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Día
3
(23/03/2008) Dublín
Antes
Día enteramente dedicado a visitar Dublín. No tenemos un
plan
establecido en cuanto al orden, pero sí sabemos los sitios que queremos
ver. Hoy deberían hacerse los que no se vieran el Viernes, ya que
mañana nos vamos, aunque tendríamos la mañana para acabar la lista.
Para este día han de ser, al menos, el Trinity College, el Castillo de
Dublín y la Guiness storehouse.
Los puntos marcados en el mapa son:
1- Guiness Storehouse
2- Temple Bar
3- Catedral Christ Church
4- Trinity College
5- Molly Malone y Grafton Street
6- Castillo de Dublín
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Después
Hemos descansado. Esa es la razón para que nos
pongamos en
la estación de bus a las 10:45h y, por lo tanto, estemos paseando por
el centro de Dublín algo pasadas las once.
Nuestra intención es ir directamente al Trinity College, así
que
subimos la College Street y seguimos la curva del Banco de Irlanda
hasta dar con la puerta de entrada al enorme recinto.
Dentro nos encontramos con un discurrir de jóvenes entre un
entorno donde prima las clásicas fachadas de edificios de más de un
siglo y el verde de los claros de césped y las zonas ajardinadas en
unos espacios abiertos expresamente grandes.
Al ser tan grande no sabemos a donde dirigirnos en
primera instancia, así que por siguiendo únicamente la lógica de no
desviarnos, seguimos recto. Pasamos bajo la peculiar torre que se alza
solitaria en medio de la zona verde y que antiguamente fue un
campanario, y seguimos entre un cuidado jardín consistente en viejos
árboles sobresaliendo de una inmaculada mata de césped. Hasta que
llegamos al final, y realmente lo parece. Ante la falta de alternativas
volvemos hacia atrás, hacia el curioso campanario, para, esta vez,
seguir un poco el flujo de la gente y abrir los mapas que hemos
conseguido y ver que la Vieja Biblioteca (Old Library) se encuentra a
la derecha de la entrada. Pasamos por lo que parece ser un templo a la
diosa griega de la victoria Nike, que luego sería usada por una gran
empresa de ropa deportiva, y salimos a otra gran área abierta, aunque
algo más pequeña que la anterior.
La fachada de nuestra izquierda ya anuncia el
lugar al que hay que ir por medio de grandes letreros con fotografías y
el nombre del icono cultural que tienen aquí: El libro de Kells. Una
cola de gente también, como la X, marca el lugar.
Hemos de esperar dos tandas de visitantes - porque
al parecer no dejan pasar a más de 20 de golpe - antes de que nos toque
pagar los 8€ para entrar en una exposición oscura sobre el libro en
cuestión y, en general, todos los libros medievales. Éste en concreto
parece ser del año 800. Hay carteles por todos sitios recordándonos que
no se permite hacer fotos en esta visita.
Al final hay un aparador con varios libros
antiguos, el libro de Kells entre ellos. Evidentemente, sólo pueden
verse las páginas que se muestran. Por alguna razón, el libro de Kells
despierta mucho más interés en el visitante que cualquiera de los otros
allí y, como sólo puede verse desde uno de los lados cortos del
expositor rectangular, la mayoría del grupo se sitúa allí, haciendo
complicado contemplar con detenimiento esas páginas. Es bonito, no hay
duda. Como los demás libros que he podido ver de esa época, cada letra
está cuidadosamente dibujada en su sitio. Mención aparte de la
mayúscula inicial, que merece una colorida representación para ella
sola.
Luego toca subir unas escaleras para que se haga
la luz y poder relajar las pupilas en el recinto que uno está esperando
ver porque es el que se ve en los catálogos. Estamos en la librería
antigua donde mejor que una descripción iría una imagen. Como no dejan
hacer fotos, pongo en la derecha la del pequeño libro que tuve que
comprar para mantener los recuerdos de este sitio.
Ese es el lugar. Precioso. A la imagen podemos
añadir que huele a libro y que los muebles que se ven en el centro
exhiben libros, de diferentes tamaños, abiertos por alguna página
demostrativa. Como la mayoría son de ciencias naturales, esta vez se
muestran los dibujos de las plantas o animales. Dibujos que, de haberse
hecho en un lienzo, estarían enmarcados y expuestos en algún museo.
También se encuentra expuesta aquí el arpa de
Brian Boru, un arpa celta que se ha convertido en el emblema del país,
formando parte del escudo y del logotipo de la mayor y más emblemática
empresa de Irlanda: Guinness.
Eso nos recuerda que hoy hemos de visitar la
fábrica. Cuando volvemos al campus todavía deambulamos por él hasta
decidirnos a salir. Son las 13:30h y decidimos comer algo rápido antes
de meternos en el castillo. Escogemos un pequeño bar de bocadillos que
tiene un súper al lado en el que compro algún dulce y algo de fruta
para el postre. Así, comemos por unos 5€ por persona.
Los que han acabado más pronto su comida han dado
una vuelta y vienen contándonos que la estatua de Molly Malone está al
final de esa calle. Nosotros vamos al castillo, en dirección contraria,
pero yo se que no me iré de esta ciudad sin verla.
El camino es corto y directo, ya que
ya habíamos visto la entrada cuando paseamos por la zona del
ayuntamiento el Viernes. Comienza a chispear y se nota que han bajado
algo las temperaturas, con lo que cuando llegamos, todos estamos en
nuestra versión más arropada: gorro, bufanda, guantes...
Aun así, mientras nos hacen esperar en el centro
de un gran patio, nos desesperamos por que empiece el tour, más por
resguardarnos que por interés histórico. El lugar donde estamos, ya
habiendo atravesado la pequeña puerta en el muro de piedra que hace de
frontera con la calle, es curioso. Estamos dentro del castillo, en un
gran patio adoquinado cuadrado, pero los cuatro lados se nos presentan
como un galimatías de estilos. Mientras que lo que uno espera de un
castillo es uniformidad con respecto su arquitectura, lo que tenemos
aquí es, una fachada típica de aquí, con una torre culminada por su
bóveda azulada, junto a un arco de piedra con estatuas blancas. En una
de las esquinas, por ejemplo, un ala de piedra de belleza gótica
culmina en un torreón de piedra más antigua, que se empotra contra un
edificio rojo moderno. También hay alguna fachada calada de azul. Y
también tenemos las fotos que lo atestiguan:
Cuando abren la puerta estamos ansiosos por pagar
los 4,5 € que nos permiten huir del rigor de la temperatura exterior.
Todavía nos tocará esperar un poco más, pero ya en
una sala caliente y sentados.
Poco después comenzamos el recorrido por el lujoso
interior. Por salas y cámaras que, según nos comenta la guía, se usan
actualmente para actos oficiales.
Podemos ver pinturas murales en algunas de las
salas e incluso tenemos una nueva dosis de libros antiguos, todo
repartido en los diferentes apartamentos comunicados por largos
pasillos.
Una de las ventanas me da acceso a una buena vista
del extraño jardín, consistente en una parcela circular de césped con
unos garabatos dibujados sobre ella.
La visita, entre esperas, ha durado alrededor de
una hora y media y ahora tenemos claro lo que tenemos que hacer.
Desplegamos los mapas para escoger el mejor camino
a la Guinness. Son las 15:30h y ha llegado el momento de visitar la
famosa Guinness Storehouse.
Caminamos una media hora, sin prisas, explorando
las calles y las iglesias que nos encontramos por el camino, como la de
St. Augustine y John de la foto.
Cuando nos acercamos, las fachadas de las calles
muestran sus ladrillos rojizos y, poco después, pancartas y letreros
anuncian la proximidad de la atracción calificada con el número uno
para el turista.
Hay muchos edificios similares, y supongo que en
ellos se llevarán a cabo los diferentes procesos de elaboración y
embotellamiento de la cerveza negra más famosa del mundo. Pero sólo uno
es una atracción turística.
Encontramos fácilmente la entrada de piedra que da
a una gran sala dedicada únicamente a la entrada. Varios pasos de
control con una señorita de uniforme sentada en ellos son el final de
las barras colocadas para marcar el camino de cada una de sus colas de
gente. Nos dividimos entre varias para pagar los 14€ de entrada por
persona y acceder al interior. Curiosamente, la chica que nos atiende
habla un perfecto castellano que nos permite bromear con ella.
En el interior nos esperan 6 plantas de exposición
y exhibición audiovisual sobre los ingredientes, las máquinas, el
proceso... Sin embargo, nosotros nos quedamos en una parte de
la primera planta que se llama "Laboratorio de degustación". Allí, van
colocando vasos cortos poco llenos para hacer, como el nombre indica,
una degustación. Pero como no hay control de "asiduidad", vamos
haciendo viajes y "degustando" vasos uno de trás de otro. Además,
curiosamente, la chica que los está sirviendo ahora es la que hablaba
castellano en la entrada y no pone ningún reparo a nuestro sistema de
beber gratis. Estamos batiendo un record Guinness.
Las plantas se suceden con un gran hueco en medio
que, como se puede ver en el mapa de abajo, pretende dibujar la forma
del típico vaso en 3D.
Pero la guinda del pastel está arriba del todo,
como todas las guindas, donde una plataforma en forma de disco
transparente se ha colocado en el punto más alto para hacer un bar con
vistas de 360º a la ciudad. Está repleto de gente, pero es muy bonito y
tiene un encanto especial: con la entrada te entra una pinta de
Guinness gratis, servida en su forma más auténtica: con un trébol
dibujado en la espuma.
Cuando nos acabamos la pinta ya comenzamos a estar
"poseídos" por el espíritu de esta cerveza, así que iniciamos el
regreso no sin pasar por la tienda de regalos, donde nos hacemos con
los típicos gorros verdes de Leprechaun.
Así que salimos a la calle ya con ellos
puestos,
son grandes y no pueden pasar desapercibidos de ninguna manera, pero a
estas alturas no nos importa.
Paramos
por algún pub de camino a la zona de
Temple bar y nos encontramos a gente muy amistosa continuamente. Estos
gorros lo provocan. Está claro que no es lo habitual ir por la calle
así, ya que nadie más los lleva, pero hay una simpatía especial hacia
ellos que hacen que todo el mundo nos salude. Son mágicos, y estamos a
punto de ponerlos a prueba. Llegando a la zona de bares decidimos que
probaremos de entrar en el Temple Bar con los gorros. Yo estoy
convencido que simplemente nos dirán que demos media vuelta, ya que
ayer
no nos dejaron entrar yendo bien vestidos, pero para mi sorpresa, los
gorros funcionan y pronto estamos dentro de un muy concurrido pub donde
parecemos famosos por el comportamiento de la gente hacia los que
llevamos este sombrero. Sinceramente, nunca me explicaré lo que está
pasando.
El pub tiene un pequeño espacio abierto en el
fondo de su interior que hace de sala de fumadores. Las pintas de
Guinness valen 5,40€ aquí, así que, unas horas más tarde, cambiamos al
local de ayer, Fitzsimon's, donde las pintas están a 3,60€ y los vodka
con naranja a 5,40€.
No creo que mañana madruguemos.
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