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Día
2
(22/03/2008) Tour por la Costa Oeste
Antes
Como debemos estar a las 10:00 en la estación de
Galway para que nos recojan para hacer el tour por la zona conocida
como "The Burren", pillaremos el tren en
la estación de Heuston de Dublín a las 7:00. Eso nos obliga a madrugar
bastante para llegar al tren a tiempo.
Al finalizar el tour, nos dejarán en la estación
de tren a las 18:00 para nuestro viaje de vuelta a Dublín.
Los puntos marcados
en el mapa son:
A-H- Galway
B- Castillo Dunguaire
C- Cuevas Ailwee
D- Dolmen Poulnabrone
E- Castillo Lemenagh
F- Acantilados de Moher
G- Faro Black Head
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Después
El madrugón es tal como para salir del hotel a las
6 de la mañana. Es noche cerrada y el frío se siente más agudo que
nunca mientras esperamos que llegue el autobús. Pillamos el 67A (1,70€), que
nos deja en la estación de Heuston algo pasadas las 6:30h. El tren sale
a las
7:10h, así que una vez hecha la composición de lugar ya dentro de la
estación, nos toca ir a la izquierda, donde hay unas máquina que nos ha
de entregar nuestros billetes reservados, tras hacer el cargo en
nuestra tarjeta de 31,50€ por persona. Así que, Heuston, no tenemos
ningún problema (no me diréis que no lo habíais pènsado).
Nos hacemos con el funcionamiento de la máquina en
pocos minutos y, aunque el panel indica que es el tren del andén de la
derecha del todo el que nos toca, preguntamos al primero que vemos de
uniforme en ese andén para confirmarlo, no vayamos a acabar en la otra
punta del país, aunque, curiosamente, es allí donde vamos.
Escogemos un vagón vacío para llenarlo nosotros y
entregarnos rápidamente al sueño. Cuando despierto ya es completamente
de día y las ventanas devuelven una infinita explanada verde, sin tan
solo un conato de colina, con algo de ganado de vez en cuando.
Las 2 horas y 45 minutos que dura el viaje no se
nos hacen pesadas y el tren llega a Galway unos pocos minutos antes de
las 10:00h, según lo esperado. Sin embargo, al salir al exterior, nadie
nos está esperando. Nos quedamos unos diez minutos hasta que comienzo a
ponerme nervioso y, ya pasada la hora, me adelanto hasta la plaza que
veo desde la estación, por si estuvieran allí. Durante esos minutos
agradezco la garantía que siempre supone el no haber pagado por
adelantado. No será hasta las 10:15h que aparezca un minibús vacío de
Healy Tours para comenzar nuestra jornada turística.
El conductor nos avisa que más tarde nos
juntaremos con el resto del grupo, pero que de momento tenemos a él y
el vehículo para nosotros solos, y que nos dirigimos directamente a las
cuevas de Ailwee. Antes nos ha cobrado los 16€ por persona y nos ha
dado un recibo.
Por el camino, el conductor va haciendo
comentarios y explicaciones sobre la región, sobre la historia, sobre
lo que visitaremos, intentando culminar todos ellos en una gracia.
Algunas anécdotas históricas tiene el chiste tan forzado que uno se
pregunta hasta qué punto serán reales. Sin embargo, su objetivo no es
instruir sino entretener, y es ahí donde cumplen su cometido. Aunque
nuestra situación se hace un tanto peculiar, ya que donde él espera las
risas que suelen acompañar a sus comentarios en el mismo punto cada
vez, sólo aparece la mía y ha de esperar a que traduzca para ver la
reacción de los demás.
Llegamos a la entrada de las cuevas entre un
entorno encantador tras cerca de una hora de camino. A parte de haber
vuelto a divisar el mar, todo son grandes praderas, delimitadas por
bajos muros hechos con las peculiares piedras de esta región. La
entrada a la profundidad de las cuevas Ailwee se hace a través de una
construcción realizada con estas mismas piedras con un hall y una
tienda de souvenirs en el interior. Luego unas escaleras nos llevarán a
la oscuridad de estas grutas.
La verdad es que las estalactitas son pequeñas y
solitarias y lo que más podríamos destacar son las caídas de agua, de
bajo caudal. Estas cuevas pueden ser algo relevante en este país, pero
con las que todos hemos visto en España, éstas te más bien frío.
Cuando estamos echando un vistazo a la oferta de
souvenirs tras haber acabado la visita, las mujeres entran diciéndonos
que está nevando y conminándonos a salir a verlo. Nos resulta extraño,
ya que hacía buen tiempo cuando entramos, pero no tanto como ahora.
Cuando salimos al exterior nos encontramos con lo que aquí llamaríamos
un típico día soleado. Por un momento pensamos que nos han gastado una
broma que tampoco entendemos demasiado, pero tras contemplar
sus caras de auténtico desconcierto y oír sus "Te lo juro.
Estaba nevando", empezamos a pensar que nos estamos encontrando con el
"All seasons in one". La típica forma de describir el tiempo que hace
en Irlanda y que viene a significar que cada día se viven las cuatro
estaciones. Al menos, ya hemos pasado el invierno por hoy.
La visita ha durado unos 45 minutos y la siguiente, al
Dolmen Poulnabrone, está a una media hora. Sin embargo, nos sorprenden
con una parada a mitad de camino, cuando atravesábamos el
pueblo de Ballyvaugham, para admirar su iglesia y juntarnos
con el grupo como nos habían prometido.
La piedra envejecida, mohosa y azul, es la
principal característica de esta iglesia que por dentro da la sensación
de haber sido reformada multitud de veces. Los alrededores ofrecen un
entorno fantástico con estatuas y cruces y esa sensación que a veces se
tiene de algo, como una iglesia de piedra en este caso, que debería ser
conocido, pero que los detalles hacen que se reconozca como muy
diferente.
Ahora sí que, tras 20 minutos sobre el
característico paisaje de "The Barren", con esa mezcla de hierba y
piedra, nos llevan al dolmen, que no vemos al bajar del bus. Y es que
hay que andar un poquito para llegar hasta él.
Espero que realmente sea prehistórico porque sino
me sentiría como un idiota. Se trata de tres piedras lisas formando los
tres lados de un cuadrado, el cuarto lo pone el suelo. Y ya está. No
destaca especialmente por su tamaño tampoco y me parece algo que podría
hacer yo en mi casa sin problemas. En fin... cada vez estamos más cerca
de nuestro auténtico objetivo que, además, nos confirman que será
nuestra próxima parada: Los Acantilados de Moher.
Pero
antes de parar allí, vamos recorriendo la zona, y el trayecto nos
permite ver el que llaman Castillo Lemenagh, pero que a mi me parece
más bien una casa abandonada.
Cuando llegamos a los acantilados es tarde, ya que
pasan de la una y media de la tarde y, para no perder la comida, nos
dan 20 minutos para visitarlos, lo que nos indigna, ya que es muy poco
tiempo para la visita que más estábamos esperando. Nos entregan lo que
parece ser una entrada por valor de un euro.
Estamos impacientes por llegar al borde, allí
donde parece acabar la tierra, y asomarnos al mar y cuando llegamos nos
quedamos alucinados un rato. La altura de estas paredes que parecen
pretender contener el mar es espectacular y, al estar tú mismo tan
alto, la vista hacia el horizonte parece abarcar tal parte de la
superficie del planeta que se puede ver el arco de su curvatura en este
mar de un fantástico azul claro.
Evidentemente no se permite llegar al mismo borde
y unos muros y vallas tratan de impedirlo. Paseamos el poco tiempo que
tenemos por el camino del borde admirando la forma tan abrupta con la
que le ha puesto fin a la fina pradera de hierba. Es la inmensidad de
este paisaje lo que te deja boquiabierto y lo que hace imposible que
unas fotos puedan hacer justicia.
Pasamos unos minutos por el Centro de
visitantes para hacernos con unos souvenirs y nos volvemos al autobús
para que nos lleven a comer.
Nos llevan a Doolin y nos dejan frente al
Fitzpatrick's bar para que comamos y todo el grupo entra ahí, pero hay
más restaurantes y podemos comer donde queramos, así que, por puro
espíritu de contradicción, nos vamos al del otro lado de la calle,
Cullinan's restaurant, donde nos dicen que está cerrado, así que
volvemos al Fitzpatrick's donde podemos comer de plato por unos 10€ por
persona.
Acabamos antes de que nos vengan a buscar y nos
entretenemos haciendo fotos a una de esas aglomeraciones de señales que
hemos ido viendo por aquí, y que está justo enfrente del bar.
Ya son las 15h cuando nos pasan a buscar para
proseguir con la última etapa de nuestro periplo por "The Burren", pero
no será hasta 45 minutos más tarde que pararemos en una zona de costa
con las curiosas rocas típicas de la zona rompiéndose contra las olas
del mar. Esta parte de la costa tiene un encanto especial y nos
divertimos deambulando por ella. No se si esta parada corresponde con
la que etiquetan como Faro Black Head o no porque no se donde estamos,
pero sí puedo decir que no se ve ningún faro por ningún sitio.
Estamos volviendo porque esto se acaba. Lo notamos
y nos lo dice el reloj, sin embargo aun paramos una vez más, 45 minutos
de camino después, en el castillo de Dunguaire. Como todos los folletos
ponían esta visita como la primera ya creía que no la haríamos. Sin
embargo nos dejan bajar y nos dan tiempo suficiente incluso para
rodearlo y regocijarnos en el paisaje, ya que no parece que sea posible
entrar. El lago le añade encanto al entorno y permite a los cines
acercarse.
Nos despedimos de todo ello ya que nos llevan
definitivamente de vuelta a Galway, el tour ha terminado y nos queda la
sensación de que difícilmente se puede dar más por menos. Nos dejan los
primeros en la
estación, media hora antes de que parta nuestro tren de las 18:05h y
nos sorprende la cola que ya hay preparada para subir a él cuando
llegue.
Cuando eso pasa, como el tren ya es
suficientemente largo, podemos volver a disfrutar de una vagón sólo
para nosotros y amenizamos las casi tres horas de trayecto haciendo
viajes al bar a por latas de Guiness. Cuando llegamos ya hemos tenido
tiempo incluso de desmenuzar una de las latas para desentrañar el
secreto del objeto que hay en el interior de todas ellas: una bolita.
Resulta que se encarga de mantener el nivel de espuma con su movimiento.
Llegamos al hotel sobre las 22h dispuestos a cenar
aquí mismo. Decidimos salir un rato después y acercarnos a la zona del
Temple bar, hoy que está abierto. No nos dejan entrar al Temple bar que
da nombre a toda la zona, pero vamos a un enorme pub de varios pisos
que hay enfrente y en cuya terraza, único piso al aire libre, se
permite fumar. Hacemos mucho contraste con los locales en lo que
respecta a aguantar el frío. Como muestra una anécdota: una chica con
vestido corto de tirantes me pide fuego y yo se lo doy torpemente sin
quitarme los guantes, bufanda ni gorro.
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