamentos, no
aparece el nuestro. Nos tocará deambular a oscuras por este sitio
donde es muy difícil distinguir lo que es camino de lo que no lo es
hasta que lleguemos y debamos hacer sonar el claxon para pasarle el
teléfono al chico que aparece. Éste recibe instrucciones de arrancar el
generador y acompañarnos a nuestra habitación. No tendremos cena, pero
sí cama. Para mañana tenemos decidido descansar y quedarnos en el
campamento todo el día o hacer alguna excursión corta. Pero, sobre
todo, descansar.