Después
A
las 8 estamos listos para bajar a desayunar y suena el teléfono, es la
mujer que lleva el hotel, que nos dice que han llegado los del tour a
recogernos. Me dan ganas de exclamar muchas preguntas, como "¿¡Qué!?",
"¿Pero no nos tocaba sobre las 8:50h?", "Y aun así, aquí pone que
comienzan a recoger gente a partir de las 8:30h".
Las respuestas llegan abajo, cuando la mujer nos pregunta si nos
hemos dormido y yo le explico que hemos incluso hecho tiempo, ya que
como quedamos ayer, bajábamos a las 8h a desayunar. Entonces nos dice
"¡Son las 9h!" y lo entendemos todo. Todo menos porqué cuando
confirmamos la hora con ella anoche y preguntamos "Hay una hora de
diferencia con México, ¿no?", nos contestó que sí. Nosotros sumamos una
hora a nuestros relojes cuando deberíamos haber sumado dos, pero es que
además el reloj de la mesita de noche de nuestra habitación mostraba la
nueva hora, la de una hora más, y la mujer nos cuenta que cada cliente
lo pone a la que le vaya mejor.
Así que nos metemos
en el bus sin desayunar, pero habiendo liberado la habitación al dejar
las maletas abajo. La primera hora la pasa recogiendo gente en
diferentes hoteles que van llenando el bus. Primero completa nuestra
zona, Northern Beach, y va bajando hasta completar South Beach. Por el
camino vemos las mansiones en la otra orilla de lo que parece un canal:
son enormes y la mayoría tiene un espectacular yate atracado delante.
Cuando un pasajero pregunta, la conductora responde con un "Los que
viven ahí no son famosos, sólo millonarios".
Cuando por fin completa la isla cruza el puente hasta la ciudad, ofreciéndonos bonitas vistas en este camino.
Ya en la ciudad, pasamos junto al aeropuerto y para en un punto
de encuentro de buses de tours para repartirnos: los que vamos a
Everglades nos tenemos que meter en el que pone "Miami tours plus".
Parece que, contrates el tour donde lo contrates, la recogida y el tour
están centralizados en los mismos operadores.
Salimos de la ciudad y pronto la carretera aparece rodeada de un
mar de vegetación baja a ambos lados. Ya estamos en los Everglades y
nunca diríamos que bajo esa amplia y densa superficie verde todo es
agua. Llegamos unas dos horas después de que nos pasaran a recoger.
Como tenemos tiempo hasta que nos asignen airboat - esos típicos
vehículos de aquí, que son como lanchas con una gran hélice detrás -
vamos corriendo al bar a pillar algo que desayunar y nos llevamos unos
sandwiches y un café para Eva. Cuando llego a nuestro airboat asignado,
el número 9, aún estoy masticando y, como somos de los últimos, nos
sentamos en tercera fila.
Nos reparten unos tapones para los oídos que anuncian que el
motor es ruidoso y salimos de allí recorriendo lo que parece un río
entre la maleza. Pero no es real, en realidad todo es agua y este
vehículo va sobre ella y puede pasar tanto por las zonas en las que se
ve el agua como por las zonas en las que no parece que haya. Nuestro
ranger lo demuestra haciendo maniobras como si tratara de derrapar.
Vemos una garza y alguna otra ave acuática, pero también
aligátores de varios tamaños, incluyendo tres bebés, y una gran tortuga.
Todo esto en un paisaje diferente a cualquier otro que hayamos visto.
Pero lo que realmente me sorprende es la demostración del ranger sobre
la profundidad de estas aguas: poco más de un metro. Si no fuera por
los animales no habría problema en volver caminando al centro de
visitantes, nos dice.
La vuelta la hacemos por un trecho que recuerda un río selvático
y donde vemos un joven aligátor impasible ante nuestro paso.
El airboat completa su recorrido en el mismo centro de visitantes
del que salió hace 40 minutos y nos llevan a una cabaña con una pequeña
grada alrededor de una zona de arena alambrada con cuatro aligátores
enormes dentro.
Aparece un ranger y se mete con los animales para darnos unas
explicaciones y demostrar cómo estos animales no suelen moverse a
menudo. Se ve que el 95% por ciento de su vida lo pasan quietos tomando
el sol o, como él dice, sin hacer nada. Les molesta encarecidamente
para demostrarnos que no hay reacción. Ésta sólo aparece cuando le mete
la mano a uno en su boca abierta, cuando toca la lengua ha de retirar
la mano muy deprisa, pues la boca del animal se cierra rápidamente con
un sonido hueco.
Después pasa entre nosotros para
mostrarnos una cría de aligátor, de la que nos dice que podremos
sujetar y hacernos una foto con ella por 3$. Nosotros aceptamos.
Como todavía tenemos tiempo hasta la hora que nos dijo el
conductor para estar en el bus, exploramos la zona con libertad. Tienen
otras especies de reptiles de otras partes del mundo en cautividad.
Como es una zona abierta al parque, en algunos puntos nos podemos
topar con aligátores tomando el sol. Perdido el respeto tras la
demostración que hemos visto nos hacemos algunas fotos con ellos
acercándonos demasiado. Tanto que un ranger acaba regañándonos por
nuestro atrevimiento.
A las 12:30h estamos de vuelta en el aparcamiento para meternos
en el bus para el trayecto de vuelta a Miami. Tras el proceso inverso
de esta mañana, vemos como el interior del vehículo se va vaciando de
ocupantes hasta que nos deja en nuestro hotel a las 14:15h. Por el
camino hemos tenido estupendas vistas de la ciudad.
Las vacaciones se han terminado. Lo que nos queda por hacer son
unos pasos muy marcados: llamamos a un taxi que nos lleva al aeropuerto
donde hacemos la facturación, pasamos el control de seguridad y, tras
encontrar nuestra puerta de embarque nos alejamos para escoger un lugar
donde comer.
Lo hacemos con el menú de un italiano,
donde saciamos nuestras ganas de pasta. Matamos el tiempo en una mesa,
aprovechando esa "barra libre" de refrescos tan típica de los menús
americanos.
Antes de embarcar cambiamos los dólares que nos quedan en euros, aunque el cambio es realmente malo.
El avión despega puntual ofreciéndonos unas estupendas vistas de Miami y South Beach en el despegue.
Cuando aterrice ya será la mañana del domingo en Barcelona y este
viaje, que hemos disfrutado muchísimos, ya no es más que una colección
de estupendos recuerdos que las fotografías permitirán mantener vivos.
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