Tras hacer el check out en el hotel, pasaríamos la mañana de este día
visitando el lado brasileño de Iguazú. Por la tarde podríamos volver al
lado argentino a completar lo que nos dejáramos el día anterior.
Presumiblemente, el circuito superior.
Nuestro vuelo de vuelta a Buenos Aires
sale a las 21:30h y tiene previsto llegar a la capital argentina
alrededor de las 23:30h. Tenemos pensado pedir un transfer en el hotel
para llegar lo antes posible y descansar.
Después
Hemos vuelto a quedar con nuestro taxista a las 9h
aunque
ya nos avisó que iríamos holgados de tiempo. Salimos hacia la frontera
a la que llegamos pronto a unirnos a la cola. Tardamos un rato en salir
de Argentina con el simple trámite de darle los pasaportes al conductor
para que los muestre.
Lo siguiente es atravesar un puente sobre el río Iguazú que
tiene
una mitad pintada con los colores argentinos y la otra con los
brasileños. Al otro lado del río nos espera Brasil. Nuestro conductor
nos explica que los controles brasileños se han dejado de hacer. Nadie
te va a parar, aunque si vas a hacer noche deberías parar a que te
sellen la entrada al país en ventanilla. Nosotros lo hacemos también y
continuamos hasta la entrada del Parque Nacional, al que llegamos sobre
las 10:15h.
No encontramos cola para las taquillas y pagamos 70 reales
por
cada entrada al parque. El acceso da directamente a la plataforma para
esperar el autobús de dos pisos. Estos autobuses recorren la única
carretera del parque haciendo varias paradas por el camino, aunque la
mayoría va hasta el final obviando el resto.
Nosotros también lo hacemos así y bajamos en el principio de
las
plataformas. Ya nos habían indicado como referencia que éstas se
encuentran frente a un lujoso hotel rosa: el Belmond.
El único itinerario que hay en este lado comienza con una
gran
terraza a la Isla San Martín y los saltos que la rodean. Las vistas son
espectaculares, aunque algo más lejanas de lo que esperaba. Supongo que
es la sensación tras haber tenido las de ayer.
Hay mucha gente y me hago un hueco para mis fotos. Cuando
acabo
me doy cuenta de que estoy saliendo en una foto de grupo de una especie
de
peña galesa que ha posado con su bandera.
Seguimos
la plataforma que va siguiendo el río con la vista variando ligeramente
por el protagonismo de la Isla San Martín hasta llegar a su
parte
más oculta, donde se hacen más claros los dos niveles que tienen los
saltos.
Aquí hay otro balcón a estas nuevas vistas que permite ver la
Garganta del Diablo. Poco después se empieza a ver el final de las
plataformas, que es la parte que se mete en las cataratas.
Cuando llegamos a ese punto nos damos cuenta que hemos
calculado
mal el tema de mojarse, ya que es aquí donde uno se moja,
mientras que ayer no nos pasó. Por si tuviéramos dudas, hay un puesto
donde venden impermeables, pero ya no hay. Puede que haya ayudado a eso
que el cielo está amenazando lluvia.
Ya en la plataforma podemos ver que el mojarse no viene de
acercarse a las caídas de agua en sí, sino de la nube de gotas que se
produce como resultado de esa caída y que sólo puede ir hacia las
plataformas.
Las vistas son fantásticas y la experiencia divertida. Al
final
hay un balcón para asomarse a la Garganta del Diablo. Es una forma de
sacar el máximo partido a los pocos saltos que están en este lado.
Todavía hay otra atracción, y es que las plataformas
finalizan en
un bloque de tres pisos con un elevador para acceder al tercero, que
ejerce de mirador.
Nos unimos a la cola para el elevador. Las vistas
en estos primeros pisos ya son estupendas.
La subida es corta y, una vez arriba, se puede
disfrutar de las vistas más elevadas y amplias de esta zona.
Con esto queda concluida la visita y sólo queda volver, para
lo
que seguimos las indicaciones hasta unirnos a la cola que espera el
autobús de vuelta. La conclusión es que merece la pena visitar el lado
brasileño. Incluso diría que, si sólo se tiene medio día para visitar
las cataratas, habría que hacerlo aquí, ya que es donde más se
aprovecha el tiempo.
Cuando salimos del Parque
Nacional está lloviendo copiosamente. Tardamos en encontrar a nuestro
conductor porque tienen un tiempo limitado para estar abajo y van
rotando y, en este momento, estaba arriba esperando.
Volvemos a parar en la frontera para que nos sellen la salida
de
Brasil y le pedimos al taxista que nos lleve al Parque Nacional del
lado argentino como estaba previsto porque, a pesar de que esté
lloviendo, sabemos que estas tormentas tropicales pueden desaparecer
con la misma rapidez que llegan.
Ya en la taquilla del Parque Nacional mostramos nuestros
tickets
de ayer para pagar la mitad: 400$ por persona. Hay gente allí, pero
toda es para preguntar sus opciones para una devolución ya que se van
debido a la lluvia. el cabreo que llevan significa que no hay
devolución y una mujer se sorprende al ver que saco entradas y me dice
que el tren está parado por la lluvia.
Nosotros, de
momento, accedemos al interior para ir directamente a comer ya que son
casi las 14:30h y el restaurante cierra a las 16h. Me he olvidado traer
los descuentos que tenía de ayer, pero al mencionarlo, y apoyados por
el camarero que nos atendió ayer que nos recordaba, nos hacen el
descuento igualmente, con lo que pagamos 550$ por persona otra vez.
Cuando acabamos hacemos tiempo pues la lluvia sigue igual de
fuerte que cuando vinimos. Supongo que ese extraordinario caudal de
agua de las cataratas tiene que venir de alguna parte. Si para
podremos ir al circuito superior, que es el único que nos falta, aunque
no haya tren. Pero eso no ocurre y, cuando están cerrando, nuestro
conductor nos dice que le esperemos allí que va a pasarnos a buscar con
el coche por el restaurante.
Como tenemos tiempo le
pedimos al taxista que nos lleve al Hito de las tres fronteras. un
mirador al río Paraná en el punto en el que se le une el Iguazú y que
muestra orillas de tres países: Argentina, Brasil y Paraguay.
Estamos prácticamente solos a pesar de que ya casi no llueve.
La
visita
es rápida y de ahí volvemos al hotel. Al llegar nuestro
taxista
nos pide 900$: 500$ por la ida y vuelta al lado brasileño y 400$
por lo
mismo en el lado argentino. Quedamos con él para más tarde para el
trayecto final al aeropuerto mientras nos relajamos en el vestíbulo.
Llegamos al aeropuerto algo pasadas las 19h. Es muy pronto
para
un vuelo doméstico, pero tampoco teníamos nada que hacer en el hotel.
Sin embargo, en el mostrador de facturación de Jet Smart sólo hay un
chico con maletas y una chica de la aerolínea. Preguntamos si es que
todavía no han abierto y la cara de la chica no augura nada bueno.
Resulta que el horario del vuelo se adelantó y nosotros y el chico
somos los únicos que no lo sabíamos. El vuelo todavía no ha salido pero
la facturación está cerrada y el sistema ya no permite impriir tarjetas
de embarque.
Más tarde llega un supervisor de Jet
Smart a explicarnos que el cambio de horario se debe a una nueva ley
para el Aeroparque de El Palomar ya que, debido a las quejas de los
vecinos, ya no se permiten vuelos pasadas las 22h. Este cambio se hizo
hace más de un mes y las aerolíneas que tenían vuelos que llegaban más
tarde de esa hora se han visto obligadas a adelantarlos. Pero ellos han
informado por email a todos los que han reservado estos vuelos. Nuestro
problema es que no reservamos directamente con ellos, sino que lo
hicimos a través de una web de búsqueda de vuelos y ellos deberían ser
los que nos hubieran tenido que informar del cambio
Así que pillamos un taxi de vuelta al hotel. Mientras me
aseguro
con el móvil de que hay vuelos a Buenos Aires para mañana. Nuestra
prioridad es en realidad llegar a Buenos Aires a tiempo de
pillar
nuestro vuelo de vuelta a casa de pasado mañana. El taxista nos para en
la estación de autobuses tras comentarnos que existe esa opción, pero
no hay más autobuses para hoy. Nos guardamos los horarios de mañana
como plan B.
En el hotel, no solo nos ofrecen
habitación por 50€, sino que nos sacan billetes para el vuelo de mañana
con Latam por unos 60€ cada uno.
Con todo solucionado, salimos al pueblo a cenar en el pequeño
Restaurante La Mamma, donde hacen su propia pasta fresca y los platos
están deliciosos. Parece que nos resistimos a dejar un lugar tan mágico
como Iguazú.