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Dia
1
(10/09/2013) Vuelo a Nairobi
Antes
Este primer día queda dedicado íntegramente al
vuelo de ida.
Nos presentaremos en el aeropuerto con el tiempo suficiente
para
embarcar en el vuelo de Turkish airlines a Estambul de las 12:25.
Tras unas 3 horas y media de vuelo llegaríamos a Estambul,
pero
sólo para estar tres horas de tránsito hasta el vuelo a Nairobi que
tiene prevista su salida de la ciudad turca a las 19:50. Este vuelo es
nocturno y nos llevará a la capital de Kenia en unas 6 horas y media.
Como llegamos muy tarde, a las 2:25, nos estarán esperando
para
llevarnos al hotel directamente. En el aeropuerto sólo habremos de
sacar el visado y cambiar la moneda que necesitamos de forma inmediata.
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Después
El día se nos pasa entre aeropuertos y aviones.
Éstos de
Turkish disponen de pantalla individual, aunque solo el vuelo de 6
horas a Nairobi permite escoger contenidos entre una amplia selección.
Es al llegar a la capital keniata, a las 2:20 de la
madrugada, cuando nos topamos con el caos que, de momento, no sabemos
si atribuir al país o sólo al gran incendio que asoló el aeropuerto
internacional hace un mes.
Esperábamos encontrarnos con alguna señal del
mismo, pero
no con una destrucción tan grande para que toda la parte de llegadas se
componga únicamente de tiendas de campaña.
De esta forma, al bajar del avión nos espera un
autocar
escolar - el nombre de la escuela está escrito en los lados - para
llevarnos a una zona compuesta por unas pequeñas carpas y una gran
tienda de campaña, todas blancas. Y es dentro de ésta donde se han
improvisado unas mesas para atender a los que llegan al país.
Como ya viene siendo habitual, nosotros escogemos
la cola
más lenta y seremos de los últimos en salir de allí con el visado y el
sello de entrada, que ahora te hacen en un único trámite.
En el corto camino a la cinta con las maletas, que
es de lo
poco que queda del aeropuerto que fue, sólo hay una mesa con
una pizarra
a modo de
oficina de cambio en la que solo cambiamos 80€ para nuestros
primeros gastos dada la alta tasa que ofrecen y la certeza de que ya no
encontraremos cajeros aquí.
Ya con las maletas debemos pasar por la pequeñísima
aduana
donde un oficial se ve forzado a decidir con demasiada frecuencia quien
pasa sin ser mirado. Nosotros somos de ese grupo.
Ya fuera, nos encontramos con un grupo de gente
tras un
cordón policial que está allí para recoger a alguien o para buscarse la
vida ofreciendo algo. Entre los nombres de los carteles no está el
nuestro y nos volvemos a la seguridad que se intuye tras el cordón.
Es a través del mismo donde aceptamos la ayuda de
uno de
estos buscavidas ante nuestra falta de opciones y nos llama al hotel
con su móvil. Cuando me los pasa, me quedo aliviado al decir mi
apellido y oír mi nombre, confirmando así que realmente son ellos.
Nos lleva a su vehículo para llevarnos, pero recibe
la
llamada de nuestro conductor que al parecer está cerca y le pide que
nos espere.
Entramos
en una extraña fase de espera en medio de un parking, con la única
compañía de un extraño que va llamando de vez en cuando y con el asiduo
pulular de personas. No nos hace gracia estar así de madrugada en
una ciudad que puede ser peligrosa, como nos recuerda el hecho de que
algunas de esas personas que pasan y nos miran sean militares armados
que están ahí para protegernos.
Finalmente
llega nuestro conductor y nuestra deseada llegada a la cama está más
cerca. Le damos una propina a nuestro amigo por
las llamadas
y la atención y nos metemos en el taxi, donde el conductor nos hace ver
la causa del problema que nos ha dejado tirados en el aeropuerto.
Podemos ver una red de carpas blancas tras las vallas del aeropuerto y
resulta que cada una de ellas puede salir a la calle por zonas
diferentes. Cuando vemos el amplio parking en el que nos estaba
esperando comprendemos que, ante la falta de medios, lo único que ha
podido hacer es esperarnos en la salida más probable que es,
lógicamente, la mayoritaria.
Pues esa es la razón de que acabemos abrazando la
almohada
a las 5 de la mañana bajo nuestra primera mosquitera, sobre una gran
cama presidiendo una amplia habitación.
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