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Día
3
(06/09/2007) Torre Eiffel, Montmartre y Versalles
Antes
La agenda para este día está bastante apretada. La mañana la
dedicaríamos a visitar la Torre Eiffel y desplazarnos a Montmartre para
ver la Basílica del Sacre Coeur, dando un paseo para bajar la montaña
hasta pasarnos por el famoso Moulin Rouge. Después de comer, pillaríamos
un tren a Versalles para visitar el palacio.
A la vuelta, y ya de noche, haríamos un crucero
por el Sena como fin de fiesta.
Las referencias en el mapa para las visitas de
este día son:
0- Hotel Eiffel Cambronne
4- Torre Eiffel
11- Sacre Coeur
12- Moulin Rouge
13- La ópera
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Después
A pesar del cansancio de ayer, insisto en madrugar
un poco
hoy para que nos dé tiempo de ir a Versalles por la tarde. Desayunamos
en un bar cercano a la estación de metro, donde compramos, como cada
mañana, dos tarjetas Mobilis, pero esta vez de 4 zonas: 9€ cada uno, ya
que nos han de llevar a Versalles.
Así que a
las 11h estamos saliendo de la estación de Metro de Trocadero, ya
desayunados, que nos ofrecen las paredes de un palacio. Pero sólo hay
que andar unos metros para que los muros se abran ofreciendo una gran
explanada dominada por la imponente vigilancia de la torre Eiffel. Hoy
no hace buen día, pero las vistas están ahí, y la torre aparece
majestuosa ante nosotros, como queriendo rasgar el telo gris para abrir
una brecha de luz. La primera imagen que capturamos, es la que usamos de cabecera en estas páginas.
El monumento aparece con un gran balón ovalado en el centro
conmemorando la celebración del mundial de rugby en la ciudad que empieza mañana, justo el día que nos vamos. El área
limita a los lados con los muros acristalados del Palacio de Chaillot y
sus estatuas con ese dorado que tienen las cosas aquí, y delante con
una baranda de obra hasta el pecho, convirtiendo todo esa zona en una
gran terraza a la torre Eiffel.
Tras la fotos de rigor, bajamos las escaleras y atravesamos uno de los laterales arbolados para cruzar el puente, no
sin antes encontrarnos uno de esos típicos carruseles que nosotros
llamamos "caballitos".
Ya en el otro lado del río,
la protagonista es esta mole de hierro, en la que destaca ese color de
rojo oxidado que ha inspirado todo este relato de la escapada a París.
Ya de cerca, el primer piso, que es al que vamos a subir, se ve ya muy
alto. Hay unos curioso ascensores diagonales que suben por las cuatro
patas de la torre, aunque uno de ellos está reservado a los clientes
de los restaurantes. Yo quiero interesarme por la posibilidad de ser uno
de ellos. Son caros, pero el del primer piso vendría a ser el que menos.
Así pues compramos un par de entradas para subir andando
al primer piso, que son las más baratas que hay (4€), y comenzamos a subir
los tramos de escaleras que rodean los cuatro lados, alrededor del
hueco que, en diagonal, está dedicado al paso de ese elevador rojo. El
camino se puede hacer entretenido si, como nosotros, vais parando y
admirando las vistas, cada vez desde más alto, de los cuatro puntos
cardinales de la ciudad.
Pero arriba es donde el
mirador está diseñado para tener los 360º de vistas, con información
sobre qué es cada cosa. Por ejemplo, la foto de la izquierda muestra la
parte de Trocadero, de la que venimos, y la de la derecha los Campos de
Marte, los enormes jardines que hay entre la torre Eiffel y la academia
militar a la que le hicimos la primera foto de París.
Pregunto en el restaurante por la posibilidad de cenar allí esa
noche con algo de miedo sobre los precios, pero se trata de un temor
infundado, no porque los precios no asusten, sino porque tienen
completo para semanas, de ahí que la reacción a mi pregunta hiciera
parecer que necesitara ayuda psiquiátrica - que no digo yo que no -.
El restaurante se llama 58, haciendo honor a los metros de altura
a los que está. Cuando recorremos los cuatro lados, muy próximos al
enorme balón de rugby hinchable, decidimos bajar. Hemos estado 40
minutos, de los cuales, 10, los hemos dedicado a la subida por las
mismas escaleras por las que vamos a bajar.
Pillamos el metro en la estación de Champs de Mars-Tour Eiffel y,
tras hacer transbordo en "Musée d'Orsay" nos bajamos en la de
"Abesses". Como ya viéramos ayer, el Museo d'Orsay no es un museo
dedicado al fuera de juego y la estación de "Abesses", en realidad
funciona todo el año. Este es el tipo de chistes que hago y, no sólo no
tengo vergüenza, sino que me permito el lujo de poner dos juntos. Es
una enfermedad, pero no es grave, al menos para mí.
Entre chiste malo y chiste malo, hemos tardado 45 minutos en
llegar, con lo que ya son las 13h y el tiempo comienza a apretar. Por
eso, porque ya optáramos por la subida barata y "manual" en la torre
Eiffel, y porque nos sale gratis con la Mobilis, decidimos usar el funicular de Montmartre para subir al
Monte... ¿martre?
Antes de usar el funicular ya se tienen las primeras vistas de la
Basílica del Sacre Coeur, pero ahora, de cerca luce mucho más, con esas
bóvedas ahuevadas que parecen pertenecer a otro continente. La piedra
blanca la hace espectacular y consigue que resalten mucho sus estatuas
verdes. Las escaleras están llenas de gente descansando entre la que
nos hacemos un hueco para llegar a su interior.
Dentro, el blanco sigue predominando hasta que se encuentra uno
en presencia del imponente mosaico de Cristo en el ápside, que
aunque también va de blanco, está rodeado de dorado. Lástima que no
permitan hacer fotos.
En media hora damos la visita por concluida y bajamos
tranquilamente por las escaleras, esto nos permite ver algo del barrio,
con sus típicos pintores, comprar réplicas de Notre Dame y el Arco del
Triunfo en la tienda de souvenirs más barata que hemos encontrado,
justo en lo alto de la escalinata de la foto de la derecha, y pasar
junto al carrusel y la plaza con las fuentes, que tan vívida imagen me
ofrecen de la película "Amelie". Son las 13:45h y el plan es pasar por
el Moulin Rouge antes de buscar un sitio para comer. Parece que
conseguiremos seguir la agenda.
Bajamos por las calles adecuadas hasta llegar al Boulevard de
Clichy. Desde que bajáramos del metro la última vez se nos ha hecho
evidente que estamos en otro tipo de barrio, con una limpieza mucho más
descuidada de la que predomina por el centro. Pero además, este
boulevard, sería lo que hemos llamado toda la vida "la calle de las
putas". Yo ya sabía que el Moulin Rouge ofrece un espectáculo de
bailarinas en top less, pero no que fuera el más fino de los locales de
su calle.
En fin, que tras dejar atrás multitud de
puti clubs, finalmente llegamos al archifamoso local. Una visita que
simplemente nos ofrece el icono del pequeño molino rojo naciendo del
tejado y una entrada llena de fotos de vedettes con mucha pluma y poca
ropa. Son las 14h, hora de comer.
Como todavía no sabemos dónde hacerlo, abandonamos el ambiente
enrarecido de esa calle, bajando por la Rue Blanche hasta llegar a las
Galerías Lafayette, frente al edificio de la Ópera. Por el camino hemos
tenido la oportunidad de presenciar algunas tiendas de barrio y pasar
por La Trinité, una bonita iglesia. Pero justo antes de llegar,
nos metemos en unos grandes almacenes: Primptemps. Nos recuerdan a
nuestro "El corte inglés" y en el ático tienen un fantástico
restaurante en el ático que nos permite comer bajo una bonita cúpula. Son las 14:30h.
Comemos un steak tartare y un plato de espaguetis con cocacola y vino por 52€. El plato único es lo normal aquí.
Son las 15h, lo que nos permite entrar en las Galería Lafayette,
aunque ya aviso a mi mujer que son demasiado lujosas para nosotros, así
que no
espere comprar nada. El edificio es magnífico por dentro y los precios
de la ropa parecen pretender amortizar la construcción del mismo.
El edificio de la Ópera está ahí mismo, pero Eva se queda mirando el
escaparate de una zapatería, lo que es bastante habitual. Sin embargo,
esta vez decide entrar y yo la acompaño con la misión de conseguir que
no se eternice su visita en la tienda, lo que también vendría a ser la
costumbre.
Pero no lo consigo y pasamos más de una
hora ahí dentro, con un hombre que debe pensar que es la venta que más
tiempo le ha llevado de su vida. El caso es que la puñetera zapatería,
por no meterme con mi mujer, nos ha roto la agenda y ahora tenemos
urgencia por pillar el tren a Versalles.
Pasamos
por la Ópera y vemos La Madeleine, que me sorprende con su aspecto de
templo griego, antes de meternos en el metro. Son las 17:15h y la
verdad es que parece una locura el irnos ahora a Versalles, pero como lo
tenemos todo pagado, vamos a ver que nos encontramos a estas horas,
porque la guía de la Paris Museum Pass dice que cierran a las 18h.
Al menos la estación de metro de "Madeleine" está a sólo dos
paradas del transbordo al RER que lleva a Versalles en "Invalides".
Y llegamos sobre las 18:15h. Hay dos estaciones de tren en
Versalles, pero yo sabía que para ir al palacio debíamos acabar en
"Versailles - Rive Gauche". Intento ubicarme y bajo un poco para pillar
la Avenida de Sceaux que en seguida me lleva ante el recinto del
palacio.
Mientras llegamos a las rejas que
delimitan el complejo ya nos vamos dando cuenta que vamos en dirección
contraria a todo el mundo, que está saliendo. Además, notamos que
comienza a chispear. Pero ya estamos aquí, así que nos metemos. Nadie
nos pide entrada y podemos comprobar que cualquier visita interior ya
no la podremos hacer. Así que nos perdemos por sus jardines, mojándonos
ligeramente.
A pesar de todo hay que decir que es
espectacular. ¡Que no será por dentro!. Los jardines son vastas
extensiones de vegetación bien cuidada entre fuentes y esculturas.
Vemos el Gran Canal, que cuando el palacio estaba en todo su esplendor,
con el rey Luis cualquier-número en él, servía para que los invitados a
sus fiestas pudieran llegar en barco. Todo es impresionante, lo que
hace que jamás haya lamentado tanto llegar tarde a un sitio y nunca
haya maldecido tanto una tienda de zapatos.
Abandonamos el área algo pasadas las 19h para volvemos con esa
sensación de habernos perdido algo bueno, a pesar - o precisamente por
ello - de que nos haya gustado mucho todo lo que hemos visto en
Versalles. Vamos directamente al hotel, aunque hoy saldremos por la
noche, nuestra última noche, para hacer ese crucero nocturno por el
Sena.
Un poco antes de las 22:00 estamos saliendo
por la estación de Champ de Mars - Tour Eiffel y nos recibe una torre
con una imagen muy diferente a la de mañana, con sus luces de colores.
Nos paseamos por el embarcadero, donde vemos varias ofertas de cruceros
y nos montamos en el de "Bateaux Parisiens" para hacer nuestro
recorrido por 10€ cada uno. Mientras tomamos asiento pienso que hoy no
hemos llegado a usar la Museum Pass en ningún sitio, con lo que la
hemos utilizado mal, pues el Martes nos hubiera ahorrado 15€ a cada uno.
Disfrutamos del paseo, que nos lleva bajo los puentes más
emblemáticos de la ciudad, incluyendo el tristemente famoso por el
accidente que le costó la vida a Lady Di. Las orillas muestran
iluminados edificios que ya hemos visitado. La audio guía nos cuenta
anécdotas continuamente, incluida la del general nazi que desobedeció a
Hitler en su orden de volar los puentes cuando veían que perdían París.
¡Menos mal!
La torre Eiffel con sus colores y su punta haciendo de faro
indica el final de este recorrido de ida y vuelta. Es un fantástico
broche final a esta corta escapada a una ciudad fantástica.
Al subir, ya camino al metro que nos llevará directamente a la
cama, la torre Eiffel nos despide con estrellas parpadeantes.
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